Mientras no inventen la pasión artificial los periodistas seguirán siendo necesarios

Por Rodrigo Mundaca Villalobos, periodista especializado en tecnología. Trabaja en la Vicerrectoría de Tecnologías de la Información de la Universidad de Chile.

«El periodismo es la profesión que más se parece al boxeo, con la ventaja de que siempre gana la máquina de escribir y la desventaja de que no se permite tirar la toalla», Gabriel García Márquez.

En este preciso instante un ser humano está dándole instrucciones a una máquina para que actúe como un periodista especializado y escriba una nota sobre la tecnología. Claro, por US$ 20 es posible pagar un mes de una herramienta artificial que hace el trabajo de varios seres humanos y en menor tiempo. Para mayor ejemplo, los ejecutivos del medio Gizmodo decidieron despedir a su equipo editorial y reemplazarlos por una herramienta que traduzca automáticamente los artículos de su versión en inglés en lugar de usar a humanos.

Eficiencia pura y fría, ahorro y ganancia.

Quienes piensan así tienen toda la razón. Elegir una palabra, de entre todas las posibles, para que encajen en una oración es complicado. Darle ritmo a un texto para que pueda ser leído y gozado por un grupo de desconocidos es arduo. Optar por un adjetivo que le dé el sentido correcto a un enunciado puede parecer magia. Ese trabajo es lento y solo en estos dos primeros párrafos he invertido unos 15 minutos. Un cuarto de hora de pasión.

“El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”, esa es una declaración de Gabriel García Márquez, quien también dijo que «La crónica es la novela de la realidad».

El sustrato de una novela es la fantasía e imaginación del autor y en el artículo de un periódico el material son los hechos, datos y elementos de una realidad que puede y debe ser comprobada.

Es imposible olvidar el ruido de una sala de redacción antes del cierre del noticiero. Ni los gritos de los editores ni el audio de las radios podían opacar el tecleteo sobre las máquinas de escribir. Había que hablar fuerte al teléfono para comprobar el dato que cerraba un golpe noticioso. El humo de los cigarrillos se pegaba al techo y la adrenalina chorreaba desde los escritorios.

En estos días ya no se fuma dentro de los edificios, el sonido de los teclados es tenue, pero la intensidad del trabajo permanece. La curiosidad es la base del periodismo y también el instinto que ha permitido que los humanos exploren, investiguen y aprendan.

Los periodistas buscan datos que permitan interpretar la realidad y escriben para que otros conozcan y decidan sobre la base de esa información. Los hechos relevantes no están a la vista y la mayoría de las veces permanecen intencionalmente escondidos. Y para eso hay que hacer preguntas incómodas y que ponen mal al entrevistado. “Si te empiezan a sudar las manos y el corazón te empieza a correr más rápido, es esa la pregunta que tienes que hacer”, dice Jorge Ramos, periodista mexicano.

El periodismo es un servicio público que exige ética para describir y valentía para cuestionar al poder. Durante la dictadura mataban, pero ahora en Chile esos atrevimientos solo reciben reproches y amenazas. No ocurre lo mismo en otros países, desde el año 2000, en México, 166 periodistas han sido asesinados por denunciar al narcotráfico y la corrupción.

Las máquinas pueden redactar más rápido, pero la curiosidad, la pasión y el valor lo ponen las personas. Así que, mientras no inventen la pasión artificial, la humanidad seguirá ganando en esto de contar historias verdaderas, comprobables y que permitan decidir.

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El Periodista