Volver a clases: La educación repite el curso

Por Marcelo Trivelli, director Fundación Semilla.

Como si un estudiante repitiera el curso, volver a clases es volver a más de lo mismo. Cada año, con el inicio del año escolar, el debate sobre la calidad de la educación en Chile se reaviva, pero las soluciones siguen siendo escasas.

Nos preocupamos por los bajos puntajes en el SIMCE a nivel nacional y en la prueba PISA a nivel OCDE, pero ¿qué estamos haciendo realmente para cambiar esto? La educación no puede ser sólo un sistema que prepara para el trabajo; debe ser, ante todo, una herramienta para la formación de ciudadanos críticos y comprometidos con sus semejantes.

La crisis sanitaria reveló las carencias del sistema educativo en cuanto a la formación socioemocional del estudiantado. No basta con reforzar los contenidos curriculares tradicionales si no abordamos de manera efectiva el bienestar emocional y la convivencia escolar.

Ahora, ¿qué haremos diferente? Tenemos que repensar el enfoque de la educación en Chile. El mundo está amenazado por el totalitarismo que se aprovecha de la incapacidad para discernir en valores. Debemos priorizar el desarrollo del pensamiento crítico, una habilidad fundamental en una era donde las “fake news” y la manipulación informativa están a la orden del día, especialmente en un contexto donde algunos líderes de opinión usan sus redes sociales para difundir falsedades sin consecuencias reales.

Para lograrlo, es clave actualizar los métodos de enseñanza. La memorización de información debe dar paso a estrategias de aprendizaje basadas en la resolución de problemas, el debate informado y la construcción de conocimientos en comunidad. Fomentar el pensamiento crítico no significa simplemente incluir nuevas asignaturas, sino transformar la manera en que se enseña cada materia en que el profesorado plantee las preguntas en vez de simplemente exponer las respuestas.

La formación socioemocional debe convertirse en un pilar fundamental del currículo. La escuela debe ser un espacio donde los estudiantes adquieran conocimientos básicos y que aprendan a gestionar sus emociones, a desarrollar empatía y a relacionarse de manera saludable con los demás. Para ello, se necesita capacitación docente, materiales adecuados y, sobre todo, un cambio de paradigma en la forma en que concebimos la educación.

Si queremos construir una identidad compartida libre de violencia y de abusos, la educación en valores no puede recaer exclusivamente en la familia. La escuela y la comunidad educativa tienen un rol fundamental en la formación de ciudadanos responsables, éticos, honestos, respetuosos de los demás y conscientes de que la vida en comunidad exige empatía y también dejar atrás el egoísmo asociado al individualismo exacerbado de nuestra época.

Volver a clases no puede ser volver a lo mismo. Si no queremos repetir el curso, es urgente atreverse a implementar un sistema que forme ciudadanos críticos, preparados para enfrentar los desafíos del siglo XXI. La educación no debe ser sólo un medio para acceder al mercado laboral, sino el motor de una sociedad democrática evitando los “cantos de sirena” del autoritarismo.

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