Boris Johnson, como Augusto Pinochet, cita a Cincinato al dejar Downing Street
El ahora exprimer ministro inglés, como el dictador chileno tras perder el plebiscito, mencionó al dictador romano como un ejemplo de lo que podría pasar con su futuro.
Al igual que el dictador Augusto Pinochet en 1989, el ahora exprimer ministro británico, Boris Johnson, citó a Cincinato al dejar el gobierno de su país.
«Sí, recordando la historia de Cincinato. Una parte de la historia. Cuando Roma estaba sitiada fueron a buscarlo para salvar la patria. Era un hombre sencillo y de costumbres sobrias. Vistió su uniforme, entró en campaña, derrotó al enemigo. Se le rindieron los honores y luego volvió a su arado.
¿Es su ideal?
Espere, espere un poco. Hay una segunda parte. Volvió Roma a ser asediada y volvieron a ir en busca de Cincinato. Pero esta segunda parte yo no la he contado. Sólo la primera», dijo Pinochet al diario Le Monde, insinuando que lo podrían ir a buscar nuevamente después que entregara el gobierno.
Como es sabido, el dictador chileno se mantuvo hasta 1997 en la comandancia en Jefe del Ejército y luego alcanzó a asumir como senador vitalicio, hasta que fue detenido en Londres. Posteriormente, de regreso a Chile en el 2000, renunció a su cargo parlamentario.
Hoy, el primer ministro inglés, Boris Johnson volvió a recurrir al dictador romano al despedirse de Downing Street. “Como Cincinato, estoy volviendo a mi granja”, señaló el exgobernante, licenciado en Clásicos en la Universidad de Oxford, por lo que sabe bien sobre Cincinato, la encarnación máxima de la humildad en el poder, que asume en momentos de necesidad y renuncia luego voluntariamente para volver a trabajar sus campos.
De hecho, George Washington, el primer presidente de Estados Unidos que renunció a su escaño, estableciendo la tradición de la transición pacífica, fue comparado con él por sus contemporáneos.
A diferencia de Pinochet, Johnson no mencionó que el romano regresó por segunda vez al puesto principal cuando lo llamó el deber.
Más sobre Cincinato
Lucio Quincio Cincinato (en lat., Lucius Quinctius Cincinnatus) (519 a. C.-430 a. C.) fue un patricio, cónsul, general y posteriormente dictador romano durante un breve periodo por orden del senado. Catón el Viejo y otros republicanos romanos hicieron de él un arquetipo de rectitud, honradez, integridad y otras virtudes romanas, como frugalidad rústica y falta de ambición personal, virtudes que supo combinar con una capacidad estratégica militar y legislativa notables.
Era un patricio, contrario al tribunado de la plebe y a toda ley escrita. Se había retirado disgustado a su finca negándose a intervenir en la política, debido a que su hijo Caeso había sido exiliado por usar un lenguaje violento contra los tribunos.
Fue llamado por el Senado, en 460 a. C., en calidad de cónsul suffectus, a la muerte del cónsul en ejercicio, Publio Valerio Publícola, para mediar en un contencioso entre los tribunos y los plebeyos a propósito de la Ley Terentilia Arsa, tras lo cual regresó a su ocupación agrícola.
Dos años después, en 458 a. C., de nuevo fue llamado por el Senado, para salvar al ejército romano y a Roma de la invasión por los ecuos y volscos, para lo cual le otorgó poderes absolutos y lo nombró dictador. Se cuenta que Cincinato estaba con las manos en el arado cuando se le hizo llegar el requerimiento. Tras conseguir la victoria sobre los invasores en dieciséis días rechazó todos los honores. Los romanos se enzarzaron en una peligrosa guerra contra un pueblo vecino, los ecuos. Sobrevinieron malas noticias: uno de los cónsules era de una incompetencia militar increíble. Desesperados, los romanos sólo vieron una solución: concentrar todos los poderes en manos de un solo hombre. Y eligieron a Cincinato (cabello ensortijado), un patricio que adquirió fama como cónsul por su valor y su talento político. Cuando los enviados del senado llegaron a la pequeña granja que Cincinato poseía al otro lado del Tíber para comunicarle el resultado de la votación, el antiguo cónsul estaba arando su campo. A la mañana siguiente se presentó en el Foro con toga de dictador con orla de púrpura y llamó a todos los romanos, a todos los ciudadanos a las armas. Los encuadró en legiones y se puso al frente de las tropas. A medianoche, el ejército romano llegó al campo de los ecuos y, amparado por la oscuridad, rodeó al enemigo y erigió una empalizada a lo largo de sus líneas. Terminado casi el trabajo, Cincinato ordenó a los suyos que profirieran gritos de guerra. Los compatriotas cercados por el enemigo se animaron y se lanzaron al ataque; y con sus fortificaciones ya terminadas, el dictador los secundó. Los ecuos, cogidos entre dos fuegos, pidieron la paz. Cincinato les permitió marchar libres a condición de rendir las armas y entregar los jefes a los romanos. Cumplida su misión, el dictador se despojó de la toga orlada de púrpura, transcurridos apenas seis días, y aunque aún podía prolongar el poder durante seis meses, se reintegró a su arado. En adelante, Cincinato constituyó un símbolo del espíritu cívico de los romanos.
En 450 a. C. Cincinato fue candidato no seleccionado para el cargo de decenviro.1 En las controversias acerca de la ley para la apertura del consulado a los plebeyos, formó parte como defensor de medidas de apaciguamiento.2
Segunda dictadura
En 439 a. C., deja de nuevo su retiro por la llamada del cónsul Tito Quincio Capitolino Barbato. A la edad de ochenta años, fue nombrado por segunda vez dictador para oponerse a las supuestas maquinaciones de Espurio Melio,3 quien intentó en 439 un golpe de estado (o al menos, se le acusó de ello). Hombre riquísimo, al ser Roma afligida por el hambre pensó que podría apoderarse del mando gracias a su fortuna. La situación era tan desesperada que, según Tito Livio, había quienes se arrojaban al Tíber para acortar sus sufrimientos. Fue entonces cuando Melio compró mucho trigo a los etruscos y lo repartió entre el pueblo hambriento. Distribuyó trigo a la plebe, que lo seguía por doquier seducida por los regalos, consiguiendo que lo mirara y exaltara más allá de todo decoro para un particular; prometiéndole formalmente el consulado por sus favores y promesas. Desde luego, Melio tenía intenciones ambiciosas e inconfesables y las autoridades pronto obtuvieron pruebas de su culpabilidad. Se supo que Melio almacenaba armas en su casa, que mantenía reuniones secretas, que forjaba planes para destruir la República y sobornaba a los tribunos del pueblo. La libertad de Roma estaba en peligro y amenazada, y se juzgó que solo un dictador podía salvarla. Se eligió otra vez a Cincinato. Tenía entonces ochenta años, pero su vigor físico e intelectual estaban aún intactos. Envió a Cayo Servilio Ahala (jefe de la caballería, magister equitum) para comunicar a Melio que el dictador lo llamaba. Melio comprendió que aquella citación era sospechosa y huyó pidiendo protección al pueblo. Pero Servilio lo detuvo y le dio muerte. Después, relató los hechos a Cincinato y éste le dijo: «Cayo Servilio, ¡Gracias por tu valor! ¡El Estado se ha salvado!».