La Lógica del Escorpión: Nombre: Charly García; profesión: Rockstar
Por Miguel Reyes Almarza, Periodista e investigador en pensamiento crítico.
★★★★★ (5 sobre 5)
Charly García –o esa alma que habita en el cuerpo de Carlos Alberto García Moreno- es indudablemente un fenómeno musical irrepetible y motivo indeleble del auge y caída del rock latino. Ya sea, desde su incombustible y virtuosa relación -como fundador o padrino- con casi toda la “crema y nata” del rock argentino, desde fines de los sesenta y campeando por cada una de las décadas siguientes con una originalidad e indiscreción pasmosa; hasta el honesto y visceral reconocimiento en vida por parte del popular cantautor León Gieco, quien declaraba al mundo de las artes musicales una verdad inapelable: “somos del grupo los Salieris de Charly y le robamos melodías a él”. García, el mismo que desafió a la vida lanzándose de un noveno piso a una pequeña piscina en un hotel de Mendoza y que hoy, 7 años después de su último disco Random y en un extraño proceso de rehabilitación, nos tiene rayando con su obra más reciente titulada “La lógica del escorpión”.
Y es que para ser honestos y más allá del fanatismo por el último rockstar vivo de este lado del mundo -y del que menos se esperaba tan extensa marca- esta vez y otra vez, Charly nos regala una obra que para clásica solo le falta un poco de pasado. Un trabajo de precisión musical milimétrica y sin un ápice de renuncia a la acidez y el descaro de ese rock tan García, cada vez tan escaso.
Son 13 canciones que se escurren en poco más de media hora y resuelven una especie de declaración de principios fundantes de toda la obra de Charly, sus influencias, sus amistades y su coherencia de vida.
La apertura es un auto-cover -si el término no existe, García lo crea- de la canción Break It Up (2010) de su álbum de 2017, Kill Gil. Esta vez en español Rompela es una invitación a la transgresión, la misma que mantiene con vida a García luego de tantos y profundos coqueteos con los excesos. Un rock sucio y básico que perfectamente podría ser el opening de cualquier revolución.
Lo sigue una balada rock intitulada: Yo Ya Sé. Una especie de indulgencia para sí mismo y para todos, un llamado a ser lo que somos, sin caretas, es Charly en sus horas calmas, con esa perspectiva de que menos, es más; después de romper todo, es bueno saber que podemos estar satisfechos con nuestros errores.
El club de los 27 es, al parecer, un anhelo incumplido y aunque méritos nunca le faltaron, Santa Cecilia decidió no llamarlo y dejarlo con nosotros ¡Amén! Un blues de vieja escuela, que obviamente debía ser intervenido por el gran David Lebón, compañero de tantas batallas en esa clásica guitarra quejumbrosa. La primera referencia externa a la cantante norteamericana Patti Smith «Cristo fue crucificado por pecados de alguien más (no por los míos)” dice Charly zafando de cualquier responsabilidad. Un disparo es la sentencia final de este juego.
La Medicina N°9, nos lleva al riff del Rap de Las Hormigas (1987), de vuelta a sus recursos más valiosos, para adentrarse en una clara mención a las drogas “a veces con vivir no alcanza” dice el músico mientras de fondo va apareciendo el loop de Revolution 9 de The Beatles, lejos su mayor influencia de vida para alternarla con un fragmento de Bad Case of Loving You (Doctor, doctor) de Robert Palmer (1979), solo por darse el gusto de hacerlo. Nuevamente Lebón agita las seis cuerdas.
Los sonidos electrónicos aparecen en la siguiente balada con un recuerdo de la época de Sui Generis y solo registrado en vivo en su etapa de Casandra Lange (1995), ahora, oficialmente editado y con un pequeño interludio del tango Adiós Nonino (1959) de Astor Piazzola, otra influencia indisoluble en la música de Charly.
Autofemicidio, rompe con los coros de Monday, Monday (1966) The Mamas & The Papas, adentrándose con su letra en lo políticamente incorrecto y sin miedo a la cancelación gratuita. Un rock de guitarras filosas y tan breve como polémico “hay gente que se suicida para salir en la tele”.
América es una canción electroacústica, resultado de la colaboración con Pedro Aznar, al mejor estilo de Tango y Tango 4. Donde cada parte, ya sea de Charly o de Pedro, tienen su vida propia. Referencias directas al canal América TV y el peligro detrás de las “noticias histéricas” y las editoriales que buscan propagar el miedo en la población.
De Pequeñas anécdotas (1974) Sui Generis, reversiona, Juan Represión, en un momento en que el mundo vuelve a sentir ese peso de lo políticamente correcto, Juan, es la metonimia de aquellos que cuidan el sistema hasta ser aplastados por el mismo.
Estrellas al caer, con algo más que un aire a Chipi Monda de la Hija de la lágrima (1994), proporciona algo de electrónica y rock en la justa medida.
Acá la cosa se pone emotiva, en La pelícana y el androide, García trabaja una de las pistas grabadas con Luis Alberto Spinetta (1986) para ese disco en conjunto que nunca fue y que solo dejó el himno Rezo Por Vos, “no podía simplemente seguirlo a él” decía Spinetta, respecto al fallido intento de disco. No obstante, lo poco que se creó es oro puro, como esta toma que, en las armonías, eriza la piel. Quizás, como lo recordaba el mismo Charly, el problema fue que “éramos dos ídolos muy ídolos”.
Watching The Wheels, la canción de John Lennon (1980), aparece con una concordancia de vida muy similar al momento del trasandino. Charly ya viene de vuelta un par de veces y nadie puede contarle cuentos, allí el himno del líder de The Beatles, se vuelve carne. Ya aparecida en el disco Kill Gil, vuelve a trabajarla en un nuevo arreglo, quizás porque su letra explica mucho del hoy del artista “dicen que estoy loco, haga lo que haga”. Para muestra, es la única re-versión de una canción de John Lennon, autorizada por Yoko y Sean, para ser cantada en español ¿Quién más? ¡Charly García!
Finalizando el track anterior, García se da otro lujo, vinculando la fábula de Esopo, La Lógica del Escorpión (la que le da el nombre al disco) en su propia voz y con retazos de Imagine (1971), Pubis Angelical (1982) y Veinte Trajes Verdes (1981), todo en un ensamble perfecto. En el relato García refuerza, casi al final de la pista una especie de admisión de culpa, su ser complejo es algo imposible de soslayar “no he podido evitarlo, es mi carácter” dice con tono sombrío y segundos después, reforzando su voz, sin una gota de arrepentimiento y con absoluta malicia sentencia: “¡bebamos por el carácter!”.
Ya en el suelo y en un acto de absoluta generosidad Charly nos levanta a punta de Rock con Rock and Roll Star (1967) de The Birds, tema muy presente en sus apariciones en vivo entre 2005 y 2007, donde, junto a Fito Páez -quién le hace la segunda- se burla del sistema -otra vez- de la “calesita” del mainstream, de los falsos rockeros y de todo lo que no goce de plena autenticidad.
Pero no todo es simple y básico, por supuesto que no, el rock puede ser eterno “dentro de ti y fuera de ti” (Within You Without You) y así, con una referencia al clásico de George Harrison en Sgt. Pepper´s (1967) se despide, por ahora, adentrándose en la eternidad.
¿Tiene sentido todo esto, a su edad, en su estado de salud? ¡Todo el sentido del mundo! El escorpión pica no importando si su vida se va en ello.
Así va Charly García por la vida, sin eufemismos, entre la dictadura y su coqueteo con el establishment. Con la voz cansada y el cuerpo a rastras, entre la poesía y sus dedos deformes, entre Spinetta y Palito Ortega, entre el cuerpo indomable y el alma que hoy se resiste a desaparecer. Si ha de morir, será picando con su ponzoñoso aguijón “es su carácter”.
Disponible en disquerías y streaming.