Cambio climático altera cauces de los ríos árticos
A medida que la región del Ártico canadiense y Alaska se calienta bruscamente, sus ríos no se mueven como esperaban los científicos, según ha comprobado un equipo internacional de investigadores.
El doctor Alessandro Ielpi, profesor adjunto de la Facultad de Ciencias Irving K. Barber de la Universidad de la Columbia Británica (UBC) Okanagan, en Canadá, que es paisajista y autor principal del estudio publicado en la revista ‘Nature Climate Change’, asegura que los resultados fueron «sorprendentes».
La investigación, realizada con el doctor Mathieu Lapôtre, de la Universidad de Stanford (Estados Unidos); el doctor Alvise Finotello, de la Universidad de Padua (Italia), y la doctora Pascale Roy-Léveillée, de la Universidad Laval, examina cómo el calentamiento atmosférico está afectando a los ríos árticos que fluyen a través del terreno de permafrost.
«El Ártico occidental es una de las zonas del mundo que está experimentando un calentamiento atmosférico más acusado debido al cambio climático –afirma Ielpi en un comunicado–. Muchos científicos del norte predijeron que los ríos se desestabilizarían por el calentamiento atmosférico. La idea era que, al descongelarse el permafrost, las orillas de los ríos se debilitan y, por tanto, los ríos septentrionales son menos estables y se espera que cambien la posición de sus cauces a un ritmo más rápido».
Esta suposición de una migración más rápida de los cauces debido al cambio climático ha dominado la comunidad científica durante décadas. «Pero nunca se había contrastado con observaciones sobre el terreno», añade.
Para comprobarlo, el equipo analizó una colección de imágenes de satélite tomadas hace más de 50 años. Compararon más de mil kilómetros de riberas de 10 ríos árticos de Alaska, el Yukón y los Territorios del Noroeste, incluidos grandes cursos de agua como el Mackenzie, el Porcupine, el Slave, el Stewart y el Yukón.
«Pusimos a prueba la hipótesis de que los grandes ríos sinuosos en terreno de permafrost se mueven más rápido bajo un clima que se calienta y descubrimos exactamente lo contrario –explica–. Y sí, el permafrost se está degradando, pero la influencia de otros cambios ambientales, como el reverdecimiento del Ártico, contrarresta sus efectos. El aumento de las temperaturas y de la humedad en el Ártico significa que la región está reverdeciendo. Los arbustos se expanden, se hacen más espesos y altos en zonas que antes tenían escasa vegetación».
Esta vegetación creciente y robusta a lo largo de las riberas significa que éstas se han vuelto más estables. «La dinámica de estos ríos refleja el alcance y el impacto del cambio climático global en la erosión y deposición de sedimentos en las cuencas hidrográficas del Ártico –escriben los investigadores–. Comprender el comportamiento de estos ríos en respuesta a los cambios ambientales es primordial para entender y trabajar con el impacto del calentamiento climático en las regiones árticas».
El doctor Ielpi señala que el seguimiento de la erosión de las riberas y la migración de los cauces en todo el planeta es una herramienta importante que debería utilizarse ampliamente para comprender el cambio climático.
Como parte de esta investigación, también se analizó un conjunto de datos de ríos situados en regiones sin permafrost y representativos de climas más cálidos de América, África y Oceanía. Esos ríos migraron a ritmos coherentes con los registrados en estudios anteriores, a diferencia de los del Ártico.
«Descubrimos que los grandes ríos sinuosos con diversos grados de distribución del permafrost en sus llanuras aluviales y cuencas de captación, muestran en cambio un peculiar rango en las tasas de migración –destaca Ielpi–. Sorprendentemente, estos ríos migran a ritmos más lentos bajo temperaturas más cálidas».
El análisis cronológico muestra que la migración lateral de los grandes ríos sinuosos del Ártico ha disminuido alrededor de un 20% en el último medio siglo.
«La desaceleración de la migración de alrededor del 20% de los cursos de agua árticos documentados en el último medio siglo es una señal importante a escala continental. Y nuestra metodología nos dice que el 20% puede muy bien ser una medida conservadora –subraya–. Confiamos en que pueda vincularse a procesos como la matorralización y el deshielo del permafrost, que a su vez están relacionados con el calentamiento atmosférico».
«El pensamiento científico suele evolucionar a través de descubrimientos incrementales, aunque un gran valor reside en las ideas disruptivas que nos obligan a mirar un viejo problema con nuevos ojos –advierte Ielpi–. Esperamos sinceramente que nuestro estudio anime a los científicos del paisaje y del clima de otros lugares a reevaluar otros supuestos básicos que, al ponerlos a prueba, pueden revelar facetas fascinantes y apasionantes de nuestro planeta en constante cambio».