Hoy es el Día del Completo… creo que corresponde, como yo lo hago todos los años, celebrar el día con un buen hotdog, perro caliente, vienesa en pan, italiano, salchicha con aderezos… como quieran llamarlo, para homenajear al más noble de los platos de la gastronomía chilena.
Se trata de un sandwich popular y democrático, almuerzo que nos iguala a ricos y a pobres, que nos mancha por igual las camisas y suéteres a gordos y flacos, que nos hace chorrear las salsas y la palta molida, las cebollas y la mayo casera del mismo modo a todos por la palma de la mano, la muñeca y el antebrazo antes de sacar una de esas servilletas brillantes que más que limpiar, lo que hacen es esparcir los restos de completo por la piel que rodea la boca y el mentón.
Los hay sencillos sólo con mayo y salsa verde o aquellos con ínfulas de alta gastronomía que incorporan sabores distintos, verduras frescas, tocino, queso derretido, vienesas finas del sur… mostazas de distinto origen y calibre, chucrut, pepinillos, ketchup y un etcétera tan largo como variedades propone el plato de Chile que se expende en tradicionales restaurantes, como en improvisados puestos callejeros a la módica suma del bolsillo de cada comensal.
En cada ciudad y pueblo hay un Rey del completo, una picada que reconoce la calidad de los suyos, un casino de suboficiales, la hostería de la plaza, la sanguchería del barrio, el local de la cadena del patio de comidas. Cada uno tiene su receta y su historia, el proveedor justo de materias primas, el secreto del pan esponjoso y firme o el de una vienesa con vocación de ser exquisita.
Completos cantados a voz en cuello, servidos discretamente en platos ad hoc, con barandas para que la nave no escore y no caigan al costado los sabrosos materiales que dan tan maravillosa identidad al sandwich.
Para muchos el completo es el recuerdo de una infancia, quizás el primer plato probado en un restorán, la iniciación a ser mayor, administrar la mordida, la apertura de la boca, la adecuada forma de tomarlo con una o dos manos era la fehaciente demostración que ya no éramos niños chicos. Podíamos hacerlo con relativo éxito en un lugar público, no hacer el loco en los estrechos pasillos del Dominó de Agustinas. Muchos hicimos la primera salida con nuestro padre cuando nos llevó por las enredadas galerías del centro para sentarnos en un largo mesón de oficinistas apurados para probar este folclórico emparedado, otros tuvimos una primera aproximación en un cumpleaños infantil, en esos que había gorros y cornetas, sorpresas dentro de un rollo de confort decorado con papeles de colores y flecos, y el centro de la mesa una torta blanca y botellas de bilz y pap como inequívoca señal de una tarde de fiesta.
Las niñitas dejaban sus hotdogs a medio comer, los niños por el contrario, los devorábamos con fruición, y más grandecitos incluso, pedíamos otro, por si la tía, es decir, la mamá del cumpleañero, había calculado cocer más salchichas para los hambrientos comensales amigos de su hijo/a que empezaban a oler mal en los pies y a brotar tímidos pelos sueltos arriba de la boca.
Como fuere, el completo es parte de nuestra segunda infancia, el platillo más rápido y fácil para preparar con los amigos de los últimos años de colegio, para las juntas universitarias, para las campañas que buscan reunir plata para cualquier causa, son baratos, relativamente, por mucho que algunos de sus ingredientes vayan más allá que incluso el ritmo de la inflación. Su ecuación precio/calidad tan en boga en las escuelas de marketing lo consagran como un preferido del pueblo. El beneficio recibido o percibido está muy por encima del valor por el que uno paga, resultado: un cliente-usuario satisfecho, complacido y contento, máxime si el sándwich se consume en buena compañía.
Con los años el completo se posiciona en el ideario nacional, compite querámoslo o no, con la tradicional cazuela, pastel de choclo y empanada, platos asociados más bien al campo y a la vida rural, a las quintas de las afueras de la ciudad; los productos del mar como picorocos, machas a la parmesana o la merluza frita son clásicos del borde costero, en cambio el completo podéis encontrarlo en cualquier lugar del país donde haya una cacerola con agua caliente.
Hoy es el Día del Completo y la república toda celebra.