Bergoglio, el papa argentino que llegó a Roma a enfrentar los pecados del Vaticano

Su elección por parte del cónclave cardenalicio en el Vaticano tuvo el claro propósito de intentar darle un nuevo rostro a la Iglesia Católica.

De carácter afable, estilo austero y carisma popular. Así posiblemente sea recordado el argentino Jorge Bergoglio (1936-2025), devenido en Francisco, el primer papa latinoamericano, que le dio a la Iglesia Católica un aire nuevo cuando más lo necesitaba.

A las 19.06 del 13 de marzo de 2013 se escuchó en Buenos Aires un masivo grito de celebración por parte de la creyente sociedad argentina. Así fue como se recibió la noticia en esta capital de que el entonces arzobispo porteño había sido elegido el nuevo sucesor de San Pedro, el número 266 de la historia, primero del Sur en desarrollo y de formación jesuita.

Su elección por parte del cónclave cardenalicio en el Vaticano tuvo el claro propósito de intentar darle un nuevo rostro a la Iglesia Católica y poder volver a conquistar fieles, limpiando su imagen de los escándalos sobre abusos de menores por parte de curas que estallaron por todo el mundo.

Las denuncias habían explotado en los meses previos y afectado especialmente al hasta entonces papa Benedicto XVI, a quien se lo acusaba de pasividad. El alemán Joseph Ratzinger decidió, ante la presión, renunciar (el primero en hacerlo desde la Edad Media) y quedar a un lado como «papa emérito».

La aparición de Bergoglio ante la Plaza de San Pedro ese 13 de marzo, en una vestimenta religiosa sin opulencia, le dio ya al mundo una idea del estilo sencillo que caracterizaría al nuevo papado.

Eso lo confirmó con el nombre que eligió para el cargo: Francisco, en homenaje a la humildad de San Francisco de Asís, así como su discurso ante los fieles: «Ustedes saben que el deber del cónclave es darle un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales fueron a buscarlo casi al final del mundo, pero aquí estamos».

Francisco imprimió un sello nuevo en varios aspectos. Fue, por ejemplo, el primer papa tuitero, cambió el blindaje del papamóvil por un todoterreno blanco descubierto y mostró un tono sobrio también desde la misa de su inauguración, seis días después de ser elegido, sin los clásicos zapatos rojos, el sobrepelliz y la muceta roja de la cruz pectoral de oro y piedras preciosas que usaron sus antecesores. «Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio», dijo en esa ceremonia.

Ese día en su tierra natal, la entonces presidenta Cristina Fernández (2007-2015), que lo visitó en el Vaticano un día antes de su unción, decretó asueto escolar por considerar la jornada como uno de los «acontecimientos más importantes que se han producido a lo largo de toda la historia argentina», más allá de lo religioso.

Lo caracterizaron también a Francisco sus salidas de protocolo, su facilidad de acceso y sus saludos a las masas, poniéndolo a veces incluso bajo peligro.

REFORMISMO

Como papa, Bergoglio mantuvo un discurso crítico a las elites eclesiásticas y sus beneficios, lo que generó esperanzas en muchos sectores de una verdadera reforma en el Vaticano.

Sus opiniones más aperturistas sobre temas escabrosos para la Iglesia, como la homosexualidad o el papel de las mujeres, así como sus críticas políticas y sociales, como cuando abiertamente condenó las leyes migratorias del primer Gobierno de Donald Trump (2017-2021) en EEUU, lo perfilaron para muchos como un papa «progresista» o «reformista».

Asimismo, lanzó un duro discurso contra la pederastia en la Iglesia e incluso convocó a una cumbre católica en la que se decidió crear una comisión especial para investigar las denuncias de abusos a menores por parte de religiosos.

No obstante, algunas estructuras y principios históricos del catolicismo se mantuvieron: no se abrió paso al matrimonio homosexual ni el camino para que mujeres accedieran al obispado.

De todas formas, su figura podría representar un legado más que relevante, por ejemplo, para el pensamiento ambiental del siglo XXI. Su segunda encíclica se centra en el planeta Tierra como «la casa común» a todos y todas y cuestiona, entre otras cosas, al consumismo y el desarrollo irresponsable.

El «Laudato Si» («Alabado seas», en latín) insta a «reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres».

La construcción social fue el faro que guió el rumbo de Bergoglio, desde que era un muchacho preseminarista nacido y criado en el barrio porteño de Flores, fanático del fútbol y de su club, San Lorenzo de Almagro.

Sin embargo, su figura se vio ensombrecida luego de que en la prensa argentina se recogieran testimonios asegurando que, durante la última dictadura militar (1976-1983) y cuando era superior de la congregación jesuita en su país, le habría retirado protección a dos sacerdotes que llevaban adelante tareas sociales en barrios marginales.

Bergoglio aseguró luego que hizo todo lo posible para salvar a los religiosos del terrorismo de Estado, y el premio Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel salió en su defensa, afirmando que no tuvo vínculo alguno con el régimen militar.

En sus últimas semanas siguió mostrándose fiel a su estilo al referirse a acontecimientos diarios como Gaza y criticar nuevamente a Trump por las deportaciones masivas de migrantes indocumentados que el nuevo gobierno estadounidense puso en práctica no bien asumió el 20 de enero.

Francisco dijo que seguía de cerca «la importante crisis que está teniendo lugar en los Estados Unidos con motivo del inicio de un programa de deportaciones masivas. La conciencia rectamente formada no puede dejar de realizar un juicio crítico y expresar su desacuerdo con cualquier medida que identifique, de manera tácita o explícita, la condición ilegal de algunos migrantes con la criminalidad».

«Lo que se construye a base de fuerza, y no a partir de la verdad sobre la igual dignidad de todo ser humano, mal comienza y mal terminará», afirmó en una carta a obispos estadounidenses.

La muerte lo encontró antes de que pudiera regresar a América del Sur, días después de pedir a sus fieles que rezaran por la paz en la decena de conflictos armados actuales, como en Ucrania, Palestina, Israel, Sudán del Sur, entre otros.

«Pienso en tantos países que están en guerra (…) No olviden que la guerra es siempre una derrota. No nacimos para matar, sino para ayudar a las personas a crecer, para que puedan encontrar caminos de paz. Por favor, pidan por la paz en sus oraciones diarias», dijo el Papa en una de sus últimas audiencias.

Una bronquitis que se agravó para transformarse en una infección de las vías respiratorias puso fin a un papado que será difícil replicar con ese sello tan particular.

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