Vía Apia ingresa a Lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco
La Vía Apia fue construida entre los años 312 y 244 a.C. por voluntad de Apio Claudio el Ciego, un importante político y militar romano del cual tomó su nombre. A través de más de 800 kilómetros de calzada se permitía el desplazamiento seguro de personas y mercancías.
Considerada «la reina de las grandes calzadas» por el poeta Estacio, la Vía Apia era una de las rutas romanas más importantes, pues conectaba a Roma con Brindisi, el puerto de mayor valor en Italia que lo unía, a su vez, hacia el Mediterráneo oriental.
Ahora esta vía ocupa el lugar 60 del país en formar parte de la Lista del Patrimonio de la Humanidad.
Su incorporación va de la mano de otros cinco sitios: la residencia Ensemble Schwerin, en Alemania; el Parque Nacional de Niah, en Malasia; la zona arqueológica de Al-Faw, en Arabia Saudita; mientras, el conjunto escultórico de Constantin Brâncusi, en Târgu-Jiu, más las Fronteras del Imperio Romano, en Dacia, estas dos últimas en Rumanía.
La Vía Apia fue construida entre los años 312 y 244 a.C. por voluntad de Apio Claudio el Ciego, un importante político y militar romano del cual tomó su nombre.
Está reconocida como una de las mayores obras de ingeniería civil del mundo antiguo por el enorme impacto que tuvo en el plano económico y militar.
Originalmente comunicaba a Roma con Capua, a unos 40 kilómetros al norte de Nápoles; luego fue ampliándose su trazado hasta Benevento, Taranto y finalmente a Brindisi.
Siglos después, durante el reinado de Trajano (años 98 a 117 d.C.), se realizó un segundo trazado cercano a la costa adriática: así, entre Benevento y Brindisi la Vía Apia se divide en dos: la Apia Antigua y la Apia Trajana.
A través de más de 800 kilómetros de calzada se permitía el desplazamiento seguro de personas y mercancías.
Permitió el desarrollo de las ciudades enlazadas con ella y el surgimiento de nuevos asentamientos, facilitando la producción agrícola y el comercio, señaló la ficha de la Unesco la cual agregó que para su entrada debía cumplir tres de los diez criterios establecidos.
El primero dar un testimonio único o excepcional de una civilización viva o desaparecida; ser un ejemplo de un conjunto arquitectónico o tecnológico, o paisaje que ilustra etapas significativas de la historia de la humanidad y estar directa o tangiblemente asociado con tradiciones vivas, creencias u obras artísticas de importancia universal.
Su candidatura fue promovida por el Ministerio de Cultura de Italia, aunque muchas instituciones colaboraron en el proceso, como las regiones Lacio, Campania, Basilicata y Apulia, más de 10 ciudades metropolitanas, 25 universidades, además del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional y la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra de la Santa Sede.