Netanyahu regresa al puesto de primer ministro de Israel

El líder del Likud encabeza un Gobierno considerado como el más derechista en la historia del país, ante la alarma de la oposición

Benjamin Netanyahu, líder del partido derechista Likud, ha protagonizado este jueves un fulgurante regreso al cargo de primer ministro poco más de un año y medio después de ser sacado del poder por una coalición ensamblada a tal fin tras las elecciones legislativas de 2021.

El político, conocido popularmente como ‘Bibi’ y la persona que más tiempo ha estado en el cargo en la historia de Israel –tras dos mandatos entre 1996-1999 y 2009-2021–, ha materializado su retorno a la primera fila de la política israelí un año, seis meses y 16 días después de abandonar el cargo, después de volver a asumir el liderazgo de un gobierno tras la sesión de confirmación en la Knesset.

Netanyahu tuvo que abandonar el poder en 2021 a raíz del ensamblaje de una coalición diversa que integró a partidos de todo el espectro político, unidos por su oposición a que el líder del Likud continuara como primer ministro. Dicha coalición contó con la participación de partidos ultraderechistas, izquierdistas e incluso de la Lista Árabe Conjunta, por primera vez parte de un Gobierno en Israel.

Esta coalición logró así una escueta mayoría de 61 de los 120 escaños de la Knesset, lo que derivó en una situación de extrema fragilidad que, sumada a las creciente tensiones entre los distintos partidos, acabó por desembocar en el colapso del Ejecutivo –en el que Naftali Bennett y Yair Lapid se rotaron como primer ministro– y en la convocatoria de nuevas elecciones.

La convocatoria, formulada en junio, abocó a Israel a unas quintas elecciones en tres años, tras el colapso de varios gobiernos inestables o la ausencia de mayorías claras en el seno de la Knesset, un bloqueo que emanó de las elecciones de abril de 2019, que se celebraron de forma anticipada a causa de las disputas en torno a un proyecto de ley sobre el servicio militar entre la comunidad ultraortodoxa.

Sin embargo, en esta ocasión ha salido de las urnas una mayoría clara para el bloque encabezado por el Likud, que incluye a varios partidos ultraortodoxos y ultraderechistas y que controla 64 escaños en el Parlamento tras una serie de acuerdos que han derivado en importantes concesiones por parte de Netanyahu para poder volver al cargo.

Desde que recibiera el mandato para intentar formar el nuevo Gobierno, ‘Bibi’ ha intentado reducir las preocupaciones expresadas a nivel nacional e internacional sobre el papel de algunos de sus socios, en lo que ha derivado en la práctica en el gobierno de corte más derechista en la historia del país.

Entre las principales caras de este giro hacia la ultraderecha figuran los líderes de Sionismo Religioso y Otzma Yehudi, Bezalel Smotrich e Itamar ben Gvir, respectivamente, que contarán con importantes puestos en el Ejecutivo tras unas duras negociaciones con el Likud. La oposición y activistas han denunciado que la inclusión de estos políticos en el Ejecutivo supone blanquear las posturas extremistas.

GIRO A LA ULTRADERECHA
A pesar de que Netanyahu contaba con el camino abierto para volver al cargo a raíz de los resultados de las legislativas, las negociaciones se han visto dificultadas por las numerosas exigencias por parte de sus socios, que han visto la oportunidad de obtener importantes concesiones debido a la voluntad de ‘Bibi’ de regresar al cargo.

De hecho, los acuerdos de coalición han implicado incluso la aprobación de legislación de forma previa a la toma de posesión, incluida una controvertida enmienda a la Ley Básica para permitir que Smotrich ocupe su cargo, así como modificaciones para que el líder del ultraortodoxo Shas, Arye Deri, pueda ser ministro a pesar de haber sido condenado por fraude.

Por su parte, Ben Gvir ha logrado que salga adelante una modificación que amplía los poderes con los que contará como ministro de Seguridad Nacional, una cartera creada a tal efecto, y que le dará autoridad sobre la Policía, en medio de las críticas opositoras y de la Fiscalía, que ha alertado de posibles injerencias.

Las concesiones de Netanyahu ha desatado incluso una oleada de críticas en el seno del Likud, dado que diversos sectores del partido ven con suspicacia el creciente peso de estos partidos y el impacto que pueda tener sobre el nuevo Gobierno de Israel, incluso a nivel internacional.

De hecho, varios sondeos apuntan a una oposición entre la población israelí a muchas de las políticas que esperan impulsar los partidos ultraortodoxos y ultraderechistas, incluido un impulso de la imposición de la ortodoxia religiosa en distintas esferas de la vida pública en Israel.

Este giro político amenaza además con desatar un conflicto con los palestinos, especialmente en torno a una posible anexión de territorios en Cisjordania. Netanyahu dijo el miércoles que «el pueblo judío tiene derecho exclusivo e incuestionable a todas las áreas en la Tierra de Israel» y adelantó que impulsará la expansión de los asentamientos en Cisjordania, algo criticado por la Autoridad Palestina.

ACUSACIONES DE CORRUPCIÓN
Sin embargo, uno de los resultados que obtendrá Netanyahu de su retorno al poder, a pesar del riesgo de aumento de la polarización social, es la apertura de una puerta que le permita escapar al juicio por presunta corrupción abierto contra él, acusaciones que ha rechazado en todo momento y que ha vinculado a una «caza de brujas».

‘Bibi’, quien en 2021 se convirtió en la primera persona en la historia en ser imputada mientras ocupa el cargo de primer ministro de Israel, está acusado de recibir sobornos, fraude y violación de la confianza en tres casos separados, tras las investigaciones encabezadas por el entonces fiscal general, Avichai Mandelblit.

El político, que llegó a hablar de un «golpe de Estado judicial», está en el centro de lo que la Fiscalía describió en abril de 2021 como un «grave caso de corrupción del régimen», en el marco de tres casos. Netanyahu, muy crítico con el aparato judicial a raíz de la apertura de las investigaciones, ha tenido que distanciarse en los últimos días de unas declaraciones por parte de su hijo Yair, que insinuó que fiscales y policías implicados en el proceso deberían ser ejecutados por traición.

«Amo a mi hijo Yair, que es una persona independiente con sus propias opiniones», dijo Netanyahu. «A pesar de que todo el mundo tiene derecho a expresar críticas, no estoy de acuerdo con las cosas que ha dicho», apuntó, después de que Yair manifestara que fiscales y policías sabían que «estaban tendiendo una trampa a un hombre inocente que resultó ser el primer ministro elegido por el pueblo israelí».

De hecho, el hijo de Netanyahu fue más allá y resaltó que con estas actuaciones «se canceló una elección democrática» e hizo hincapié en que «eso se llama traición». «Todo el mundo puede mirar la ley y ver cuál es el castigo por traición. Me limitaré a decir que no es una pena de cárcel», zanjó, en aparente referencia a una pena de muerte.

Los aliados y socios de Netanyahu han rechazado las acusaciones contra él y han puesto sobre la mesa cambios en el sistema judicial que podrían impedir que los procesos sigan adelante. Así, Smotrich denunció recientemente las «injusticias» en el juicio contra Netanyahu y apostó por «corregir el sistema legal en Israel».

En este sentido, se mostró abierto incluso a adoptar una serie de propuestas de reforma legal que incluían la retirada de los cargos por fraude y violación de confianza, lo que allanaría el camino para que Netanyahu sea absuelto y pueda así evitar pasar a la historia como la primera persona condenada por estos cargos mientras se encontraba aún en el cargo de primer ministro. (Europa Press)

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