Papa Francisco cree que «la cosa no está madura» para un Concilio Vaticano III
En cuanto a los seminarios, el Papa también subraya que se necesitan "seminaristas normales, con sus problemas, que jueguen al fútbol, que no vayan a los barrios a dogmatizar".
«No está madura la cosa para un Concilio Vaticano III y tampoco es necesario en este momento, puesto que no se ha puesto todavía en marcha el Vaticano II», señala el Pontífice en una entrevista con la revista Vida Nueva –con motivo del 65 aniversario del semanario católico–, recogida por Europa Press.
Preguntado por si se planteó en algún momento darle al Sínodo de la Sinodalidad forma de Concilio Vaticano III, teniendo en cuenta que abarca muchos asuntos, desde propuestas para una renovación litúrgica hasta la opción por los pobres, la ecología integral o la acogida de las personas LGTBI, Francisco dice que primero hay que «poner en marcha» el Concilio Vaticano II.
«Este fue muy arriesgado y hay que ponerlo en marcha. Pero siempre está ese miedo que a todos se nos contagió, escondidamente, por parte de los viejos católicos que, ya en el Vaticano I, se decían depositarios de la verdadera fe», indica, al tiempo que precisa que «todas estas propuestas de mala lactosa hay que bajarlas con argumentos claros».
Respecto a su ímpetu reformador, explica que «tienes que medir hasta dónde puedes pasar el límite y hasta dónde no puedes» y ahí reconoce que hay «cierta impotencia», aunque cree que, al mismo tiempo, es «bueno», porque evita que te creas «un Dios o alguien todopoderoso».
No obstante, reconoce que «todavía» no se ha «atrevido a acabar con la cultura de corte en la Curia». Si bien, plantea que no se puede «reformar la Iglesia sin el Evangelio».
Preocupado por «la rigidez» en algunos sectores eclesiales, Francisco llama a «desenmascarar a los profetas de la confusión». Además, al hablar de «la teología de manual estancada», alerta de que «es fácil que se cuele la ideología y algunos movimientos se revistan de un aire restauracionista, con mucha mística aparente, pero también con mucha corrupción».
Sin embargo, sí se muestra consciente de que su denuncia de las desigualdades le ha generado más de un quebradero de cabeza. «Soy una piedra en el zapato para más de uno. De cualquier imperio hablo mal, sea de la tendencia que sea», asegura.
Por otra parte, en la entrevista, el Papa dice que no le preocupa que le «echen en cara» el hecho de que reciba a mujeres transexuales en la audiencia general de los miércoles, porque son «hijas de Dios».
«Cuando me echan en cara que en la audiencia general vienen las trans. Las trae una monja francesa, Geneviève Jeanningros (de las Hermanitas de Jesús de Carlos de Foucauld), que está allá en el circo», señala Francisco.
Según cuenta el Pontífice, la primera vez que fueron, «salieron llorando» diciendo que les había dado «la mano, un beso», como si hubiera hecho algo excepcional con ellas. «¡Sos hijas de Dios! Él te sigue queriendo así», destaca.
TODOS LOS PAÍSES PEQUEÑOS, ANTES DE ESPAÑA
Preguntado por una futura visita a España, aclara que no va a ir «a ningún país grande de Europa hasta que no termine con los pequeños». Asimismo, comparte que están trabajando en Kosovo, pero «no está definido» y, sobre Argentina, confirma que «está en programa» y verán si se puede hacer «una vez que pase el año electoral».
En relación con la guerra de Ucrania, el Papa confirma que el cardenal italiano Matteo Zuppi, designado como enviado especial de su ofensiva de paz, viajará a Pekín, tras visitar Kiev, Moscú y Washington.
Sobre la mediación para lograr el regreso de los menores deportados a Rusia, Francisco apunta que está pensando en «designar a un representante de forma permanente para que sirva de puente entre las autoridades rusas y ucranianas».
Más allá de este conflicto, revela que el Vaticano está ultimando «un encuentro por la paz con los dirigentes religiosos en Abu Dabi».
Por otro lado, Francisco expone que «una pastoral ideológica de izquierdas o de derechas o de centro no sirve, está ya enferma desde el principio y hace daño a los jóvenes».
Además, admite que tiene miedo de «los grupos juveniles intelectuales, esos que convocan a los jóvenes para reflexionar y luego los llenan de ideas raras». Por ello, defiende que «con los jóvenes» hay que «utilizar el lenguaje de las manos».
En cuanto a los seminarios, el Papa también subraya que se necesitan «seminaristas normales, con sus problemas, que jueguen al fútbol, que no vayan a los barrios a dogmatizar».
Entre otros asuntos, el Pontífice también se refiere a las religiosas, para afirmar que «son la encarnación de lo femenino, de la maternalidad de la Iglesia» y precisa que «un cura no puede ser madre».
También dice que «la madurez del laicado en la Iglesia no está en pañales, pero sí en pantalón corto» y, sobre el momento de su elección como Papa, señala que él es «una víctima del Espíritu Santo». (Europa Press)