Cuando el 11 de noviembre de 1968, la reina Isabel aterrizó en un destartalado aeropuerto de Pudahuel, tenía 42 años.
La delegación en esta visita de Estado estaba compuesta por 24 personas invitadas por el gobierno de Chile y por separado viajó una delegación de otras 18, compuesta básicamente por personal de seguridad, asistentes y administrativos.
Estas personas traían sus viáticos para cancelar su permanencia en el entonces Hotel Carrera, lugar en el que también debió hospedarse la pareja real porque se incendió días antes el Palacio Cousiño, lugar que estaba dispuesta a recibir a la monarca.
Al finalizar su permanencia y pagar la cuenta de la delegación que acompañaba a Isabel sus tarjetas de crédito, obviamente, fueron rechazadas como medio de pago por cuanto en Chile aún no existía el uso de las mismas.
La situación fue engorrosa por cuanto nadie llevaba dinero en efectivo, de manera que la Embajada del Reino Unido debió avalar la cuenta hasta que llegara la trasferencia de Londres.
Recién 10 años más tarde, Sebastián Piñera trajo el sistema del dinero plástico a Chile.
II
Recuerda Eduardo Frei Ruiz Tagle que en la calle Hindenburg, reinaba gran nerviosismo cuando arribó a cenar la pareja real a casa del Presidente Frei Montalva y Maruja Ruiz Tagle.
Se trataba de una casa grande, pero sin agregados como los que hizo su hijo en el bungalow de calle Baztán en Las Condes en 1994.
Básicamente al mandatario chileno le preocupaba la estrechez del comedor y del baño del primer piso. Como todo baño de visitas en aquel entonces, era muy pequeño y con escasos elementos que ya estaban vigentes en Europa como tapas de WC reemplazadas con solo presionar un botón y lavamanos con grifos de elegante diseño.
Para fortuna de los dueños de casa, la educación impuesta durante la formación de las testas reales, enseña una disciplina muy estricta en cuanto a horarios precisos que evitan que, en medio de una ceremonia o cena formal, uno de ellos deba ir al baño.
Margaret Thatcher, en los años 90, durante su visita a Chile, hizo excepción a la regla cuando debido a la ingestión de maricos protagonizó un bochornoso incidente en una cena. Por supuesto, no pertenecía a la nobleza.