Banco Central sigue sin ver clara la caída de la inflación aunque llama a actuar con flexibilidad
Por su parte, en lo que se refiere a la actividad económica, el organismo presidido por Rosanna Costa ha mejorado recientemente sus previsiones, con un intervalo de crecimiento de entre el 0,5% y el 1,5% para este año.
El Banco Central ha instado nuevamente a mantener la tasa de política monetaria en el 11,25% al no haber evidencia de que la convergencia de la inflación hacia la meta se esté consolidando, siendo la opción de congelar los tipos de interés la única opción «plausible» por el momento.
No obstante, según se desprende del acta de la última reunión de política monetaria del organismo central –en la que se optó por tercera ocasión consecutiva por preservar la cifra del 11,25%– ante la existencia de riesgos «muy relevantes» en el plano internacional, que podrían empeorar de manera «abrupta y pronunciada» la situación económica, los consejeros del banco han coincidido en que se debía actuar «con flexibilidad» en caso de que se concretasen algunos de estos factores, como una caída imprevista de la actividad económica.
En el momento en el que el banco tomó su última decisión de política monetaria, la inflación se situaba en el 11,9% interanual, según cifras del mes de febrero. En marzo ha caído en ocho décimas, aunque se mantiene sobre el 11,1%, en los dos dígitos.
Si bien la entidad es consciente de que se da una senda de desaceleración, los niveles aún permanecen «elevados». Además, la inflación subyacente, que debería ser una mejor guía para la evolución de la inflación futura, no termina de descender con claridad.
Por su parte, en lo que se refiere a la actividad económica, el organismo presidido por Rosanna Costa ha mejorado recientemente sus previsiones, con un intervalo de crecimiento de entre el 0,5% y el 1,5% para este año.
«Todos los consejeros concordaron en que el escenario económico presentaba riesgos relevantes», recoge el acta. En consecuencia, en los próximos meses, el organismo se debatirá entre una política monetaria «más agresiva», en caso de que la inflación se haga «más persistente», o una reducción rápida de la tasa, para hacer frente a la desaceleración derivada del escenario internacional.