Augusto Góngora, memoria infinita
Por Eduardo Sobarzo-Sánchez, Doctor e Investigador en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Central.
Cuando el escritor y documentalista supo e imaginó en 2014 lo que se venía, asumo que también intuyó que la memoria, ese aspecto tan importante y frágil en la vida emocional de un ser humano, se iba a desvanecer muy de a poco.
Como fue su caso, muchos pacientes sufren los drásticos efectos de la enfermedad de Alzheimer, un cierto tipo de demencia que afecta a millones de personas alrededor del mundo (se estima que cada 66 segundos, alguien en Estados Unidos, desarrolla la enfermedad).
Esta es una degeneración irreversible del cerebro que causa trastornos en la memoria, la cognición, la personalidad y otras funciones que eventualmente conducen a la muerte debido a un cese completo cerebral. Lamentablemente y a veces duele verlo, el diagnóstico de la enfermedad usando un TAC cerebral muestra cómo va “desapareciendo” la masa encefálica.
Así, los costos económicos y personales a que se exponen los pacientes y cuidadores tras el diagnóstico inicial de la enfermedad, se irán incrementando año tras año. Sin embargo, hay casos en que existen ciertos individuos que presentan toda la patología de Alzheimer, pero no muestran neurodegeneración y se mantienen cognitivamente intactos, a pesar de la presencia abundante de placas y marañas consistentes con la enfermedad.
De este modo, cuando el tratamiento médico es inicial y los síntomas que muestra el paciente ante la enfermedad son leves a moderados, el procedimiento es dirigido con medicamentos denominados “inhibidores de la colinesterasa”, receptores situados en el Sistema Nervioso Central (SNC).
Esta enfermedad neurodegenerativa se asocia a la pérdida de neuronas colinérgicas en partes del cerebro. En este sentido, los inhibidores de la acetilcolinesterasa, como donepezilo, galantamina y rivastigmina retrasan la degradación de la acetilcolina liberada en las hendiduras sinápticas y así mejoran la neurotransmisión colinérgica, dando como resultado, mejores condiciones cognitivas y de la memoria del paciente, entendiendo claramente que este tratamiento no detiene la enfermedad, solo nos da algo de tiempo y de una efímera memoria para ser aún parte de este mundo.
Actualmente, lecanemab, gantenarumab, donanemab y aducanumab son medicamentos aprobados por la FDA en EEUU que están siendo estudiados como parte de una estrategia distinta que se denomina “inmunoterapia” pero sólo en etapas tempranas de la enfermedad, ya que este tratamiento busca disminuir uno de los causantes más claros del deterioro de la memoria que son la acumulación de las proteínas beta-amiloide, cómo hubiera dicho mi abuela, el sarro de la tetera, pero depositado en las neuronas.
Así, se reportaron en dichos estudios médicos en pacientes con síntomas leves de la enfermedad que, después de 18 meses de tratamiento con alguno de estos medicamentos, la disminución de la tasa de deterioro cognitivo y de la acumulación de la proteína amiloide.
Es probable que se requieran más estudios para tener en un corto tiempo, un tratamiento que frene la pérdida más importante para nuestros sueños y realidades futuras que es nuestra capacidad de recordar, imborrables imágenes que se harán perdurables, tal como se hizo Augusto hace ya dos meses. Que el tiempo no te borre y la memoria infinita te haga eterno.