HACE 20 AÑOS EN EL PERIODISTA: Así eran las columnas de la actriz Blanca Lewin

La protagonista de varios filmes nacionales y de teleseries escribió durante años en nuestra edición impresa. Acá puedes revisar sus columnas.

LA FOTO MÁS CARA DE MI VIDA
( Escribe Blanca Lewin )Por lo menos tengo el registro de ese momento, momento importante en mi vida, momento en el que aprendí algo más y me hice más grande. Cuando te vea en la calle no podrás mirarme a la cara, y yo tengo la exclusividad de recordar la tuya para siempre.

El año pasado por fin me compré una camarita digital en cómodas cuotas de multitienda. El ofertón era bastante tentador, aunque debo reconocer que estuve temerosa porque las otras que tuve -automáticas pero simpáticas todas, nunca me atreví a sacar fotos en un modo más profesional- siempre las andaba trayendo conmigo en cuanto evento o lugar fuera. Pero a veces el pudor, otras la lata, hicieron que la cámara jamás saliera de la mochila. Y de todo aquello tengo sólo lindos recuerdos.

Ver sus columnas

Hasta que me compré la cámara digital, y nadie me paró nunca más. Es ridículo, empecé a parecerme a las japonesitas del cerro San Cristóbal. La sacaba en todas las comidas con amigos, en casa o restaurantes, fiestas, cumpleaños, grabaciones, situaciones totalmente cotidianas y domésticas, y es que es muy linda la idea de tomar una foto, verla inmediatamente, poder borrarla si no te gustó, jugar, jugar, jugar. Gran juguete la camarita. Como soy muy correctita para mis cosas no la llevaba en un comienzo a recitales, pero cuando me di cuenta que los viejos encendedores en las baladas románticas se transformaron en miles de visores digitales, empecé a acarrearla también. Y fui feliz, muy feliz, me sentí parte del mundo moderno, de la rapidez, de la inmediatez…

Antes de entrar a trabajar en teleseries pensaba que las cámaras Polaroid (hablando de lo inmediato) eran parte de la memoria ochentera. Para mi sorpresa, la gente que trabajaba en el área de «continuidad», esas personas que están a cargo de que, por ejemplo, de una escena a otra un personaje lleve puesto exactamente el mismo atuendo, independiente de la diferencia de días con que se grabe una y otra escena, registraban todo con fotos instantáneas. Al final de una teleserie es interesante mirar los farditos de fotos de cada personaje con cada uno de los vestuarios, peinados y maquillajes que usaron a lo largo de ocho meses de grabación.

De ahí en adelante siempre me llamó la atención este objeto, siempre pensé que además no queda registro alguno más que la foto: no hay negativos, no hay memory stick… no se puede copiar, es un objeto exclusivo, que retiene un momento instantáneo. Único.

Y hace poco tiempo descubrí que existe hoy un nuevo tipo de fotógrafo ambulante, con versiones muy modernas de la vieja Polaroid: estás en un lugar con amigos, tomándote algo y llega el tipo que por luca y media te vende un momento de tu vida, y generosamente no retiene nada para sí (aparte de los quinientos pesos que gana por foto). Me obsesioné, la quiero, la olvidada Polaroid es el inicio de la virtualidad, de lo desechable.

Así una vez llegué a perder setenta lucas. Se las presté a un tipo que había conocido en Valdivia y que venía saliendo de la cárcel, que en ella había montado una obra de teatro gracias a un aporte anterior que le dimos unos amigos y yo. Ahora, en libertad condicional, se hacía unos pesos sacando fotos instantáneas y necesitaba comprar cargas para la máquina. Me prometió devolver la plata luego de ese fin de semana, que era de Fiestas Patrias y el muy idiota se sacó una foto conmigo y me la regaló. (O me la vendió en setenta lucas).

Por lo menos tengo el registro de ese momento, momento importante en mi vida, momento en el que aprendí algo más y me hice más grande. Cuando te vea en la calle no podrás mirarme a la cara, y yo tengo la exclusividad de recordar la tuya para siempre.

 

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

El Periodista