Abejas nativas, anónimas protagonistas de una agricultura sostenible
Por Sharon Rodríguez, Líder de Investigación Agricultura Sostenible Programa Agrosimbiosis Centro de Biotecnología de Sistemas UNAB.
Cada 20 de mayo se celebra el Día Mundial de las Abejas, que este año tiene como tema central el “Compromiso con las abejas, de la mano con la juventud”.
El objetivo es sensibilizar acerca del papel esencial que las abejas y otros polinizadores desempeñan en el mantenimiento de la salud del planeta y la seguridad alimentaria.
La sequía, el abuso de agroquímicos, la pérdida de hábitats y el cambio climático son algunos de los principales factores que están afectando a polinizadores como las abejas y otros insectos.
Más del 75% de los cultivos alimentarios del mundo dependen en cierta medida de ellos y por eso este día es una oportunidad para promover acciones para protegerlos.
Un primer paso es tomar conciencia sobre su rol esencial para sostener la agricultura, la biodiversidad y la provisión de alimentos. Y también cambiar paradigmas, para ampliar la mirada hacia todas las abejas que celebramos en este día.
Nuestra perspectiva antropocéntrica se ha focalizado principalmente en una especie de abeja: la Apis mellifera o abeja europea, que fue introducida en Chile en 1844. La hemos “domesticado” para producir miel y la llevamos de campo en campo para apoyar los procesos de polinización de frutales de interés económico.
Sin embargo, su protagonismo invisibiliza a más de 20.000 otras especies de abejas que habitan en el mundo. En Chile hay al menos 424 especies de estas abejas nativas, que se agrupan en cinco familias. El 70% de ellas son endémicas, por lo tanto, habitan exclusivamente en nuestro país y han creado relaciones únicas e irrepetibles en los ecosistemas donde viven.
A diferencia de la Apis mellifera, algunas abejas nativas son silenciosas, casi todas son solitarias, no viven en colmenas sino en agujeros que cavan en la tierra y no producen miel.
Su rol fundamental es la polinización de flora nativa, pero también realizan una contribución clave en huertos comerciales, trabajando en colaboración con la abeja melífera para polinizar frutales de importancia económica para el país, como paltos, cerezos, almendros, ciruelos y arándanos.
De ahí la importancia de promover una mayor abundancia y diversidad de abejas chilenas que aporten a la polinización y producción de fruta en los huertos.
Esto es posible a través de dos estrategias fundamentales: conservar un paisaje agrícola diverso, manteniendo flora nativa en cerros y quebradas aledañas a los huertos, y restaurar flora local asociada, plantándola en pequeñas franjas o parches dentro de los huertos para atraer así a abejas nativas que llegan buscando refugio y alimento y desde donde vuelan hacia las flores de los frutales.
Con estas intervenciones, hemos registrado que, del total de abejas Apis y no Apis que visitan las flores de cerezo en huertos de la Región Metropolitana, el 44% corresponde a abejas nativas.
En esta dinámica la agricultura se vuelve más sostenible y la producción de fruta aumenta, en especial en paisajes donde prima el monocultivo.
Acciones como esta, que se han implementado en huertos de la zona central, son parte de las líneas de I+D de “Agrosimbiosis”, un Programa Tecnológico de Adaptación al Cambio Climático de Corfo que lidera el Centro de Biotecnología de Sistemas de la Universidad Andrés Bello. Con su implementación, empresas del agro están aportando valor productivo y ecosistémico a su gestión y fortaleciendo una alianza virtuosa entre Apis mellifera y abejas nativas.