¿Qué sabe hacer un periodista?

Reflexiones urgentes acerca de los alcances de la profesión.

(Por Miguel Reyes Almarza*) En el Día del Periodista, celebrado cada 11 de julio en honor a la fundación del colegio profesional, se vuelve un pretexto para reflexionar sobre una pregunta esencial y todavía sin respuesta: ¿Qué sabe hacer un periodista? ¿Cuál es su rol en la sociedad actual?

La percepción popular del periodismo, muchas veces reducida a la televisión, la opinión visceral y la fama, ha llevado a una confusión sobre las competencias y el valor real de la profesión.

La capacidad de almacenar y administrar información, una vez central en el periodismo, ha perdido relevancia debido al acceso masivo a las tecnologías de la información. Hoy en día, cualquier persona con una buena conexión a internet puede acceder a una vasta cantidad de información sin necesidad de un intermediario profesional. La velocidad y cantidad de información disponible en línea -entre las TIC y el monstruo de las IA- superan lo que cualquier periodista puede ofrecer en términos de simple transmisión de datos.

El lenguaje periodístico, antes visto como una competencia exclusiva de los periodistas, también ha sido democratizado. La educación secundaria ahora enseña a los estudiantes a producir textos periodísticos básicos, diluyendo la exclusividad de esta habilidad. La comunicación, una función humana universal, no puede ser monopolizada por los periodistas. Todos comunicamos y, en muchos casos, el ‘reportero ciudadano’ proporciona una cobertura rápida y directa de eventos, rivalizando con el trabajo de los profesionales.

Otras tareas como aparecer en TV, leer noticias en la radio o escribir en prensa han sido tomadas por profesionales de diversas áreas. La figura del ‘líder de opinión’ se ha diversificado y los blogs y redes sociales permiten a cualquier individuo influir en la opinión pública sin necesidad de una formación periodística formal.

Una eventual respuesta

Para comenzar -como en todo gran comienzo- necesitamos un verbo, una acción, el motor básico que la profesión ha extraviado. En el modo indicativo, el ingeniero “calcula”, el médico “diagnostica y cura”, el profesor -que antes sólo enseñaba- hoy “guía”. Hablando de lo específico, de aquello que justifica incluso nuestro aporte social, nuestra búsqueda debe centrarse en el verbo rector de la actividad. La apuesta está en la sospecha de que no existe solo uno, pero la multiplicidad de acciones lleva como componente transversal a la razón.

Ante esta realidad, es crucial redefinir el valor añadido del periodista. La esencia de la profesión radica en la capacidad crítico-reflexiva y la gestión de la información con una perspectiva que va más allá de la simple transmisión de hechos. Mientras en el siglo XX el periodista era un “cronista de su época”, en el siglo XXI, se vuelve un “analista”, un gestor de la opinión pública que utiliza las plataformas disponibles para fomentar una reflexión informada y crítica.

El periodista debe asumir el rol de mediador, anticipador y resolutor de conflictos sociales, porque le interesa la gente, utilizando un proceso reflexivo y argumentativo para abordar las interrogantes de la sociedad. Esta función implica democratizar el saber y ofrecer explicaciones razonables sobre los fenómenos sociales, más allá de las simplificaciones, trending topics y mitos populares.

El periodista del siglo XXI debe ser un guía que no solo reacciona a los eventos, sino que anticipa sus implicancias y promueve acuerdos basados en una comprensión profunda de las dinámicas sociales. En tiempos de indiferencia y deserción del espacio público, el periodista debe ser una voz crítica que cuestiona el discurso vacío -venga de donde venga- y ofrece una perspectiva fundamentada en los valores de libertad y respeto.

La profesión periodística debe evolucionar de ser una mera transmisora de noticias a una herramienta independiente fundada en el pensamiento crítico. Ya no se trata de trabajar exclusivamente para los grandes medios de comunicación, sino de servir directamente a las personas, ofreciendo soluciones y perspectivas razonablemente informadas sobre el mundo en que vivimos.

Un periodista debe ser visto como un ideólogo de lo cotidiano, capaz de resolver, anticipar y resolver conflictos desde una absoluta autonomía editorial. Esta labor no se reduce a una única acción o servicio, sino que implica proporcionar una mirada informada y necesaria para entender los procesos culturales y sociales.

¿Qué sabe hacer un periodista?, no es tan fácil la respuesta, sin embargo, sabemos que no es un notero payaso que busca entretener “a la gente en su casa”, ni tampoco un conductor iracundo -defensor de la editorial de otros- que apela a los lugares comunes para satisfacer a una cándida audiencia, por el contrario, entendemos que debe ser un profesional crítico y reflexivo que, a través de una opinión bien fundamentada, contribuya al desarrollo de una sociedad más informada y democrática. Este perfil no solo se nutre desde una perspectiva técnica y formal, sino de una comprensión profunda de las urgencias y necesidades de su entorno, actuando como un mediador y guía en la complejidad del mundo actual.

*Periodista e investigador en pensamiento crítico

 

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