
Berry, el manager histórico de Serrat y Sabina, se despide tras más de cinco décadas: “No hay otros como ellos»
Sin subirse jamás a un escenario, escribió una parte fundamental de la historia cultural del mundo hispano.
Después de 52 años junto a Joan Manuel Serrat y 26 al lado de Joaquín Sabina, José Emilio Navarro —más conocido como Berry— pone fin a una carrera excepcional en la música iberoamericana.
“Ahora, a los 77, sí me jubilo de verdad”, dijo desde Buenos Aires, en plena gira de despedida de Sabina.
Berry cierra así una etapa en la que fue más que un representante: fue cómplice, amigo y familia de los dos cantautores más emblemáticos de España.
Sobre Serrat, con quien comenzó en 1971, Berry no escatima en elogios:
“Juan Manuel tiene una obra inmensa. Su disco Mediterráneo es, para mí, una joya irrepetible. No es sólo el tema Mediterráneo, es el álbum entero: Lucía, Aquellas pequeñas cosas, Qué va a ser de ti, Pueblo blanco, Tío Alberto… Es un disco que lo tiene todo”.
Destaca además que Serrat alternó sistemáticamente entre discos en castellano y catalán, algo que pocos advierten:
“Mucha gente aprendió catalán escuchando sus canciones”.
De Sabina, con quien empezó en 1999, dice que llegó a él en plena gira de 19 días y 500 noches, disco que considera su obra cumbre:
“Tiene un montón de canciones inolvidables: Cuando aprieta el frío, Contigo, Princesa, Calle Melancolía. Joaquín tiene quince o veinte temas que ya quedaron para la memoria”.
Berry remarca que no hay otros artistas como ellos:
“Probablemente son los dos cantautores más relevantes de la historia de España. Hay grandes artistas, pero ninguno ha calado tan hondo en tantas generaciones como Juan Manuel y Joaquín”.
A pesar de su retiro, confiesa que le costará alejarse de este mundo:
“He vivido cada show, cada risa, cada problema. No soy de mandar a un road manager. Siempre quise estar con ellos en todos lados”.
Ahora, planea dividir su tiempo entre Madrid, México y Menorca, dedicado a sus nietos, al golf y a escuchar música:
“Me quiero dedicar a vivir. Y sí, no sólo tengo 77 años: también tengo derecho a parar”.
Así se despide el hombre que acompañó en silencio a dos gigantes de la música y que, sin subirse jamás a un escenario, escribió una parte fundamental de la historia cultural del mundo hispano.