El patrimonio de la tosquedad

Por Rodrigo Reyes Sangermani, periodista.

La tosquedad política no es patrimonio de unos pocos, por desgracia abunda en las miradas estrechas de los grandes temas de la política como también del quehacer doméstico que la determina.

Los medios profusamente se han deleitado con las declaraciones de Jeanette Jara respecto de la cualidad democrática de Cuba (siempre sacan a la pizarra a los comunistas por estos temas, como a los judíos por los crímenes en Palestina), y algunos acusan de persecución política, pero claro siempre viendo la astilla en el ojo ajeno, y otros, en la misma lógica se refocilan por el tipo de argumentaciones que se esgrimen para salir del paso por la exministra.

“¡Qué les extraña!” dicen algunos, si es lo que su partido ha creído siempre, no habría ningún misterio y ninguna novedad, en cambio hay varios que minimizan con la idea de que Chile tiene relaciones también con otros países con democracias “distintas” y no dicen nada de aquello, lo que también podría ser cierto. No obstante, nos detendremos un segundo para revisar la validez de la reacción y la pertinencia de estos temas en una discusión política, a mi juicio más madura y sincera.

Jeannette Jara como explicación a sus dichos, expresa que “que ella es lo que es”, que representa un partido como el que representa, y con orgullo declara ser sincera y consecuente con esas (sus) ideas, todo como si en sí mismo, el ser sincero y consecuente fuera un valor, lo que por supuesto es una falacia. La condición de sinceridad o apego a un dogma no hace mejor al dogma. Responder así la pregunta, evade el tema de fondo respecto de cualidad de la democracia cubana. Periodistas más avezados la interpelan planteándole que más allá de su lealtad ideológica a su partido, o a sus creencias, si efectivamente Cuba cumple con los estándares de democracia, y la candidata continua majadera con la explicación propia de un 5° básico de que cualquier democracia es perfectible, y que cómo andamos por casa.

Es verdad, tiene razón, toda democracia es perfectible y a la democracia chilena, y a muchas otras, podemos encontrarle objeciones que la alejen de la definición más pura y deseable de lo que es una democracia, pero a la hora de definir, no se trata la cubana de una democracia “distinta” sino derechamente de un régimen donde ésta no existe, el menos en la práctica porque no hay libertad de prensa, no hay alternancia en el poder, no hay oposición, se persigue a la disidencia, el partido único maneja los tres poderes del estado, y podríamos seguir. Como si fuera poco, su particular sistema de gobierno, su cualidad “distinta de democracia” tampoco ha significado un real bienestar para su pueblo, ni siquiera en los aspectos más básicos de salud, sueldos dignos, trabajo o vivienda, y la población en su mayoría se encuentra en la miseria, elementos que, aunque con ciertos tintes de inmoralidad, podrían eventualmente haber sido la moneda de cambio por la escasez de democracia. Pero no, no es la condición de miseria o riqueza económica la que hace que un país sea o no democrático; en los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, cuyos emiratos federados están gobernados por monarquías absolutas, tampoco hay democracia, aunque los súbditos y ciudadanos gocen de unas pujantes economías donde el lujo y la riqueza afloran en cada esquina y en cada edificio; o China, un importantísimo socio comercial de nuestro país, tampoco hay democracia, un país en que más allá de sus progresos objetivos, sigue brillando por su ausencia de DD.HH. y de una democracia como se puede definir en cualquier manual de ciencias políticas.

La de Cuba, la de China o la de los Emiratos Árabes Unidos; la de Venezuela, la de Corea del Norte o la de Nicaragua no son democracias, son dictaduras institucionalmente disfrazadas de estados de derecho, son democracias más o menos simuladas, algunas con buenos resultados económicos y otras con deplorables indicadores de bienestar, lo que ciertamente no las justifica ni uno ni en otro sentido. Pero nos quedamos ahí, ya se ha planteado que hoy las dictaduras se construyen desde procesos democráticos ya no son necesarios cruentos golpes de estado, ni tanquetas manejadas por gorilas apuntando hacia los palacios de gobierno para reemplazar las democracias por dictaduras. Eso era antes, hoy las institucionalidades se debilitan desde dentro para esgrimir motivos suficientes para generar condiciones de cambios constitucionales que permitan reelecciones ilimitadas (Putin, Erdogan… quizás Trump) y la transformación de antiguas y sólidas democracias en dictaduras institucionales, con los correspondientes rituales llenos de héroes patrios y símbolos religiosos, como tanto les gustaba a los caudillos de designación cuasi divina (Franco, Pinochet, Perón o Maduro).

Saber si un candidato de una nación democrática (perfectible siempre) como la nuestra condena o no, critica o no, tiene opinión o no, respecto de países donde no hay democracia, para mí al menos resulta muy importante, porque seguir justificando hasta el cansancio el régimen de Venezuela sólo usando el pretexto que uno “piensa lo que piensa” es alejarse de la libertad de conciencia, que uno espera de sus líderes, y seguir siendo comparsa como esclavo religioso de los dogmas impuestos por la doctrina, por la enseñanza, por la manipulación de conciencia o por fuego, como suele suceder con la fe.

Ser sincero y consecuente con las ideas del partido no te hace eludir el tema de fondo si en conciencia se está o no de acuerdo con alguna premisa ideológica, y si se está, cómo se espera que la argumentación sea válida para no quedarse sólo con una mera declaración para la galucha, sólo simpática y risueña en coherencia con lo que sanciona el partido o su doctrina.

Pero muchas veces la explicación es lo que empeora el argumento, y trasunta la duda de la ignorancia, como cuando la candidata del PC plantea que nadie dice nada que Chile tenga relaciones con las monarquías, por ejemplo. ¿Sabrá Jara que tener la condición de monarquía de un estado no la hace ser menos democrática, de hecho, las monarquías constitucionales no sólo no son dictaduras, sino algunas, como las monarquías de la Europa Occidental son además de las mejores democracias del mundo?

¿Acaso no sabe la exministra que un régimen democrático no es patrimonio sólo de una república?

¿Lapsus, ignorancia o explicación presurosa ante un requerimiento periodístico?

Claro, al otro lado pasa lo mismo. De un tiempo a esta parte, las declaraciones de la otrora ministra del trabajo, senadora, diputada y alcaldesa, Evelyn Matthei, se enredan cuando de hablar acerca de los DDHH se trata, se enreda en el rol que desempeñó su padre en la Dictadura, se contradice con él y se enreda en la construcción de argumentos a favor de su defensa a Pinochet cuando el dictador fue detenido en Londres e histérica ella, y varios más, salió a exigir boicotear productos de España o Gran Bretaña por tal agravio nacional, se enreda cuando intenta justificar lo injustificable y esgrimir opiniones más o menos inteligentes respecto de las tareas económicas pendientes tras los anuncios del alza de los aranceles de Trump, proponiendo ideas aparentemente geniales que ya el gobierno de Boric había implementado, y decir esto no excluye a Boric de cualquier crítica. Qué decir de Kast o Kaiser, que puede que cuenten con la simpatía de una masa ciudadana sólo porque declaran medidas duras contra la delincuencia como salidas sólo del fragor de la indignación pero que no pasan la prueba al analizar los serios alcances antidemocráticos que tendrían las medidas de estado para controlar ese flagelo, en medio de una sociedad internacional que debe velar por los derechos humanos; que el fin justifica los medios de una sociedad indignada, revanchista y abrumada, parece ser la consigna donde el electorado cae redondito producto de su propia ignorancia liderado por la ignorancia de los líderes políticos autores de frases para el bronce, evasiones argumentales, construcciones de falacias políticas e ideologías míticas similares como si fueran más bien religiones medievales que posturas razonables para construir sociedades modernas.

Se me critica de parte de algunos amigos que no me matricule en ninguna ideología de diccionario propias del s. XX (o creencias religiosas propias de la Historia), se sospecha de mí por eso; se me mira feo porque no elija entre las derechas y las izquierdas más recalcitrantes como está tan en boga en tiempos de polarización que se divide entre buenos y malos, entre poseedores de la verdad, iluminados por no sé qué Dios, y los equivocados; y como no estoy en los extremos, se me trata de tibio, amarillo, de poco jugado y de cómplice del bando opuesto al de los que me juzgan, sin embargo gozo de una tranquilidad tremenda en mi conciencia, la misma que me hizo votar “rechazo” en ambos procesos constitucionales, salpicados de fatal fanatismo ideológico y desprovistos de toda lógica ética y política sustentada por frases y eslóganes tercos, dogmáticos y fideístas.

Muchos se enojan con uno, me culpan y probablemente me seguirán culpando por sus propios fracasos. Me plantean que, en un supuesto caso que la Jara gane la primaria o pase a la segunda vuelta, y con la amenaza de una derecha extrema, el mal menor sería votar por ella, al revés, los mismos pero otros, si la amenaza la constituye un comunismo de reminiscencias soviéticas, de una supuesta venezolización de nuestro país, patriótico sería apoyar a la candidata de la centro derecha, porque de lo contrario, me convertiría en cómplice de uno u otro sector por restarme del circo del mal menor, cuando en realidad son esos, los sectores más recalcitrantes los que una vez más amenazan la estabilidad de nuestro progreso y desarrollo con sus ideas estrambóticas y variopintas sino rayanas en el odio y la intolerancia

Los egos a veces no nos dejan ver ni proteger lo esencial, ¿para los sectores democráticos no sería mejor unirse en torno a una sola candidatura progresista y moderada? Pero no, ahí surgen los winter, los mirosevic y quizás quien más, sólo para negociar cuotas de poder, cupos senatoriales, ambiciones personales; no aparecen en las encuestas y saben que no tienen ninguna posibilidad de ser electos para conquistar sus proyectos transformadores, y si pasan de vuelta, al revés, saben que lo único que ocurrirá es que vastos sectores moderados tendrán la tentación de votar por el candidato del otro lado. ¿Cree realmente el PC que de ganar la primaria el oficialismo ganará la presidencial? A la vista de los hechos, pareciera que no sería su real objetivo, ¿quizás preferirán ser oposición y volver a la calle a marchar como ha sido la tradición? Y por el otro lado, ¿comprenderán Kast o Kaiser, que por mucho que nuestro electorado sea esquizofrénico, una candidatura filonazi no acarreará en segunda vuelta a la gente de la centro derecha democrática que ve con horror cómo se desmoronó su proyecto que alguna vez soñaron por las ambiciones de su propio sector en la defensa de sus privilegios ideológicos y empresariales?

Hoy importa el poder por el poder, ya no hay utopías, y las que quedan, rayan en lo patético, se confunden con los sueños más oscuros de los inicios del s. XX, cuyo derrotero ha demostrado su fracaso. Hoy se requieren democracias fortalecidas y no amagadas por subterfugios ideologizados e ideologizante.

A Hugo Gutiérrez, a propósito de la muerte de Vargas Llosa, no se le ocurrió otra cosa que decir en las rr. ss. que ha muerto un gran escritor y un pésimo político. ¿Por qué pésimo político, sólo porque no piensa como él, o acaso porque perdió una elección contra Fujimori, no podríamos decir lo mismo de Neruda que fue precandidato presidencial sin éxito en 1969, pero no, qué hubiera dicho Gutiérrez si un dirigente de derecha hubiera dicho tras la muerte de Neruda que se trataba de un gran poeta, pero de un pésimo político?

La respuesta pareciera ser obvia.

Saco el ejemplo de esta mañana para reafirmar la tesis de una política mediocre que surge de declaraciones tan rocambolescas que dan risas, risas y rabia, pero son nuestros propios líderes políticos los que las dicen, aquellos mandatados para liderar procesos de cambio con respeto, tolerancia e inteligencia. Por eso, no es sólo patrimonio de Trump, Putin o Maduro esa tosquedad, sino también de la Matthei, de la Jara o de Kaiser que es lo que tiene tan empobrecida nuestra política y la discusión con altura de miras acerca de un mejor futuro para nuestra sociedad.

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