Pocas horas antes del Día de las Glorias del Ejército y la tradicional Parada Militar 2024, en la que marcharon casi 8 mil efectivos de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile, en el Líbano explotaron cientos de dispositivos de comunicación, los conocidos beepers y walkie-talkie. También teléfonos móviles.
Si bien Israel no ha asumido la autoría de este repudiable ataque de la guerra moderna, que mató a varios comandos de Hezbolá e hirió a miles de personas, incluidos niños, Los Ángeles Times informó que una fuente anónima del gobierno estadounidense señaló que fueron avisados por Tel Aviv de esta mortífera acción.
Antes de este ataque, en un mundo atravesado por varias guerras, vimos drones y aviones no tripulados, cohetes lanzados desde miles de kilómetros, incluso en manos de fuerzas irregulares, “estrellándose” contra escudos o cúpulas de hierro que protegían el territorio israelí.
Este país, además, ya tiene su sistema de defensa láser. El Escudo de Luz mantiene una potencia de 100 kW a 10 kilómetros para freír drones y misiles. Ni hablar de soldados, tanques o caballería. O a soldados a caballo con grandes tambores.
La guerra entre Armenia y Azerbaiyán de hace unos años, que ganó Bakú en 44 días, nos mostró que el triunfo lo obtiene quien maneja mejor las armas de precisión modernas (con drones de ataque, drones kamikaze antiradiación y misiles balísticos Lora), armas con las cuales Ereván (capital de Armenia) no contaba.
Según una nota de un experto, Azerbaiyán logró destruir cerca de 200 vehículos de combate, 230 piezas de artillería y 30 sistemas de defensa antiaérea armenios, con esos “juguetitos” de la guerra moderna. Además, utilizó las imágenes obtenidas en estos ataques para efectuar una potente guerra comunicacional.
El aire en la región de Karabaj no fue controlado por aviones F16 sino por estos drones de ataque y de misiles de alta precisión terminal.
“Los drones kamikazes son una grave amenaza, como se ha demostrado en la guerra entre Rusia y Ucrania y, según los expertos los buques del futuro deberán estar diseñados para operar drones, vehículos de superficie y submarinos no tripulados, multiplicando así sus capacidades bélicas” señala un artículo publicado hace un par de años respecto al futuro de la guerra.
Coincidiendo en que se debe disminuir el presupuesto en armamento y acordar con los países vecinos una serie de medidas para evitar confrontaciones y no llegar a conflicto bélico alguno, la Parada Militar de los 19 de septiembre, quiéraselo o no, es tomada como una demostración de fuerza. De lo contrario no se movilizarían, a un costo extremadamente alto, 12 aviones F16 que hacen temblar los cielos santiaguinos.
Pero, ¿es lo que se mostró el jueves un poderío militar? «Claro que no, no hubo tanques», dirán algunos. Pero (y lo más grave) tampoco nada que nos mostrara a unas fuerzas armadas modernas y preocupadas de la guerra del futuro. Por ejemplo: un destacamento de drones, que sabemos que los tienen, que sirviera no solo para demostrar que Chile va a la avanzada en la materia sino que, además, invitara a nuevas generaciones a unirse a una fuerza que no solo se nutre de lo físico o lo ideológico. Armas profesionales y orientadas hacia el siglo XXII.
Vimos alta montaña, perros al servicio de causas nobles, soldados que cantan con vigor. Si quieren, también, gallardía. Pero la Parada de hoy, no puede ser la misma que la de hace 20 años y similar a la de la década del 50 del siglo pasado.
Las Fuerzas Armadas son de todos los chilenos, algunos las quieren ver combatiendo el narcotráfico y el crimen organizado, hasta el delito común, emparejando su acción con la que realizan Carabineros o la PDI. Desean desnaturalizarlas para usarlas. Pero sabemos que ello ya no les es posible.
Los tiempos modernos requieren de unas Fuerzas Armadas 5.0. Y a esas, no las vimos el pasado jueves. Urge, entonces, si es que lo tienen, que muestren sus avances y modernidad.