Paseando por Chile: de Olmué a Chiloé
Lugares para hacer una escapada, disfrutar de la naturaleza, sus culturas y una gastronomía llena de matices.
(Por Montserrat Martorell)
Salí de paseo un día camino para Olmué…
Ubicado en la provincia de Marga Marga, Región de Valparaíso, la capital folclórica de Chile guarda a una hora y media de Santiago, pequeños atractivos que valen la pena conocer.
¡Qué glamping! ¡Qué paraíso cerca de Santiago para descansar del mundo! Esa es la idea de Biosfera Lodge. Un lugar que permite la desconexión, el contacto con la naturaleza y la posibilidad de realizar diversos ejercicios que estimulen el cuerpo.
Rodeado por el Parque Nacional La Campana (declarado por la UNESCO como Reserva de la Biósfera por sus más de 500 especies de flora nativa) es un panorama obligado para parejas y familias que quieran vivir un momento agradable dentro de sus domos. Afuera las actividades sobran: trekking, canopy, piscina, escalada, tinaja caliente, yoga y baño de bosque. ¡Un regalo para el corazón!
¿Quieres conocer el mejor restaurante de Olmué? Sí o sí tienes que conocer esta propuesta familiar.
Ubicado en Lo Castro, parcela número 4, tiene una atractiva cocina de autor, reflejando sabores y texturas originales en cada uno de sus platos.
Si bien la carta ofrece una variedad de pescados, mariscos, pastas, pizzas a la piedra preparadas en hornos a leña, carnes, pastelería y repostería -todo hecho en casa-, yo me quedé con las empanadas, los ceviches y los ravioles. ¡Todo con un claro sello de identidad nacional!
Un lugar bonito y acogedor que además tiene una carta suprema que va desde los entrantes y piqueos (tartar de atún, carpaccio de salmón o camarones apanados) hasta las ensaladas, el lomo saltado, pollo teriyaki o el fetuccini a la huancaína (un plato cuesta en promedio entre 12.500 y 16.900 pesos).
De los postres nos inclinamos por el tiramisú. ¡No dejen pasar las hamburguesas! Tampoco las tablas y las chorrillanas. ¿En resumen? Abundante y rico. ¿Los cocteles de la casa? Insuperables.
Y llegué a Chiloé…
Voy todos los años a Chiloé. Me gustan sus paisajes, su gente, su tiempo, sus pausas. He comido y he dormido en muchos de sus lugares. Con encanto, con brujería, con paz, con sencillez y glamour.
Por eso, en esta pequeña escapada que hice de solo cuatro días, decidí embarcarme en la búsqueda de algo que permanentemente estoy buscando: la buena mesa.
Acá tres restaurantes de lujo, que no se van a arrepentir de haber conocido y a los que les doy cinco estrellas.
Sin duda, el mejor lugar para comer del archipiélago.
Había ido en el verano. Ahora llegué directamente a un invierno mentiroso porque nos tocaron días fabulosamente primaverales.
Ubicado en Pedro Montt 210, en pleno Castro, Mercadito de Chiloé es un restaurante con historia, color, tradición y prestigio (no por nada, su dueña, Marianne Künsemüller, dejó la capital para emprender en el sur de Chile y construir una carta creativa, detallista y actual).
¿Su oferta? Desde choritos en sabroso caldo con papas fritas caseras hasta ceviche del día, calugones de «pescaito» frito, empanadas de queso, curanto en ollita (por favor pídanlo entre varios porque los platos son abundantes a rabiar), pulpo grillado y merluza austral.
Un plato cuesta entre siete y catorce mil pesos chilenos. Aplauso cerrado a los pisco sour y su variada carta de destilados, espumantes, vinos y cervezas del sur.
Otro dato importante es que las pastas caseras son frescas, las hacen a diario, y puedes encontrar canelones, ravioles o gnocchis de distintos rellenos. También hay espacio para las ensaladas y los veganos y vegetarianos. Lo mismo para los carnívoros. ¿Y de postre? Yo me quedé con el volcán de chocolates y el creme brulee de murta.
En Sotomayor 520 está una pequeña Italia comandada por Jaime Landerer. Y eso no es cualquiera cosa. Su dueño le ha puesto el sello de ser un restaurante familiar, transmitiendo su personalidad, alegre y entretenida, a sus platos y ambiente. Cálido y sencillo, me hicieron el mejor aperol de esta edición (5900). ¡Y no es el único! La lista es larga y sus aperitivos van desde la caipiriña, el mojito y el tequila, pasando por una nutrida propuesta de cervezas y una entrada de miedo.
Nosotros nos quedamos con el carpaccio de vacuno (10.400). ¡Las ensaladas! ¡Una delicia! Todas con nombres de actrices italianas: Sofia Loren, Rafaela Carrà y Claudia Cardinale. ¡Qué decir de la pasta! No sabía qué comer. Me perdí entre funghi, puttanesca, alfredo, cárusso, pesto genovés, pomodoro, quatro quesos, amatriciana, bolognesa, carbonara y rosa.
Excelente el vino. Mejor todavía lugar. Jaime, te lo advertimos, vamos a volver.
Ubicado en Eusebio Lillo 188, es un imperdible si vas a Castro.
Ahí, su chef, Lorna Muñoz Arias, en una típica casona que antes fue de sus bisabuelos, seduce a sus comensales con el sello de la cocina tradicional chilota. ¿Su receta? La frescura de sus productos que tienen marcada la historia de esta región.
“Tras el terremoto de 1960, Alejandro Zambrano y Filomena García reconstruyeron su nuevo hogar. El primer piso albergó un taller de herrería y mecánica en el que A y sus hijos construían aperos y herramientas para la comunidad. En 1985, lo adquirió su nieta Rosa Arias Zambrano y junto a su familia hicieron parte de su vivienda al añoso taller.
El año 2014 su hija mayor, Lorna, dio vida de forma colaborativa al restaurante Travesía, espacio donde se investiga y difunde el Patrimonio Alimentario de Chiloé”, reza la entrada del lugar. Detalles, colores, objetos y frases que llenan de humor, entre flores de colores y platos antiguos, un lugar inolvidable. Nosotros partimos con el pisco sour, seguimos con el ceviche (pescado fresco, piure y algas) y continuamos con el sabor de la cocina casera -chanchito amor y merluza bañada en salsa de locos y algas-, para finalizar con un tiramisú. Los platos cuestan entre 12 mil y 15 mil pesos. Experiencia redonda y recomendada.