
Nuevo gobierno sirio desafía las alianzas terroristas de Irán, Hezbolá y el Polisario
Liderado por el interino Ahmed al-Sharaa, intenta recuperar la soberanía sobre un territorio fragmentado y romper con la influencia que Irán ha ejercido durante más de una década a través de redes transnacionales de contrabando.
Publicado el 12 de abril a las 5 de la mañana por The Washington Post, un reportaje firmado por Loveday Morris y Souad Mekhennet ofrece una mirada detallada sobre los cambios que están ocurriendo en Siria tras la caída del régimen de Bashar al-Asad el pasado diciembre.
El nuevo gobierno, liderado por el interino Ahmed al-Sharaa, intenta recuperar la soberanía sobre un territorio fragmentado y romper con la influencia que Irán ha ejercido durante más de una década a través de redes transnacionales de contrabando.
El artículo, basado en observaciones de campo en varias regiones del país, detalla los esfuerzos emprendidos por el ejército sirio para neutralizar los últimos puntos de paso utilizados para el transporte de armas, dinero, combustible y drogas hacia el Líbano, especialmente en beneficio de Hezbolá.
Estas rutas —conocidas como “el puente terrestre iraní”— formaban parte esencial de la estrategia de expansión regional de Irán. Su desmantelamiento marca un giro geopolítico importante en Medio Oriente.
Localidades fronterizas como Hawsh al-Sayyid Ali, escenario de recientes enfrentamientos entre el ejército sirio y clanes locales afiliados a Hezbolá, ilustran la complejidad de este proceso de recuperación. Se han descubierto depósitos de armas, campos de entrenamiento abandonados y fábricas de producción de captagon, lo que evidencia la magnitud de las actividades ilícitas llevadas a cabo bajo la protección del antiguo régimen y sus aliados.
El reportaje también menciona el reposicionamiento de Irán, que, ante la pérdida de sus canales tradicionales, estaría buscando movilizar a otros grupos extremistas, incluso sunitas, para mantener su capacidad de influencia en la región. Estas dinámicas generan preocupación en varias cancillerías occidentales, que temen un resurgimiento de la inestabilidad no solo en Siria, sino también en los países vecinos.
Además, The Washington Post revela que combatientes formados por Irán procedentes del Frente Polisario —movimiento armado que reclama la independencia del Sáhara— habrían sido desplegados en Siria en el pasado. Varios de ellos habrían sido detenidos recientemente por las nuevas autoridades sirias. Esta información, de confirmarse, arrojaría nueva luz sobre la amplitud de la estrategia iraní, que ha consistido en instrumentalizar a diversos grupos armados en distintas partes del mundo para avanzar en sus intereses. También reforzaría la posición de Marruecos, que desde hace años denuncia la conexión entre el Polisario, Irán y Hezbolá, alertando sobre los riesgos de desestabilización en África del Norte y el Sahel.
En este contexto cambiante, Marruecos aparece como un actor estable y estructurante en su entorno regional.
Gracias a una política de moderación, cooperación en materia de seguridad y lucha contra el terrorismo, ha sido considerado un socio estratégico tanto por potencias occidentales como por varios países árabes.
La evolución de la situación en Siria podría reforzar las dinámicas de cooperación entre los Estados comprometidos con la lucha contra las influencias desestabilizadoras y las redes transnacionales que operan bajo pretextos ideológicos.
Mientras Siria busca reconstruirse y reintegrarse en su entorno regional, la tarea del nuevo poder es inmensa. No solo debe restablecer la autoridad del Estado en todo el territorio, sino también desactivar las tensiones sectarias, contener las influencias extranjeras y proponer un proyecto de sociedad inclusivo que permita cerrar la dolorosa página de más de una década de guerra.