
Argentina se reafirma en búsqueda de un «veranito financiero» con respaldo del FMI
El rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI) por 20.000 millones de dólares confirmado el viernes, que salvó a un Banco Central agobiado por la pérdida de reservas y acompañó un levantamiento parcial de las restricciones cambiarias existentes, es para el Gobierno parte de la tercera fase de su programa.
El presidente de Argentina, Javier Milei, pasó de su peor semana de gestión a la más optimista, a decir de las expresiones de júbilo y desdén que profirió por estos días en defensa de su política económica y en contra de quienes advertían de los riesgos que entrañaba su modelo.
Ese entusiasmo, que espolea la revista estadounidense Time al elegir a Milei como una de las 100 personalidades del mundo más influyentes por segundo año consecutivo, tiene como principal escudero al ministro de Economía, Luis Caputo. «Hemos solucionado los problemas económicos que la política ignoró o usufructuó por más de 100 años», afirmó el miércoles en las redes sociales.
El rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI) por 20.000 millones de dólares confirmado el viernes, que salvó a un Banco Central agobiado por la pérdida de reservas y acompañó un levantamiento parcial de las restricciones cambiarias existentes, es para el Gobierno parte de la tercera fase de su programa.
En tanto, economistas consultados por la Agencia Sputnik lo interpretan como la continuidad de un esquema de dólar barato y salarios atrasados que apoya EEUU con el salvataje del FMI y de otros organismos multilaterales.
«La primer consecuencia de este nuevo modelo es que le da aire al Gobierno, libertad para llegar cómodo hasta las elecciones parlamentarias de octubre, después de que el régimen anterior colapsara», refiere el economista Lavih Abraham, economista de Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (Mate) y docente de la Universidad Nacional de Rosario.
El Gobierno estableció un nuevo régimen cambiario con una banda de flotación del dólar entre los 1.000 y 1.400 pesos, cuyos límites se amplían 1 por ciento cada mes, con el objetivo de que los inversores vendan esa divisa para apostar al peso argentino.
El nuevo esquema cambiario es respaldado por los cuantiosos desembolsos que llegaron esta semana al país sudamericano: 12.000 millones de dólares del FMI y 1.500 millones de dólares adicionales del Banco Mundial.
La devaluación del peso argentino pasó del 13 por ciento al 5,6 por ciento al término de esta semana corta. Pero alimenticias y aceiteras aumentaron sus listas en torno al 10 por ciento, lo que pone en riesgo la principal baza del Ejecutivo, que es la desaceleración de la inflación, ya puesta en crisis con dos meses consecutivos de los precios al alza, y con la previsión de que así continúe por al menos otro bimestre.
«Ésa es la segunda consecuencia de este esquema: el aumento de la inflación, cuando el principal activo de este Gobierno era el sostenimiento de una inflación a la baja. Con esto, van a venir meses difíciles para poder sostener este relato de que el esfuerzo económico vale la pena porque la inflación bajó», razona el economista de Mate.
Mientras EEUU impulsa una guerra arancelaria contra China, el tercer efecto de este modelo es que la nación sudamericana «se encuentra en una situación más vulnerable de cara a los acreedores externos, y más dependiente del FMI y de las decisiones que se tomen allende nuestras fronteras», añade Abraham.
La eliminación parcial de las restricciones cambiarias tendrá como efecto una baja de la prima de riesgo, pero también dejará a la nación sudamericana más indefensa ante las turbulencias externas, mientras que el rescate del FMI representa el fracaso del programa económico del Ejecutivo, por más que la presentaran como una fase más del mismo esquema, coincide la economista Celina Calore, referente del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso).
«La pulseada la ganó el FMI, pues el Gobierno tuvo que ir a pedir un nuevo desembolso y el organismo no lo da sin condicionamientos: reclamó la salida del cepo y la corrección del esquema cambiario, algo que el Gobierno no quería porque sabe que esto se traslada a precios, que es el gran logro que quería conservar», explica.
Argentina cara
Bajo este esquema y con el paso de los meses, el peso argentino se continuará apreciando por encima del aumento de precios, lo que volverá a Argentina más cara, en un contexto en el que las importaciones inundan el mercado y no hay una protección de la industria nacional a la competencia extranjera.
«El dólar se abarató y va a seguir atrasado (…) Argentina convenía hacer turismo y ahora es expulsivo. Hasta 2023 era un país barato, y ahora es carísimo», retoma Abraham.
Para este especialista, la actual gestión lleva adelante una gran operación de marketing con la que festeja el relanzamiento de un programa que estaba a punto de derrumbarse. «Es raro el festejo, teniendo en cuenta que el Gobierno tuvo que acudir al FMI: festeja algo que no debería celebrar, pero en realidad está maquillando una importante derrota», asume.
La corrección del tipo de cambio oficial en Argentina tiene consecuencias no solo para los precios internos, sino también para el tejido productivo que se mueve alrededor del precio del dólar, en un país con insumos importados y una economía bimonetaria, interviene Calore.
El cambio de régimen cambiario, el levantamiento parcial del cepo y la confirmación del rescate por parte del FMI se dieron a conocer el mismo día en que se difundió el dato de inflación de marzo, que saltó al 3,7 por ciento, el dato más alto desde agosto de 2024.
«El año pasado se pudo sostener este esquema cambiario gracias al ingreso de divisas y el mantenimiento del cambio atrasado que mantuvo con el pago de importaciones (a través de los bonos Bopreal) y con el blanqueo de capitales», refiere la economista de Ceso.
«Pero esos beneficios se licuaron y ahora no quedaba otra que pedir más ayuda al FMI», añade.
El endeudamiento de Argentina, que era insostenible a partir del rescate de 40.000 millones de dólares que el FMI concedió al Gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), se agrava aún más con la hipoteca que representará este nuevo préstamo para las generaciones futuras.
«Esta euforia que intenta mostrar el Gobierno es parte de sus formas, que es exultante, gritón, provocador y se jacta de eso. El año pasado, festejaron con un asado el recorte a las jubilaciones», recuerda Calore.
«Pero el problema de fondo no se soluciona, ni con el nuevo acuerdo ni con el cambio de esquema cambiario: nos faltan dólares. Argentina no produce la cantidad de divisas que necesita para su funcionamiento, y mucho menos lo hará en una situación de apertura comercial», considera.
En esta rueda interminable, la nación sudamericana está sujeta a las respuestas del mercado, el nivel del tipo de cambio que prevalezca, y cómo se trasladará a los precios internos.
Se abren varias incógnitas para el Ejecutivo, una vez pasen las ganas de celebrar: hasta dónde llegará la caída del consumo, que acumula 15 meses consecutivos a la baja; cuántos dólares venderán los agroexportadores en este segundo trimestre, en el período de máximas liquidaciones; y cómo evolucionarán los salarios, que este año corren detrás de la inflación.
Entre tanto, Argentina tiene por delante un horizonte de reformas en materia impositiva, previsional y laboral, según exige el FMI como contrapartida a sus desembolsos.
La baja de subsidios a la energía, la quita de las restricciones cambiarias, la aceleración de las privatizaciones y la suma de reservas del Banco Central, junto con la consolidación de una economía desregulada, son otras de las condiciones del organismo que el Gobierno intentará postergar hasta las elecciones parlamentarias de octubre, cuando se renuevan de manera parcial las dos cámaras del Congreso.
Por: Ana Delicado Palacios