Vaticano deja fuera del Sínodo posibilidad de nombrar mujeres diáconos

El año pasado, Francisco revisó tanto la metodología como la composición del Sínodo para incluir a hombres y mujeres laicos y, por primera vez, les concedió el derecho a ser nombrados miembros con pleno derecho a voto del principal órgano consultivo de la Iglesia católica.

El Vaticano ha dejado fuera de la agenda de la segunda fase del Sínodo de Obispos, que tendrá lugar en octubre, los temas más espinosos como la posibilidad de nombrar mujeres diáconos o la acogida a los católicos LGBTQ.

El Instrumentum Laboris, el documento preparatorio que servirá de guía a los prelados y delegados laicos presentes durante las reuniones en el Vaticano, que se extenderán durante casi un mes, les pide que consideren cómo las estructuras de la Iglesia pueden fomentar una mayor participación y que determinen dónde hay espacio para la «legítima diversidad» entre las iglesias locales sobre diferentes cuestiones y prácticas.

El documento identifica en cualquier caso la necesidad de que las mujeres participen más en los «procesos de toma de decisiones y de toma de decisiones» dentro de la iglesia, la posibilidad de que mujeres y hombres laicos «prediquen en misa», la consideración de «cómo construir una cultura de transparencia y responsabilidad en toda la iglesia», así como la creación de «nuevos ministerios» instituidos para la escucha y el acompañamiento.

Sin embargo, también deja claro que algunas de las cuestiones más controvertidas, que han surgido continuamente durante el proceso consultivo y de escucha que se ha labrado durante los últimos tres años, serán tratadas por diez grupos de trabajo de expertos teólogos y funcionarios del Vaticano, a petición del Papa. Así se explica que las cuestiones más delicadas serán competencia del poderoso Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano. Hasta la fecha, el Vaticano no ha dado a conocer la identidad las personas que componen de estos grupos de estudio cada vez más influyentes.

El Instrumentum Laboris del año pasado -la expresión latina que designa el documento de trabajo que guía los debates del Sínodo- constaba de 60 páginas y enumeraba una serie de temas y preocupaciones que surgieron durante las miles de sesiones de escucha que tuvieron lugar en todo el mundo. En cambio, el documento de trabajo de este año, titulado ‘Cómo ser una Iglesia sinodal misionera’, tiene la mitad de extensión y se centra en la vida sinodal de la Iglesia examinando sus estructuras, relaciones y contextos particulares en todo el mundo.

El año pasado, Francisco revisó tanto la metodología como la composición del Sínodo para incluir a hombres y mujeres laicos y, por primera vez, les concedió el derecho a ser nombrados miembros con pleno derecho a voto del principal órgano consultivo de la Iglesia católica. Durante la asamblea de 2023, la metodología revisada incluyó mesas redondas de «conversaciones en el espíritu» en las que, a lo largo de un mes, los delegados discutieron y debatieron más de 100 cuestiones concretas.

El nuevo documento de trabajo se ha redactado a partir de los resultados de más de 100 informes de conferencias episcopales de todo el mundo y más de 200 comentarios de teólogos, congregaciones religiosas y grupos externos tras la reunión de octubre de 2023.

Entre los temas que han surgido en la fase de escucha está la ampliación de la «participación y el ejercicio de la corresponsabilidad» de las mujeres y los hombres laicos, lo que ha dado lugar a una serie de propuestas procedentes de conferencias episcopales de todo el mundo.

Entre las recomendaciones incluidas en el informe, se piden más espacios de diálogo para que las mujeres puedan compartir sus experiencias y puntos de vista, un mayor acceso a puestos de responsabilidad en las diócesis y otras instituciones eclesiásticas, un mayor reconocimiento de la labor de las mujeres consagradas, la inclusión de mujeres en la formación de los seminarios, un aumento del número de mujeres que actúan como jueces en los procesos canónicos eclesiásticos y un lenguaje más inclusivo en la predicación, la catequesis y los documentos oficiales de la Iglesia.

Sin embargo, cierra la puerta al estudio en este foro de la posibilidad de erigir un diaconado femenino, un tema que resultó ser la cuestión más divisiva en la asamblea del pasado octubre. El documento deja claro que el grupo de estudio encargado tendrá en cuenta los resultados de las dos comisiones establecidas previamente por Francisco para estudiar las cuestiones históricas relativas a la ordenación de mujeres el diaconado con el fin de «contribuir a su maduración.»

También el ámbito de las cuestiones que afectan a los laicos en general, y propone la posibilidad de que laicos formados, hombres y mujeres, prediquen durante la misa y amplíen una serie de ministerios bautismales que son independientes de las órdenes sagradas.

Asimismo, señala que, ya en determinados contextos, el derecho eclesiástico permite designar a laicos para coordinar comunidades eclesiales, servir como ministros extraordinarios del bautismo y asistir a bodas.

«Esta reflexión debería ir acompañada de un examen más detenido de cómo podemos promover más formas de ministerio laical, incluso fuera del ámbito litúrgico», afirma el documento.

Otro tema que surge es la necesidad de la rendición de cuentas y la transparencia -que según el documento incluye los abusos sexuales y financieros, pero también los métodos de evangelización, las condiciones de trabajo y la planificación pastoral-. Así, afirma que una iglesia sinodal debe tener en cuenta a toda la comunidad, no sólo a aquellos investidos de una autoridad particular.

«Si bien la práctica de la rendición de cuentas a los superiores se ha mantenido a lo largo de los siglos, debe recuperarse la dimensión de la rendición de cuentas de la autoridad a la comunidad –afirma–. La transparencia debe ser una característica del ejercicio de la autoridad en la Iglesia».

También amplía el enfoque y el papel de las iglesias locales, tanto para garantizar que la práctica de la sinodalidad se afiance a nivel local, como para reconocer que la descentralización significará probablemente que las distintas iglesias adapten enfoques diferentes en determinadas cuestiones.

«Adoptar un estilo sinodal nos permite superar la idea de que todas las Iglesias deben avanzar necesariamente al mismo ritmo en todas las cuestiones –afirma–. Por el contrario, las diferencias de ritmo pueden valorarse como expresión de una diversidad legítima y como una oportunidad para el intercambio de dones y para el enriquecimiento mutuo», señala mientras asegura a que este horizonte «debe plasmarse en estructuras y prácticas concretas.»

Está previsto que unos 400 participantes se reúnan en el Vaticano para participar en la asamblea de clausura del 2 al 27 de octubre. El documento presentado este martes por el Vaticano tiene por objetivo ayudar a guiar al diverso cuerpo en la «maduración de un consenso» que finalmente se enviará al Papa para su consideración final.

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El Periodista