Si estas paredes pudieran cantar: reconocimiento -tardío- a los estudios Abbey Road

Por Miguel Reyes Almarza, periodista e investigador y pensamiento crítico.

★★★★☆ (4 sobre 5)

Hablar de Abbey Road, para ser honestos, es inseparable del fenómeno Beatle, en específico, su reconocimiento internacional en el mundo de la música está más ligado al disco homónimo de los Beatles (Abbey Road, 1969) y a la icónica fotografía, resultante de una sesión matutina de apenas 10 minutos a cargo del fotógrafo Ian MacMillan, donde quedó inmortalizada la imagen de la banda inglesa cruzando por el paso de cebra -hoy- más famoso del planeta y que en el 2010, por decreto gubernamental, se convirtió en patrimonio cultural de la ciudad de Londres para todo el orbe.

Pero Abbey Road antes de ser un disco – ¡Vaya disco! – y una foto de obligada imitación para la fanaticada mundial, fue, es y será uno de los estudios de grabación más importantes de la industria de la música. Lo que en un comienzo fue una casa de estilo georgiano reacondicionada para grabar estándares de la música clásica en 1931, años más tarde, 32 para ser exactos y de la mano de un disco grabado en apenas 585 minutos (Please, Please Me, 1963) la construcción, ubicada en el N° 3 de la calle Abbey Road, se convirtió en la Meca para todo tipo de expresión musical.
Mary McCartney (Fotógrafa) directora del filme, es la encargada de recuperar desde su memoria personal -como hija de un Beatle que prácticamente fue criada entre los biombos y micrófonos de las sesiones de grabación- y la investigación fecunda de los momentos más representativos en el desarrollo de la historia de la grabación musical.

La película, de apenas una hora y media, se desenvuelve entre la nostalgia y los testimonios ineludibles de un grupo muy específico de técnicos, ingenieros, productores y artistas, que contribuyeron a dar vida a lo que hoy es reconocido como el estudio más importante y de más larga data del que se tenga razón.

La lista de “pasajeros” que han recorrido sus instalaciones, siempre será su mejor carta de presentación. Desde Cliff Richard en 1958 (el primer “rockero” a ser grabado en el lugar) hasta el fenómeno Soul en ciernes de Celeste (Not Your Muse, 2022) uno de los debuts más importantes del Reino Unido editado en diciembre pasado. Desde “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” (la obra máxima de la música popular del S.XX) en 1967 y que obligó -lo que más tarde se convirtió en un estándar- a juntar músicos populares con músicos clásicos en una misma producción, hasta el álbum en vivo del rapero y productor musical Keyne West, “Late Orchestration” de 2006; o Desde Pink Floyd y su “Dark Side Of The Moon” (1973) hasta los trabajos de sesión de un todavía desconocido Reginald Dwight, sí, el mismísimo Elton John. Todo lo anterior sumado a muchas de las más reconocidas bandas sonoras de todos los tiempos, para muestra, las composiciones de John Williams para las taquilleras Indiana Jones, E.T., Star Wars y tantas otras películas.

Revisiones de cintas maestras, conversaciones y relatos íntimos de los protagonistas junto a una fotografía y archivo de gran calidad – incluyendo algunas imágenes que se visualizan por primera vez- dan cuenta de la evolución sin precedentes del negocio de la grabación y la producción musical, desde las islas británicas para el mundo.

¿Qué faltó? Es la gran pregunta. Cuando se habla de un monumento de tal envergadura es obvio que el tiempo dedicado al trabajo fílmico se hace poco. Muchos grandes artistas que pasaron por sus salas de control no aparecen siquiera mencionados, a saber, Jeff Beck, Steve Wonder, Alan Parsons, Queen entre otros monstruos del rock), también se extraña la referencia a músicos latinos, desde Claudio Arrau hasta Luis Miguel, que también grabaron en aquel lugar santo y que no tienen la más mínima reseña. Es cierto que se insiste en la visión íntima de Mary McCartney, sin embargo, durante la película nos damos cuenta que, si no está hablando de los Beatles o de su padre, lo íntimo desaparece y se vuelve un documental de corte clásico. Necesariamente debió ser una serie en justicia con todos aquellos que debieron estar allí.

Para el final y a modo de anécdota, queda reverberando la clásica y sabrosa polémica acerca de la autoría de los artilugios y crescendos finales de la canción “A Day In The Life”, pista final del disco Sgt. Pepper’s y que, en el registro audiovisual, en boca de Gilles Martin -hijo del histórico productor de los Beatles- fue idea de McCartney y no de Lennon, como era de conocimiento regular, información que antes ya la había sugerido el mismo Paul en una entrevista que otorgó a la revista Playboy en 1984. Será menester de los fanáticos jugar con esta información y sacar sus propias conclusiones.

En fin, polémicas y ausencias son siempre un buen indicador de lo sabroso de este reconocimiento tardío a uno de los lugares más importantes -en lo que a música se refiere- del planeta. “Si esas paredes pudieran cantar”, de seguro darían cuenta de las mejores ondas sónicas que han tocado nuestras vidas. Para todo amante de la música y de la historia, un imperdible.

Disponible en streaming plataforma Disney +

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El Periodista