Kamala Harris: La hija de inmigrantes llamada a convertirse en primera presidenta de EEUU

De madre india y padre jamaicano, son muchos los que ven en Harris la encarnación del sueño americano: nacida en Oakland (California) en el seno de una familia interracial, creció en Berkeley, donde pudo beneficiarse de un programa de autobuses de integración escolar para familias afroamericanas.

La actual vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, se medirá el próximo 5 de noviembre con el expresidente y candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, en unas elecciones que podrían llevarla a hacer historia y convertirla en la primera presidenta del país norteamericano.

Harris, que dice erigirse como la única solución posible para hacer frente a un candidato que, en sus propias palabras, supone «un peligro para el país y el bienestar de todos los estadounidenses», ha centrado la mirada en un concepto muy claro a lo largo de su trayectoria profesional: la defensa de la «libertad, con pasión y respeto por la ley».

Con una carrera llena de primeras veces que han sido definidas por Harris como un ejemplo de que Estados Unidos es un país «lleno de posibilidades», la política demócrata fue la primera senadora indo-afroamericana y la primera mujer con estas raíces en ocupar el cargo de fiscal general de California.

Acostumbrada a romper la norma, también fue la primera en convertirse en vicepresidenta de la mano de Joe Biden, quien le había tomado juramento en el pasado cuando llegó de forma inesperada al Senado. En la Cámara Alta fue ganando visibilidad con sus discursos y sus conocidas disputas, especialmente con el republicano Rand Paul en torno a la ley contra el linchamiento.

De madre india y padre jamaicano, son muchos los que ven en Harris la encarnación del sueño americano: nacida en Oakland (California) en el seno de una familia interracial, creció en Berkeley, donde pudo beneficiarse de un programa de autobuses de integración escolar para familias afroamericanas.

Posteriormente, tras el divorcio de sus padres, se mudó a Canadá, país en el que vivió durante unos años hasta su regreso a Estados Unidos para asistir a la Universidad de Howard, históricamente vinculada a la población afrodescendiente.

Harris, ferviente defensora de las oportunidades, afirma haberse criado en un ambiente en el que «el activismo formaba parte de la vida diaria». Así, ha recalcado su pasión por defender a los más desfavorecidos a pesar de que Trump insiste en acusarla de mentir y carecer de las suficientes «capacidades cognitivas» para ejercer el cargo de mayor relevancia de Estados Unidos.

Tras graduarse en Derecho y volver a California, Harris trabajó años como fiscal antes de ser elegida en 2004 como fiscal de distrito de San Francisco. Durante esta etapa fue duramente criticada al solicitar la cadena perpetua –y no la pena capital– contra el principal acusado de haber disparado y matado al agente de Policía Isaac Espinoza.

Fue durante su trabajo como fiscal general de California cuando conoció a Beau Biden, el ya fallecido hijo mayor de Biden y al que muchos señalan como el principal responsable de que la ahora candidata demócrata a la Casa Blanca haya llegado tan lejos a nivel político.

SU LLEGADA A LA POLÍTICA

Harris irrumpió en 2015 como senadora para sustituir a Barbara Boxer, que llevaba más de dos décadas en el cargo, y recibió el apoyo incondicional del entonces presidente, Barack Obama, y del que fuera entonces su ‘número dos’, Joe Biden.

Desde el hemiciclo, formó parte de la Comisión Judicial y defendió el proceso de destitución contra Trump. Después, decidió lanzar su carrera a la Casa Blanca, de la cual tuvo que retirarse ante la falta de fondos y las crecientes discrepancias internas.

Sin embargo, y tras protagonizar un encontronazo con el propio Biden en relación a las políticas para minimizar la segregación racial en los colegios, en agosto de 2020 fue presentada como compañera de fórmula del que luego se convertiría en el inquilino de la Casa Blanca.

Al aceptar de buen grado la elección en lo que parecía a todas luces el regreso del tándem demócrata a la primera fila de la política estadounidense, Harris resaltó la importancia de unir al país ante el «fracaso de Trump». Asimismo, denunció la existencia de un «racismo estructural» que abocaba a Estados Unidos a un «punto de inflexión».

DESAFÍOS

La ahora candidata a la Presidencia, de 60 años y casada con el abogado Doug Emhoff, tendrá que hacer frente a numerosos desafíos en caso de hacerse con la victoria en una carrera electoral que parte de unos datos de intención de voto sumamente ajustados, según los sondeos.

Aunque muchos le achacan un «perfil bajo» en su desempeño como vicepresidenta y hablan de su llegada a la candidatura como un acto de «rebote» ante la creciente preocupación sobre la salud de Biden, Harris, junto a su ‘número dos’, Tim Walz, se mantiene optimista y destaca los puntos fuertes de las políticas de la Administración actual.

De esta forma, ha defendido la entrega de armas a Ucrania para hacer frente a la invasión rusa, al tiempo que ha resaltado el derecho de Israel a una «legítima defensa» a medida que el conflicto se recrudece en Oriente Próximo.

En este sentido, y a pesar de apostar por dar apoyo militar a Israel, ha instado a lograr un alto el fuego y evitar la masacre de la población civil en Líbano y la Franja de Gaza, mientras respalda una solución de dos Estados que ponga fin a décadas de conflicto palestino-israelí tras la muerte de más de 42.000 personas en el enclave palestino durante el último año.

POLÍTICA INTERNA

En su defensa por los derechos civiles, Harris ha centrado su campaña a nivel interno en la defensa de las mujeres, las personas racializadas y los derechos de la comunidad LGTBI, por lo que ha reivindicado la lucha contra la desigualdad y la importancia de salvaguardar el acceso al aborto, al tiempo que ha incidido en la importancia de lograr una asistencia sanitaria asequible para la población.

Respecto al control de armas, un tema candente en el seno de la sociedad estadounidense, ha defendido la posibilidad de reforzar el acceso y aumentar el control sobre la posesión, si bien levantó la polémica en septiembre tras asegurar sin titubeos durante un programa de la presentadora Oprah Winfrey que no dudaría en disparar a cualquiera que decidiera entrar en su casa.

A pesar de su bagaje personal y su historia familiar, la cuestión migratoria supone un dolor de cabeza para la actual vicepresidenta, que busca mantener un fuerte dispositivo de seguridad mientras diseña una reforma de las políticas migratorias que podría conducir a una mayor militarización de la zona.

No obstante, dice apostar por introducir medidas que permitan a los migrantes sin documentación acelerar su solicitud para obtener la ciudadanía en caso de haber trabajado en el país norteamericano y culpa a Trump de la falta de seguridad en la frontera, señalando su oposición al proyecto de ley bipartidista elaborado por varios legisladores, algunos de ellos republicanos.

Aunque ha recibido críticas por sus supuestos cambios de opinión en materia política, la candidata demócrata ha defendido que esto responde únicamente a una «evolución» y ha asegurado que sus valores «no han cambiado». Así, ha sostenido que su postura sobre determinadas cuestiones, como la polémica práctica del ‘fracking’ se mantiene invariable: «como presidenta no prohibiré el ‘fracking’ (fracturación hidráulica) porque se puede construir una economía próspera de energía limpia sin una prohibición».

Este tema se ha vuelto de especial importancia en estados como Pensilvania, que supone uno de los principales productores de gas natural de todo el país y puede ofrecer a los candidatos un total de 19 votos electorales, por lo que el propio Trump la ha acusado de pervertir sus principios por cuestiones electoralistas.

Harris, por su parte, sigue cuestionando las aptitudes de Trump para volver a la Presidencia y argumenta que es una persona inestable que representa «el caos, el miedo y el odio».

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