Fin del especismo: ¿Por qué queremos a algunos animales y a otros los comemos?
La industria alimenticia está en el centro de este debate: más de 73 mil millones de animales son muertos todos los años para ser consumidos como carne o como consecuencia de la producción de leche y huevos.
¿Alguna vez te has preguntado por qué algunos animales son acariciados y amados como si fueran parte de la familia, mientras que otros terminan en nuestros platos? En un mundo donde muchos perros y gatos son tratados como realeza, pero las vacas y pollos quedan en la sombra, incluso surgió una fecha que desafía nuestras creencias más arraigadas: el Día Mundial por el Fin del Especismo, que se conmemora cada 26 de agosto, ocasión en que muchas organizaciones alientan a replantear nuestros hábitos y creencias.
De acuerdo con Maia Marazzo, Coordinadora de Políticas Alimentarias de la organización internacional de protección animal Sinergia Animal y responsable del Desafío 21 Días Veg, a nivel latinoamericano, “esta es una fecha importante para tomarnos un momento y reflexionar sobre el trato que damos a algunas especies. Animales explotados por la industria alimenticia, de la moda, farmacéutica o para entretenimiento -como vacas, cerdos, pollos, peces, conejos, ratas, osos, ovejas, zorros, entre tantos otros- sufren por prácticas que, en seres como perros y gatos serían consideradas crueles y escandalosas, como pasar sus vidas encerrados en espacios reducidos o ser mutilados sin calmantes de dolor. Si bien estos animales sí pasan por este sufrimiento en algunos contextos del mundo, no se ve tan normalizado como en otras industrias como la de la moda o la alimenticia”.
Los cimientos de esta revolución conceptual fueron sentados en los años setenta, cuando el psicólogo Richard D. Ryder le dio nombre al fenómeno que ahora conocemos como «especismo». Fue Peter Singer, el filósofo australiano, quien tomó este término y lo llevó al mundo con su influyente obra «Liberación Animal» en 1975. En el corazón de este concepto radica el argumento de que todas las criaturas con quienes compartimos nuestro planeta son merecedoras de nuestra compasión y protección, sin distinción o entre las especies.
Un debate que trasciende a los animales
La industria alimenticia está en el centro de este debate: más de 73 mil millones de animales son muertos todos los años para ser consumidos como carne o como consecuencia de la producción de leche y huevos.
Los vínculos profundos que forjamos con perros y gatos contrastan con la cruda realidad que enfrentan las vacas, cerdos y pollos en granjas industriales. El 27 de agosto nos desafía a enfrentar este doble estándar y a cuestionar cómo nuestros gustos y preferencias han influido en la jerarquía de quién merece respeto y quién es simplemente alimento.
“Resulta intrigante que, aunque compartimos rasgos cognitivos y emocionales con diversas especies, estas diferencias a menudo se traducen en un trato injusto y desigual. Los cerdos, por ejemplo, son cognitivamente complejos y comparten muchos rasgos con los animales que consideramos inteligentes, pero en muchos casos, su destino es diferente: el matadero en lugar del hogar,” señala Marazzo.
Más allá de las percepciones
Nuestra conexión con los animales a menudo varía según su similitud con nosotros. Estudios sugieren que tendemos a empatizar más con aquellos que reflejan aspectos de nuestra propia especie. En 2019, una investigación reveló que nuestra empatía aumenta cuando sentimos que los animales están relacionados con nosotros y comparten rasgos que consideramos «adorables». “Si bien esto es ciertamente humano, el problema surge cuando este instinto natural nos ciega ante el sufrimiento de especies “menos adorables» o “menos inteligentes”, pero igualmente capaces de sentir dolor o angustia,” afirma Marazzo.
Las aves y los peces, a menudo relegados a un segundo plano en términos de empatía, poseen habilidades sorprendentes. Los peces, por ejemplo, no solo pueden sentir dolor, sino que algunas especies también exhiben destrezas cognitivas asombrosas, como el reconocimiento de sí mismos. Sin embargo, nuestras percepciones distorsionadas han llevado a una falta de protección y consideración para estos seres.
“El hecho de que los no-mamíferos no sean percibidos como adorables puede hacer que la gente pierda sensibilidad ante su sufrimiento. A pesar de que tendemos a empatizar menos con las gallinas, por ejemplo, esto no significa que no tienen la capacidad de sentir y sufrir, todo lo contrario. Y, aun así, en términos de números, son una de las especies que más sufre en nuestra industria alimentaria,” alerta la Coordinadora de Políticas Alimentarias de Sinergia Animal. Además, resalta que estos animales “pasan sus vidas en sistemas crueles como la producción en batería de jaulas, que les impiden manifestar conductas normales como extender y batir sus alas, caminar, picotear o anidar, resultando en frustración severa y sufrimiento significativo”.
Cuestionar el especismo es una de las razones por las que tantas personas están adoptando una alimentación sin productos de origen animal en los últimos años. “En Latinoamérica, Sinergia Animal ha ayudado a más de 93 mil personas a tomar decisiones más conscientes, al brindar apoyo online de nutricionistas y recetas sencillas basadas en plantas, de manera totalmente gratuita”, concluye.