Vivimos en la naturaleza

Por Oscar Mercado Muñoz, Director Programa de Sustentabilidad Universidad Tecnológica Metropolitana.

Recientemente conmemoramos una nueva fecha del Día de la Tierra: Un año más donde celebramos que -a pesar de los esfuerzos de la humanidad por destruirla- sigue existiendo con su oferta generosa de contribuciones al bienestar de quienes son sus principales enemigos. Todo cuanto vemos, compramos o usamos viene de la Tierra. Absolutamente todo, con más o menos proceso, es –finalmente- naturaleza, esa maravillosa fuente de vida que gratuitamente usamos y sobreexplotamos.

Su importancia para nuestra supervivencia debería ser explicada desde los primeros niveles de enseñanza. La visualización de que en los territorios donde no hay agua ni vegetación no hay vida humana debería ser muy clara: todos debiéramos entender que, en la medida que no contemos con agua y avancen los desiertos, reducimos nuestro hábitat y ponemos en riesgo nuestras vidas. Tendría que ser parte del ADN humano.

Cerca de 25 millones de personas cada año deben dejar su territorio ante el avance del desierto o el aumento de las inundaciones; ese clima estable en que nos hemos desarrollado desde que la humanidad dejó de ser nómade está hoy siendo transformado y esto ya afecta a millones de personas.

Sensibilizar a la humanidad respecto al hecho esencial de que vivimos en la naturaleza es esencial para comenzar a tomar conciencia acerca de cómo influimos día a día con nuestras insustentables actitudes de consumo y producción.

Educación de calidad

Cada año se adelanta el día del sobregiro ecológico, esa fecha vergonzosa en que la humanidad consume todos los recursos que la naturaleza nos provee anualmente. En medio de la crisis de pérdida de biodiversidad y cambio climático que enfrentamos, uno esperaría que como sociedad modificáramos nuestra conducta; pero no, seguimos consumiendo como si la Tierra sea infinita. Lo será en eras geológicas, pero no estaremos ahí para contarlo.

La difícil -y a estas alturas casi imposible- solución pasa por renunciar a muchos de nuestros consumos y, por consecuencia, a nuestra comodidad. Difícil tarea en un mundo consumista. Sólo una acción virtuosa de educación de calidad desde los primeros años, que sensibilice a cada uno sobre las consecuencias globales de su actuar podría sentar las bases de un mejor futuro para nuestra Tierra.

Mientras eso no ocurra, mientras no entendamos la real necesidad de modificar drásticamente nuestros comportamientos, será realmente motivo de alegría haber celebrado un año más el Día de la Tierra.

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El Periodista