El Brutalista: cuando la técnica supera el argumento

Por Miguel Reyes Almarza, periodista e investigador en pensamiento crítico.

★★★★☆ (4 sobre 5)

Sí, a la gente le gustan las buenas historias, eso es innegable. Pero hay algo en la visualidad de una obra que puede despertar sensaciones más allá de la narrativa que la sostiene. Eso es El Brutalista (2024): una película impecablemente realizada, pero con una historia que se cuenta con más ambición que acierto.

No es solo que, después de casi tres horas y media de metraje, la película deje una sensación de agotamiento. El problema es que se pierde en sus propias pretensiones, enredándose en subtramas que terminan restando profundidad no solo al desarrollo de los personajes, sino también a las emociones —intensas y complejas— que atraviesan la difícil vida de su protagonista.

Brady Corbet (La infancia de un líder, 2015) nos conduce por la historia de László Tóth, un arquitecto húngaro interpretado por un consolidado Adrien Brody (El Pianista, 2003, Oscar al Mejor Actor), que deja atrás un país devastado por la guerra para buscar una nueva oportunidad en Estados Unidos. A su lado, Erzsébet, encarnada por Felicity Jones (La teoría del todo, 2014), enfrenta no solo el reto de construir estructuras, sino también el desafío de edificar una vida en una tierra de promesas tan grandes como inciertas. Con una atmósfera de nostalgia y desarraigo, la película se sumerge en un relato de sueños, sacrificios y una lucha implacable contra las secuelas de un pasado que nunca termina de quedar atrás.

Sin embargo, dentro de esa estructura, la película intenta abarcar más de lo que realmente puede sostener. Desde los vacíos en el origen del protagonista hasta su relación con el primo que le da la primera mano en su llegada a EE.UU., pasando por la compleja dinámica con Erzsébet —un vínculo que atraviesa la pasión, las adicciones y una brutal enfermedad degenerativa—, el relato se dispersa y pierde solidez. En el fondo, es un drama histórico que, en lugar de profundizar en sus capas más complejas, queda atrapado en un viaje del héroe ampuloso y de mucha pretensión, explorado hasta el hartazgo en la cinematografía.

Visualmente, eso sí, El Brutalista es una pieza extraordinaria. La dirección y la fotografía —que recorren Budapest y Carrara, Italia— capturan escenarios con un nivel de detalle histórico admirable. Corbet refuerza esta estética filmando en formato VistaVision, con la intención de estrenar en 70 mm y evocar la grandilocuencia cinematográfica de los años 50. El resultado es hipnótico: imágenes con una riqueza visual impresionante y una cuota de nostalgia que se siente en cada encuadre.

Todo esto es, sin duda, magistral —razón por la cual la película compite en los Oscar 2025 en categorías como Mejor Dirección, Mejor Fotografía, Mejor Diseño de Producción y Mejor Montaje—, aunque no sin ciertas imprecisiones formales. Porque, claro, cuando se habla de arquitectura, los expertos en la materia no tardan en levantar la voz. Y aquí el brutalismo arquitectónico brilla por su ausencia… al menos hasta el epílogo. Durante gran parte del metraje, lo que predomina es el modernismo temprano, algo que no ha pasado desapercibido para los especialistas. Más allá de la polémica, este debate ayuda a poner aún más atención en la propuesta visual de Corbet.

Y sí, El Brutalista tiene poco de brutalista en términos arquitectónicos. Recién en la parte final se rescatan algunas obras del género, pero hasta entonces el relato se desarrolla en una contradicción estética constante. Mientras el brutalismo apuesta por la pureza de los materiales en su estado más elemental —hormigón, madera, acero— y estructuras geométricas limpias, la película opta por un enfoque narrativo más recargado, más barroco en su detallismo. Los espacios oníricos creados en las canteras de mármol de Carrara merecerían, por sí solos, un spin-off.

Hasta la fecha, El Brutalista ha cosechado elogios en distintos frentes. Su estreno en el 81.º Festival Internacional de Cine de Venecia, el 1 de septiembre de 2024, marcó el inicio de su reconocimiento, con Brady Corbet llevándose el León de Plata a la Mejor Dirección. El American Film Institute no tardó en incluirla entre las diez mejores películas del año, resaltando su valentía narrativa y su impecable propuesta visual. Su éxito continuó en los Globos de Oro, donde obtuvo tres galardones, incluyendo el de Mejor Película Dramática.

De cara a los Oscar, la cinta se perfila como una de las más destacadas de la temporada con 10 nominaciones, entre ellas Mejor Película, Mejor Actor Protagonista y Mejor Actriz de Reparto. Y aunque su discurso no siempre alcanza la grandeza de su estética, El Brutalista es un espectáculo cinematográfico que, al igual que su protagonista, sueña en grande… aunque en el intento, a veces, pierda el rumbo.

Disponible en cines.

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