La política externa de Estados Unidos para China
Por Pedro Costa Júnior, alumno de doctorado del Departamento de Ciencias Políticas (DCP) de la Universidad de Sao Paulo.
“El ciclo, que es interminable, se desarrolla del desequilibrio para el equilibrio y de ahí nuevamente para el desequilibrio. Cada ciclo, sin embargo, conduce a un nivel más alto de desarrollo. El desequilibrio es normal y absoluto, mientas el equilibrio es temporal y relativo.” – Mao Tsé-Tung.
La política externa norteamericana, en este siglo XXI, presenta dos pilares estructurantes muy bien definidos. Ambos parten de una agenda bipartidaria consensual, de republicanos y demócratas.
El primero, de carácter estructural, pauteado en el “excepcionalismo histórico”, a saber, la creencia fundamental de que no existe ni puede venir a existir ni una nación arriba de los Estados Unidos en términos de poder en el Sistema Internacional, lo que se traduce en una política deliberada de su supremacía militar incontestable. Lo segundo, íntimamente ligado al primero, es la contención de China en las disputas por el poder global en el Sistema Mundial Moderno.
Los Estados Unidos demoraron demasiado para percibir el tamaño del desafío chino. Fue tan solo en este siglo que comenzaron a despertar, tardíamente, para el elefante en la sala.
Fue solo en los gobiernos Obama/Biden, que se intenta una reformulación en la política externa americana, para priorizar no más el Medio Oriente, sino más bien el “desafío asiático”.
China, en aquel momento, era un desafío evidente como sol de mediodía. El entonces presidente demócrata formuló asi, el “pivote para Asia” y la “Alianza para el Pacífico” (TPP). Ambos fracasos retumbantes. El pivote asiático no salió del papel porque los Estados Unidos no consiguieron salir del Oriente Medio. Las “Guerras Gemelas”, en Afganistán e Irak, se volvieron infinitas.
Posteriormente, vino la “Guerra en Libia”, Irak de Hilary. Y aún la “Guerra en Siria”, humillante para el gobierno Obama. Además del surgimiento del grupo terrorista ISIS. Todo esto en el contexto de la Primavera Árabe. Ya el TPP (Trans-Pacific Partnership), el tratado de libre comercio que reuniría a los Estados Unidos y las principales economías de Ásia y del Pacífico, en a tentativa clara de aislar a China, fue implosionado por el gobierno Trump.
La Política Externa de Trump fue marcada por un aislamiento arrogante. Con el desprecio a las “Organizaciones Multilaterales” incluso a aliados tradicionales de los Estados Unidos, como Alemania y Francia. Sin embargo, fue en la administración Trump que se inició la denominada “Guerra Comercial a China”.
A partir de la elección de Trump, en 2016, se formó un consenso en el Departamento de Estado norteamericano, sean demócratas, republicanos, militares, políticos, congresistas de alto y bajo escalón, secretarios de Estado, diplomáticos, think tanks, diversas universidades y grupos de investigación, intelectuales al servicio del Estado, periodistas y los medios de comunicación en general, etc… que el gran desafío de los EEUU no son más el “terror” o “terrorismo” y, si, China, y que es necesario contenerla tenazmente.
El gobierno Biden/Harris, después de la desastrosa retirada de los EEUU de Afganistán, comenzó finalmente a realizar el otrora inconcluso pivote para el Pacífico, con el fin de contener la expansión de China. Biden pasó a mover las piezas en el tablero geopolítico. Creó el “QUAD” (Sociedad Quadrilateral sobre Seguridad entre Estados Unidos, India, Australia y Japón), y posteriormente, la “AUKUS”: una alianza de cooperación tecnológica y militar, envolviendo a los Estados Unidos, en conjunto con el Reino Unido y Australia. Ambos, una evidente estrategia de contención de China en el Indo-Pacífico.
Un punto decisivo en la reorganización de la geopolítica del poder, que está ocurriendo en el sistema-mundo, es el envolvimiento umbilical de los EEUU en la “Guerra de Ucrania”. El enfrentamiento a Rusia alcanzó proporciones sistémicas, implicando a las grandes potencias globales, lo que desencadenó en el estrechamiento de una “alianza sin límites” sino-rusa – que acabó de completar un año este mes de febrero – según Henry Kissinger, el peor de los escenarios para la Política Externa Americana.
Los dos países anunciaron una alianza de nivel superior y sin precedentes en la historia del Sistema-Mundo: “Las nuevas relaciones interestatales entre Rusia y China son superiores a las alianzas políticas y militares de la época de la Guerra Fría. La amistad entre los dos Estados no tiene límites, no hay áreas ‘prohibidas’ de cooperación”, dice el documento.
El Gobierno Biden dio un paso decisivo en la contención al poder chino. La “Guerra Tecnológica” contra China. Biden divulgó un amplio conjunto de controles de exportación que prohíben a las empresas chinas de comprar chips avanzados. Las recientes sanciones de los EEUU contra China no tienen precedentes en los tiempos modernos.
Autoridades de los Estados Unidos se manifestaron sobre la medida como un acto a fin de proteger los intereses de seguridad nacional. Los chips que los Estados Unidos tratan de controlar son semiconductores, los procesadores que mueven celulares, vehículos autónomos, computación avanzada, drones, equipamos militares – y se tornaron esenciales para la disputa tecnológica de esta década.
En síntesis, la gestión Biden no sólo continuó la “Guerra Económica” con China, iniciada por Trump, como la elevó a una “Guerra Tecnológica” y aún a una “Guerra Humanitaria”, bien al estilo de los demócratas. Se trata de un camino sin retorno.