Mientras que un bulo es una noticia falsa propalada con algún fin, el término paparrucha le agrega que es esparcida entre el vulgo. (Esto en inglés es conocido como “fake new” o noticia falsa).
Este es un tema en la palestra. Muchos plantean la necesidad de aprender a diferenciar las noticias ficticias de las reales, y proponen que la única forma de hacerlo es buscar por uno mismo, en diversas fuentes, información sobre la materia que le interesa, para formarse un juicio sobre lo que en verdad pudo ocurrir o que pueda estar ocurriendo sobre ese tema.
Y ¿Por qué hay bulos, o paparruchas, o fake-news?
No soy periodista ni tengo esa formación, por lo que para iniciar en el tema, creí necesario tener ciertas claridades, como pueden serlo los principios éticos y morales de la profesión, tal como hay declaraciones en otras actividades y profesiones, como la medicina, por ejemplo, con su conocido Juramento Hipocrático. Tuve que consultar sobre esto, así eché mano de lo que tengo más cercano: mi ChatGPT. Le pedí que, desde el punto de vista de un periodista colegiado y experimentado, me enumerara lo que pudiera entenderse como los principios fundamentales y los paradigmas de la profesión. Y me respondió que:
- Veracidad y Precisión.
- Objetividad e Imparcialidad.
- Independencia.
- Responsabilidad Social.
- Transparencia y Honestidad.
- Respeto por la Privacidad y la Dignidad Humana.
- Pluralismo y Diversidad. Y
- Fiscalización del Poder.
Y me hizo sentido. Un bulo parte por incumplir el primer enunciado, lo que lo define. Pero, ¿cuáles serían las causas para que estos existiesen? Le pedí que me respondiera desde el punto de vista de un periodista y editor experto, analítico y crítico. Y me respondió que, entre las principales causales, y además de otras, se encuentran:
- a) Motivación económica y sensacionalismo (monetización; y reducción de costos y tiempos).
- b) Intereses políticos e ideológicos (propaganda y manipulación; y polarización y desinformación intencional).
- c) Presiones externas y censura (presiones empresariales o gubernamentales; y amenazas y coerción).
- d) Baja ética profesional y falta de rigor (formación deficiente; y descuido y negligencia).
- e) Ego y búsqueda de reconocimiento (protagonismo y reputación; y construcción de «marcas personales»).
- f) Venganza o rencillas personales (desacreditar rivales). Y
- g) Fallas Sistémicas y Crisis del Modelo Periodístico (falta de supervisión editorial; y desconfianza en los medios tradicionales).
Estos factores no justifican la difusión de bulos, pero sí explican cómo la combinación de presiones económicas, políticas y personales, junto con la crisis de valores periodísticos, puede corromper la información y por ende la profesión. La lucha contra los fake news requiere un compromiso renovado con la ética, la formación rigurosa y la independencia informativa. Sin embargo, no ocurre. ¿Por qué?
Tal como dice un amigo, se cuenta con dos opciones para pensar: Positiva o negativamente. ¿Y cómo entender esto? Pues si lo pensáramos positivamente, podríamos inclinarnos a pensar que los bulos existen porque razones más humanas, o “factores inocentes”, como puede ser la falta de experiencia del periodista, un ego exacerbado mal atendido, la ansiedad por publicar, u otro factor de similar valor, como también la falta de una editorial rigurosa por razones económicas, etcétera. Por otro lado, si lo pensamos negativamente, podríamos citar desde la mala formación brindada por la institución de educación superior en la que cursó estudios el profesional, pasando por la falta de interés del mismo por ascender y trascender en la profesión; hasta llegar a pensar que las motivaciones son anti-éticas, tales como el peculio, odiosidades, ceder a presiones de cualquier tipo, o razones de poder. Estas serían culposas, más que las anteriores. Y todas ellas deberían está obligadas a la rectificación de forma perentoria por la ley y a resarcir cuando corresponda, tanto por daños personales como por aquel infringido contra la fe pública.
También puede pensarse neutralmente, lo que sería equivalente a pensar que las cosas ocurren aleatoriamente, o que son parte de las reglas del juego, o que no hay dolo ni culpa en tales sucesos.
Antiguamente, ante estas noticias falsas se exclamaba: ¡Patrañas!