Déficit de cultura coalicional
Por Marco Moreno Pérez, Académico de la Escuela Gobierno UCEN.
El resultado de la tramitación de la ley Nain-Retamal evidenció durante el proceso de discusión y aprobación un problema que comienza a mostrarse como estructural en el oficialismo. Este se relaciona con la dificultad creciente para procesar de manera institucional diferencias al interior del bloque de gobierno.
Es normal que en los gobiernos que están compuestos por distintas fuerzas políticas debatan, discrepen y hasta muchas veces lo hagan de forma pública. Esto no debe sorprendernos. La coalición de gobierno más exitosa, la Concertación de Partidos por la Democracia, estaba conformada por fuerzas que habían sido antagonistas antes del quiebre de la democracia y durante la dictadura militar. A pesar de sus diferencias lograron procesarlas y darle al país 20 años de estabilidad política y desarrollo económico y social.
Sin embargo, hay una línea que separa la cultura de la coalición de la cultura de la autolesión. El ruido dentro del oficialismo que dejó la tramitación de ley colocó sobre la mesa un aspecto clave para los gobiernos de coalición. El hecho que una parte del oficialismo (FA, PC) finalmente se restara de apoyar la iniciativa impulsada por La Moneda muestra cómo un Gobierno puede trabajar contra sí mismo. La marginación de los diputados/as del FA y PC del acuerdo paso de ser una simple discrepancia para instalar una tensión con la otra coalición (PS, PPD, PR y PL) y el Ejecutivo aun no superada.
El asunto ha seguido escalando, dejando de ser una coalición donde sólo se discrepa para convertir la disputa en una arena con bandos que se atacan, utilizando el debate público para expresar tales diferencias.
El oficialismo requiere de manera urgente de mecanismos a nivel de la coalición para procesar institucionalmente sus diferencias. Mientras tanto la oposición (la oposición externa al gobierno) parece haber renuncia a ser alternativa y estaría apostando en el actual escenario del oficialismo por la alternancia, es decir solo esperar que les toque volver a gobernar.