¡Gracias por tanto, José Antonio Llorente!

El periodista y presidente de Llorente y Cuenca en Chile, Francisco Aylwin Oyarzún, nos habla sobre el fundador de la consultora de comunicación que falleció en Madrid el ultimo día del 2023.

Fue amargo el despertar del 1 de Enero (por la diferencia horaria me enteré de su lamentable fallecimiento recién la mañana del primer día del 2024), y aún sin salir de mi asombro, me puse a recordar lo vivido todos estos años.

A pesar de la inmensa pena, me di cuenta que no tenía más que dar gracias a la vida por la fortuna de haberlo conocido, por todo lo que nos enseñó y por haber trabajado juntos estos últimos 7 años.

Nos conocimos en 1997. En ese entonces, yo era Gerente de Comunicaciones de IBM en Chile y estaba asignado en Nueva York en la Gerencia de Comunicaciones de IBM para América Latina.

A la sazón, Llorente y Cuenca hacía sus primeras armas en la región, con el complejísimo caso de IBM y Banco de la Nación en Argentina.

Hacia fines de ese año, José Antonio cruzaba la cordillera desde Buenos Aires con frecuencia y nos echaba una mano en IBM de Chile, cuya plana gerencial había sido recientemente asumida por los dirigentes de IBM Argentina.

Prescindieron del Gerente General y de toda la primera línea y a mí no me despidieron en esa ocasión porque -me dijeron- necesitaban ayuda en la comunicación de la reestructuración.

La verdad -creo- no lo hicieron porque a nuestros directivos allá les complicaba siempre el que yo fuera hijo de mi padre (y eso que había sido Presidente de la República varios años antes; de hecho yo entré a trabajar a la compañía meses después que mi padre dejara La Moneda, proveniente de la desaparecida Radio Chilena, emisora de la iglesia católica).

La cosa es que hicimos buenas migas «al tiro» con José Antonio (le encantaba ese dicho tan chileno que los españoles no entienden ¿Qué tienen que var las escopetas?, preguntan, pero que es el equivalente al «right know» de los gringos).

Nuestra primera cena en Aquí está Coco, en Providencia, fue larga y muy entretenida. Recuerdo que me quedé muy impresionado con su conocimiento de toda la región.

Al año siguiente me fui a Telefónica y cada vez que iba a Madrid intentaba saludarle. El seguía de cerca la política chilena y cada tanto me hacía comentarios, en ese entonces vía mail.

Por mi parte, veía impresionado el crecimiento de Llorente y Cuenca en América Latina. El 2014 coincidimos en el World PR Forum en Madrid, mismo año en que llegó a Chile adquiriendo una consultora local. El 2015, con ocasión de la presentación de su libro «El Octavo Sentido», en El Golf 50 en Santiago, volvimos a tener una grata y distendida conversación. Habían pasado los años y a pesar de la distancia él hacía sentir su cercanía. Era muy afectuoso en los momentos duros para uno. Siempre me pregunté como podía ser así con todos, si conocía a tanta gente y en distintas latitudes. Me escribió cada vez que yo pasé por algo complejo (por ejemplo, con ocasión de la muerte de mis padres).

Ayer me puse a revisar nuestras conversaciones por WhatsApp desde el 2017, año en que me incorporé a LLYC, presidiendo su operación en Chile.

La conversación se inició con un intercambio sobre la industria a nivel mundial y luego aterriza en nuestro país. “Nuestro negocio está en una constante evolución”, me dice, y me invita a contactarme con su socio Adolfo Corujo, entonces Director Global de Talento, y luego con su socia Luisa García, mi primera jefa en LLYC (entonces COO para América).

Ese año coincidimos en Nueva York con ocasión del board de la Global Alliance for Public Relations and Communications Management. José Antonio llevaba un tiempo viviendo allá y hacía gala de su conocimiento de la gran manzana.

Me invitó a cenar con Irene, su señora a un restaurante de comida japonesa. Yo le dije: ¡estás loco, no te voy a molestar durante el fin de semana si yo ando solo y tú estás con tu señora! Me contestó: Pancho, yo me dedico a esto. ¡Esta es mi pasión, incluso los fines de semana!

Y es que así era: LLYC era su pasión. Desde que partió en 1995 hasta el final de sus días, siempre impulsando el crecimiento y la innovación convirtiendo a la firma en una tremenda escuela para miles de profesionales en Europa, Estados Unidos y América Latina.

Escucharlo era un constante aprender. Lideraba con el ejemplo. Era un verdadero generador de oportunidades. Leer a Alejandro Romero, Socio y CEO de LLYC en estos días, contando que entró a la firma como becario y que José Antonio fue su mentor, son la comprobación más palpable de aquello. Y así como ese, hay varios ejemplos.

Recuerdo que quería que el negocio creciera en nuestro país y fue así como en plena pandemia, el 2020 llevó adelante la adquisición de una nueva consultora en Chile, haciendo una arriesgada apuesta por el mercado nacional, más en esos momentos en que en el mundo entero nadie compraba, sino todo lo contrario por la incertidumbre que provocaba el Covid (de hecho, esa fue la única adquisición de LLYC durante aquel fatídico 2020).

Era también muy generoso. Me incentivó a aceptar la invitación de Carlos Molina para participar del Directorio de la Cámara Española de Comercio en Chile. Disfrutaba con todo lo que fuera promover la marca España (entre otros, participaba del Patronato de la Fundación Chile España).

Era también un apasionado del arte contemporáneo. Solíamos compartir en Arco, la feria de Arte Contemporáneo en Madrid.

Siendo una persona que se movía en círculos importantes, le gustaba pasar desapercibido y cultivaba el bajo perfil. Recuerdo en la inauguración de la Feria, el 2016, habíamos estado juntos al paso de la comitiva del Rey Felipe VI. En la noche apareció en el telediario de TVE y en la imagen -a diferencia del resto- JALL, como le decíamos cariñosamente en LLYC, aparecía en primer plano, como saliendo del tumulto. Le comenté y ni me contestó: si, me vi. ¡Y me vieron todos! ¡Y yo lo único que quería era salir de ahí! (ya había cumplido su cometido y compartido con Su Majestad, en su condición de Patrono de la Fundación Arco).

En fin, podría seguir con anécdotas como esa, pero sería largo. ¡Gracias José Antonio por todo lo que nos enseñaste! Gracias también por invitarme a formar parte del Patronato de la Fundación LLYC. “Talento latinoamericano para nuestra Fundación”, me dijiste en su oportunidad.

Siempre decías que la Fundación era muy importante y vaya que lo es.

Soy un agradecido de participar además como voluntario de LLYC Chile y en especial de nuestro proyecto global Voces Futuras junto a la Fundación Cerronavia Joven en el Liceo Bicentenario del sector poniente de Santiago.

Nuestras condolencias a Irene, a su familia, y todos los LLYCers

¡Gracias por tanto!

¡Vuela alto y descansa en paz!

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El Periodista