António Costa se despide en Portugal consolidando al Partido Socialista

A falta de ver cómo afecta en su futura carrera el escándalo político derivado de una investigación por corrupción contra miembros de su Gobierno, su nombre, siempre ha sido recurrente en las quinielas para ocupar en el futuro algún tipo de cargo de trascendencia internacional.

Una investigación por presuntos delitos de prevaricación, corrupción y tráfico de influencias relativa a la concesión de proyectos empresariales ha puesto este martes punto y final a la etapa del socialista António Costa como líder del Gobierno en Portugal. El exalcalde de Lisboa, que dio el salto al principal cargo político del país en 2015, deja al Partido Socialista con una mayoría absoluta en el Parlamento, una ‘rara avis’ en una Europa marcada por la fragmentación.

Costa, de 62 años, estudió de Derecho, aunque lo que comenzó siendo una carrera en la abogacía derivó en una posterior incursión en la arena política que se consolidó a mediados de la década de los noventa, cuando ascendió a la ejecutiva del Partido Socialista y se incorporó como ministro en sucesivos gobiernos, primero de la mano de António Guterres y luego bajo la batuta de José Sócrates.

Su figura fue ganando peso y un Costa cada vez más popular renunció en 2007 a la cartera de Interior para dar el salto al Ayuntamiento de Lisboa, del que fue alcalde en dos legislaturas consecutivas. Encabezó la capital lusa entre agosto de 2007 y abril de 2015, y ya entre medias tomó las riendas de un Partido Socialista en horas bajas, apartado del Gobierno central por el conservador Partido Social Demócrata (PSD).

Los socialistas atravesaron su particular travesía en el desierto, pero ésta sólo duró cuatro años. Ya en 2015, y con Costa como cabeza de lista después de unas primarias abiertas inéditas en el seno de la formación, el PS volvió al poder, en un contexto marcado por la crisis financiera global que había llevado a que Portugal se viese obligado a aceptar un rescate.

Los socialistas quedaron en las elecciones de 2015 por detrás del PSD, pero la aritmética parlamentaria terminó favoreciendo a Costa, apoyado no sólo por su propio grupo sino también por el Bloque de Izquierda y la Coalición Democrática Unitaria, que aglutinaba a comunistas y verdes.

Surgió entonces lo que la oposición vino a llamar la ‘geringonça’ (chapuza), una alianza de izquierdas que terminaría pivotando la salida del rescate financiero y que en una primera etapa funcionó. En los comicios de 2019, el PS ya fue el partido más votado, aunque no alcanzó el umbral de la mayoría absoluta en la Asamblea de la República, lo que le obligó a depender de nuevo de apoyos externos.

Sin embargo, las discrepancias entre las formaciones de izquierdas se agravaron, como quedó de manifiesto en la incapacidad del Gobierno para sacar adelante los presupuestos generales de 2022. A finales de enero, los portugueses acudieron a las urnas de manera anticipada, fruto de una jugada política de Costa que le salió bien: el PS logró entonces la mayoría absoluta que se le había resistido.

Técnicamente, Portugal no debería celebrar elecciones hasta dentro de más de tres años, por lo que ‘a priori’ el socialismo tiene margen para renovarse sin necesidad de grandes urgencias. El PS parece no obstante algo más debilitado y ronda el empate técnico con el PSD, como reflejaba a finales de octubre un sondeo de intención de voto publicado por ‘Jornal de Negocios’ y ‘Correio da Manha’.

EL PESO EN EUROPA

Costa es también uno de los jefes de Gobierno veteranos dentro de la órbita de la Unión Europea, donde parece estar bien considerado. En su currículum figura una breve etapa como eurodiputado entre 2004 y 2005 y una presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea que Portugal asumió en el primer semestre de 2021.

A falta de ver cómo afecta en su futura carrera el escándalo político derivado de una investigación por corrupción contra miembros de su Gobierno, su nombre, de hecho, siempre ha sido recurrente en las quinielas para ocupar en el futuro algún tipo de cargo de trascendencia internacional, lo que le llevaría a seguir los pasos de otros antiguos primeros ministros de Portugal como Guterres o José Manuel Durao Barroso. (Europa Press)

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El Periodista