Los resultados, publicado en la revista ‘Science Advances y que son de los primeros en cuantificar rigurosamente el valor de las quemas de baja intensidad, llegan en un momento en que el Congreso está reevaluando la estrategia del Servicio Forestal de Estados Unidos en materia de incendios forestales como parte de la reautorización de la Ley Agrícola.
«Tengo la esperanza de que los responsables políticos se basen en este trabajo como motivación y apoyo para la ampliación de los incendios beneficiosos como estrategia clave en la prevención de catástrofes por incendios forestales», asegura en un comunicado el coautor del estudio Michael Wara, director del Programa de Política Climática y Energética del Instituto Woods de la Universidad de Stanford para el Medio Ambiente.
«El fuego beneficioso no está exento de riesgos, pero lo que muestra nuestro estudio es lo grandes y duraderos que son los beneficios de esta estrategia crucial de reducción del riesgo», añade.
El estudio, centrado en California, se produce casi exactamente cinco años después de que el estado sufriera el incendio forestal más mortífero jamás registrado, el Camp Fire. El clima más cálido y la supresión de incendios han propiciado la acumulación de árboles y maleza que alimentan incendios cada vez más destructivos.
Pero no siempre ha sido así. Durante milenios, los pueblos indígenas permitieron que ardieran los incendios forestales y aplicaron fuego intencionadamente a la tierra por motivos que iban desde la ceremonia hasta la subsistencia. Como resultado, los bosques precoloniales de California contenían menos combustible para las hambrientas llamas y eran más capaces de retener la humedad, claves para la resistencia al fuego y a la sequía.
No es ningún secreto que las regiones propensas a los incendios forestales necesitan pasar de un enfoque centrado exclusivamente en la extinción a otro que incluya una quema mucho más controlada y la capacidad de recuperación de los bosques.
Investigaciones anteriores dirigidas por Stanford han demostrado que sólo California necesita tratamientos contra el combustible -ya sean quemas prescritas o aclareo de la vegetación- en unos 80.000 kilómetros cuadrados o casi el 20% de la superficie del estado.
Sin embargo, hasta ahora, los estudios que evaluaban los efectos beneficiosos de los incendios prescritos y de baja intensidad se habían limitado a zonas relativamente pequeñas, como un único espacio natural o una cuenca hidrográfica. Para este trabajo, los investigadores revisaron 20 años de seguimiento por satélite de incendios forestales en más de 100.000 kilómetros cuadrados de bosques californianos.
El equipo -expertos en política de incendios, científicos especializados en salud pública e investigadores en estadística y aprendizaje automático- armonizó múltiples conjuntos de datos estatales sobre las características del combustible y el comportamiento de los incendios, incluida su intensidad (medida por la cantidad de energía liberada) y gravedad (medida por el impacto de los grandes incendios en el ecosistema).
Estudios anteriores han demostrado que los incendios prescritos y los incendios forestales no planificados de baja intensidad tienen efectos similares en la reducción del riesgo. Ambos eliminan los combustibles superficiales y los árboles de menor diámetro, ayudando así a los bosques a conseguir una mezcla de árboles más resistente al fuego e impidiendo que los incendios sean demasiado intensos. Además, ambos dejan intactas las copas de los árboles debido a la altura relativamente baja de las llamas.
Los autores midieron el efecto protector de los incendios de baja intensidad utilizando un método que reunía las zonas no quemadas en un paisaje sintético muy parecido a los atributos de los paisajes quemados, como los patrones climáticos, la altitud, el tipo de vegetación y el historial de perturbaciones.
Este método les permitió evaluar cómo habrían evolucionado los paisajes quemados si no se hubieran quemado ese mismo año, y comparar estos contrafactuales con su evolución real a lo largo del tiempo.
Gracias a este método, los investigadores pudieron cuantificar la reducción del riesgo de incendios de alta intensidad tras un incendio de baja intensidad en un terreno forestal y ver cuánto duraba el efecto protector.
Descubrieron que los incendios de baja intensidad en bosques mixtos de coníferas de California reducen inicialmente en un 60% el riesgo de incendios catastróficos, y que este efecto dura al menos seis años, pero disminuye con el tiempo. También observaron una reducción menor, pero significativa, del riesgo en los bosques dominados por robles.
Los responsables políticos podrían utilizar los resultados del estudio como base para futuras evaluaciones de los tratamientos del combustible forestal, comparando los beneficios cuantificados con los costes y riesgos potenciales asociados a su aplicación.
El Servicio Forestal de Estados Unidos ha propuesto tratar casi 200.000 kilómetros cuadrados durante la próxima década mediante una mezcla de estrategias de tratamiento del combustible. California ha propuesto aumentar a 2.000 kilómetros cuadrados anuales la superficie que trata contra los incendios forestales.
Los investigadores señalan que, para ser eficaces, los tratamientos del combustible forestal, incluidas las quemas prescritas, deben ser un mantenimiento continuo y periódico, en lugar de una intervención puntual en bosques adyacentes a comunidades o infraestructuras críticas.
Los beneficios de las quemas de baja intensidad para mitigar los riesgos dependerán en gran medida de una cuidadosa selección y orientación de la intervención para ofrecer la máxima protección a las personas, las comunidades y los ecosistemas.
«Este estudio ejemplifica cómo la ciencia de los datos puede contribuir a la mitigación del cambio climático mediante una colaboración multidisciplinar», afirma Xiao Wu, autor principal del estudio y profesor adjunto de bioestadística en la Universidad de Columbia, que trabajó en el artículo como becario de Ciencia de Datos en Stanford.
«Los incendios forestales representan amenazas sustanciales tanto para nuestros ecosistemas como para el bienestar humano. Como científicos, nuestro objetivo constante es encontrar soluciones prácticas», asegura. (Europa Press)