Tengo miedo torero: De folletín cursi a fenómeno cinematográfico

Dirigida por Rodrigo Sepúlveda (Aurora, 2014) de trayectoria correcta en la industria nacional, la historia se abre, como el mismo libro, recuperando cada detalle de los espacios contenidos en la novela.

Por Miguel Reyes Almarza*

No era fácil anticipar el éxito cinematográfico de una novela -por buena que haya sido- en un escenario tan paradójico como la pandemia que sobrevivimos y, sin embargo, qué mejor momento para invocar aquella alma paradójica y cursi, divertida y crítica, irónica y sarcástica del gran Pedro Lemebel.

Grande porque fue capaz de escupir en las barbas de la dictadura y sobrevivir a ella solo con los trucos de prestidigitación creativa que su individualidad. Grande porque revienta el espacio virtual, siendo tendencia un lustro después de haber abandonado la sórdida realidad que fue el material para su obra literaria y plástica.

Y así fue. Apenas comenzada la Avant-premiere -tan cursi como la “loca del frente”, su protagonista- el público, de carne en sus casas, virtual en el espacio de flujos, reventó las redes sociales instalando la adaptación de la obra de la “yegua mayor” en lo más alto del aplauso cibernético constituyéndose en la primera tendencia a nivel nacional y número 5 en el ranking mundial.

Dirigida por Rodrigo Sepúlveda (Aurora, 2014) de trayectoria correcta en la industria nacional, la historia se abre, como el mismo libro, recuperando cada detalle de los espacios contenidos en la novela. De adaptación impecable, y no podía ser menos, ya que se trabajaba con la vista puesta en la idea del mismo Lemebel antes de su muerte terrenal, los hechos, muchas veces alterados de la línea temporal original, logran consolidar un relato sin desperdicio, vigoroso y vertiginoso a la vez, que nos conduce por ese Chile triste y azul de los 80’s, con la muerte a la vuelta de la esquina y el amor como una quimera bordada en seda.

Los exteriores, al igual que la fotografía interior, en manos del director de fotografía Sergio Armstrong (El Club, 2016, premio Platino) traducen a la perfección los detalles de la novela con la pobreza y la soledad acechando en cada cuadro.

El protagónico es un cuento aparte. Mucho amor no hubo entre Lemebel y Alfredo Castro (Tony Manero, 2009, Premio Altazor) es más, por más que de boca del mismo escritor recibió la venia para ser la “loca del frente” en la fallida primera adaptación del italiano Vanni Gandolfo nunca fueron amigos y, sin embargo, el encargo fue de una precisión milimétrica.

Castro termina por sacudirse de sí mismo para encarnar la esencia transgresora de la protagonista, desde los ampulosos gestos hasta la voz quebrada y un constante “amurrar-se” ante la vida, el amor y las oportunidades fallidas. Cada línea de la boca de Castro es un pasaje directo al corazón de la “loca”. Lejos, una de sus mejores interpretaciones para el cine.

Lo demás, una historia de amor romántico, al mejor estilo de Corín Tellado -tal como fue concebida- que roza y atraviesa la política y ese espacio nefasto de la dictadura desde la esperanza depositada en la honestidad de quien, víctima de la invisibilización y la denostación de la identidad homosexual y travesti, sobrevive al mundo con la esperanza de lo imposible.

“Tengo miedo torero” se cierra sobre sí misma con la música incidental a cargo de Pedro Aznar, fiel y respetuoso de la banda sonora propia de la historia. Esa llena de boleros que, construidos entre acordes menores, reproducen la tristeza y la esperanza en cada nota.

“Tengo miedo torero” es Lemebel en carne y hueso, en labial y pañuelos. Sin duda Pedro fue siempre “la Loca” y esa brutal honestidad de seguro coloca esta adaptación cinematográfica como lo mejor que hemos visto en los últimos años del cine nacional. Cuando el caos de lo cursi se transforma en el lenguaje de la disidencia, el cine se convierte -para bien- en un gesto político y reaccionario.

★★★★☆ (4,5 sobre 5)

*Periodista e investigador en pensamiento crítico.

1 comentario
  1. miguel dice

    ¿Por qué el cine sería reaccionario?

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