La promoción y defensa de los derechos humanos
Por Francisco de Ferari, director de Vinculación con el Medio Universidad Católica Silva Henríquez.
El 25 de noviembre de 1978, diversas autoridades firmaron la “Carta de Santiago”, al finalizar el Simposio Internacional de los Derechos Humanos realizado en la catedral de Santiago, convocado por el Cardenal Raúl Silva Henríquez en plena dictadura militar.
En la liturgia de cierre, se encendió un cirio con la imagen del Simposio que decía “Todo hombre tiene derecho a ser persona”, exhortando a todo hombre y mujer, comunidades y organizaciones, a defender y promover los derechos humanos y la dignidad, apelando a la conciencia de los pueblos para recordarles que la paz sólo puede construirse sobre la base de la justicia.
El Cardenal instó a la iglesia católica a volver a encender el cirio todos los 25 de noviembre para reafirmar el compromiso de la iglesia chilena en la defensa y promoción de los derechos humanos. Hoy, a 44 años de este simbólico gesto, cabe preguntarse, ¿qué son los derechos humanos y por qué es tan importante reafirmar dicho compromiso?
Los DDHH son procesos dinámicos, resultado de las luchas que mujeres y hombres han emprendido por mejoras en la calidad de vida en contextos y culturas determinadas. Al reflexionar sobre qué son, es necesario evitar cualquier tipo de esencialismos que los sitúe en una esfera unitaria y homogénea, que los distancia de su cultura y contexto, huyendo de cualquier pretensión metafísica o trascendental.
Los DDHH son el resultado de la organización humana que dice ¡Basta!, que brota desde la experiencia de la injusticia y de la indignidad humana. Como diría el filósofo Theodor Adorno, el punto de partida son las heridas de las víctimas. Cualquier conceptualización de los DDHH no puede brotar de una noción ideal del ser humano y su comunidad sino, más bien, surgen como experiencia de lo injusto, como una manifestación de la in-dignidad del ser humano, son la experiencia de una catástrofe de la dignidad humana.
Los DDHH significan la toma de conciencia individual y colectiva de que aquello no puede ocurrir. Son expresión desgarradora ante el atropello y el sometimiento de personas por los Estados u otras personas no reconociéndoles su valor y dignidad o, como plantearía Kant, siendo utilizadas como medios y no fines en sí mismas.
La defensa y promoción de los DDHH supone un activo compromiso de la ciudadanía sin el cual no es posible instalar una cultura de los DDHH. Tal como lo menciona el académico Sánchez Rubio, “(…) La dimensión jurídica es necesaria pero insuficiente. Se trata de potenciar una cultura de los DDHH en general, integral y que acentúe la dimensión pre-violatoria (…) de esta manera menores serán las demandas que tengan que pasar por los tribunales”.
La construcción de una cultura sustentada en la educación en DDHH, nos habla de los deberes que tienen las personas e instituciones de toda índole: educativos, religiosos, sociales y públicps. Será siempre necesario promover y educar en una ciudadanía activa que supervise la aplicación de los derechos, que sea capaz de vigilar y hacer control social exigiendo dignidad cuando ésta se vea amenazada. Sólo así actualizaremos el llamado del Cardenal a encender el cirio que nos recuerda que “todo hombre y mujer tiene derecho a ser persona”.