The banshees of inisherin: una intrigante falacia

Por Miguel Reyes Almarza, periodista e investigador en pensamiento crítico

★★★★☆ (4,5 sobre 5)

El problema del determinismo es que lleva al ser humano a una falsa bifurcación, no por eso menos poderosa, acerca de simplemente dejar que las cosas sigan como están, para bien o para mal, o luchar por el cambio asumiendo las consecuencias siempre nefastas.

Inisherin -el pequeño pueblo ficticio que da pie a esta historia de amistad- es una metáfora de nuestra sociedad planetaria, que más allá de los artilugios propios de la técnica, se desenvuelve en las redes sociales y en el pequeño espacio de lo real, en tanto modernidad, como un pueblo bucólico de aquellos que aparecen en los cuentos. La cercanía y la repetición son elementos esenciales de la vida misma, no obstante, el verdadero conocimiento del otro y nuestra capacidad de aceptar y resolver conflictos sigue siendo, desde el principio de los días, el eje articulador de nuestra especie.

Banshees of inisherin (Los espíritus de la isla) es un testimonio de ficción áspero y a la vez iluminador, acerca de el fin de los grandes relatos, aquellos insight o lugares comunes que sostienen, por placer o a regañadientes, la vida de todos nosotros. ¿Qué es la amistad? ¿Cuál es su decreto sagrado? Quizás es tiempo de aceptar la volatilidad del presente -o la liquidez como diría Bauman- donde “ese afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato” (RAE) termina siendo tan efímero como la tendencia de moda.

Filmada con un fotografía exquisita -que atrapa toda la belleza de la costa oeste de Irlanda- y que, paradojalmente no alcanzó para ser nominada al Óscar – ¡gran error! – aplica con 9 nominaciones para la 95ª edición de los premios de la Academia y sí, merece todas y cada una. Partiendo por mejor película -que a estas alturas tiendo a apostar a ganador- sumado a mejor director y mejor guion original (Martin McDonagh), mejor montaje y mejor banda sonora, mejor actor y actriz de reparto y por supuesto mejor actor principal, siendo uno de los mejores trabajos -sino el mejor- de Colin Farrell (como Pádraic Súilleabháin) que ya obtuvo el Globo de Oro en la misma categoría, muy lejos de todo lo que hemos podido conocer de él en el cine de taquilla.

Nos enfrentamos a una especie de contradicción vital, la abulia del destino marcado o el vértigo del cambio que antecede -inexorablemente- la fatalidad. Gran y falacioso argumento para un cine cada vez más alejado de las reflexiones existenciales. Deténgase y disfrute.

Una hermosa excusa para ir al Cine Arte Normandie o al Biógrafo.

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El Periodista