Sin novedad en el frente: nunca un título fue más certero

Por Miguel Reyes Almarza, periodista e investigador en pensamiento crítico.

★★☆☆☆ (2 sobre 5)

Si hay alguna idea esencial que le haga honor a la producción filmográfica de la cual se derivan las siguientes aproximaciones críticas sería: “lo mismo de siempre, pero en HD”.

Y es que “Sin novedad en el frente” (2023) candidata a 9 Óscar de la Academia (que incluye mejor película y mejor película internacional, sí, como Parásitos, 2020) es un gesto inexplicable -desde lo cinematográfico- y totalmente descartable, que usurpa un espacio que bien pudo ocupar Blonde (2022) o cualquier otra producción que aportara algo más que explosiones para adolescentes.

Sabemos que la Academia es política, perversa, marketera y por tanto una nominación al Óscar -la mayoría de las veces- equivale hoy por hoy a una especie de tendencia que rentabiliza en algún lugar privilegiado de la producción audiovisual, donde la originalidad sucumbe ante el azote del sonido envolvente y la fotografía agotadoramente perfecta, como esas imágenes caza bobos que reproducen los televisores de alta gama en las tiendas de electrónica.

¿Es una mala película? No. Es una película que no aporta. Más de lo mismo, ruido, explosiones y una cámara subjetiva sobre un soldado desesperado, todo muy a la usanza del desarrollo técnico del S.XXI y que no avanza ni un milímetro -como descubrimiento- de trabajos como Rescatando al Soldado Ryan (1999) o Dunkerque (2017).

Es más, como tercera adaptación cinematográfica de la novela homónima de Erich Maria Remarque (1929) -Sí, tercera- se torna en un déjà vu perverso de la adaptación de 1930 que se llevó la estatuilla a la mejor película y mejor director (Lewis Millestone) y que ya avisaba un desgaste importante para su reversión de 1979 (Dir. Delbert Mann), acaparando polvo -no nominaciones- en los archivos cinéfilos presa de la abulia y la escasa sorpresa.

Edward Berger, director de la versión que nos convoca, considera una adaptación absolutamente técnica, casi un “upgrade” desde el punto de vista sonoro y visual, pero ninguna molestia a propósito del argumento original.

Es cierto que, al menos desde lo tangible, tiene todo para llevarse uno o más galardones en los aspectos técnicos (fotografía, sonido, diseño, efectos visuales), sin embargo, se vuelve a abrir la discusión respecto de lo que se entiende por cine, donde muchos – ¿dinosaurios? – nos resistimos a las tendencias por sobre la originalidad. También es claro que los tiempos han cambiado y que lo técnico, desde hace mucho, se convirtió en “el Dorado” de la industria, el efecto, sobre el contenido, la experiencia sensible sobre el argumento.

Sin “novedad” en el frente: nunca un título fue más certero a la hora de anticipar una película.

Disponible en Netflix.

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El Periodista