Cuenta la anécdota que un estudiante, al llegar a casa después del primer día de clases, le preguntaron si en su clase había algún estudiante “diferente”, y el niño, con toda naturalidad respondió: todos son diferentes, si no, ¿cómo podrían reconocerlos sus mamás y papás?
Niñas y niños nacen sin prejuicios. Éstos se van adquiriendo del medio en que se desarrollan. La familia, el entorno inmediato y la escuela son las principales fuentes de la que se nutren. Una educación que desarrolla el pensamiento crítico en sus estudiantes es favorable para que niñas, niños y jóvenes se puedan formar sus propios juicios en vez de internalizar prejuicios inherentes a la cultura en que se desenvuelven.
En general, los prejuicios son de carácter negativo y se establecen sobre una persona o grupo de personas diferentes.
La diferencia puede tener variadas expresiones, desde la forma de vestir o de hablar, la orientación de género, el lugar dónde vive, la etnia a la que pertenece, el color de la piel, el país de origen y tantas otras.
Los prejuicios son muy difíciles de erradicar, sin embargo, es posible una educación que cuestione los prejuicios y en ella, la familia y el sistema educacional juegan un rol determinante. En Fundación Semilla hemos desarrollado herramientas pedagógicas que abordan estos desafíos y ofrecen la posibilidad de poner en valor la diversidad. La adopción de estos apoyos a la docencia por parte de profesionales de la educación nos motiva a seguir trabajando en esa línea.
Pero también la sociedad y la cultura en que nos desenvolvemos son importantes a la hora de derribar prejuicios, y el primer paso consiste en reconocer las diversidades y establecer las instancias para que todos y todas nos relacionemos de una manera diferente a la que estábamos acostumbrados/acostumbradas. Y en esto, el pacto social y político expresado en la Constitución, también juega un rol.
Los modelos de desarrollo social y político que se confrontan, son el de la homogeneización cultural y el de una cultura en la diversidad. Cada una nos lleva a una Constitución diferente. Es así como, la Constitución del año 1980, incluidas sus modificaciones, no utiliza ni una sola vez la palabra diversidad o diversidades, mientras que la propuesta Constitucional que será sometida a plebiscito el próximo 4 de septiembre la contiene diecisiete veces.
La diversidad no es una amenaza sino todo lo contrario. Es una oportunidad de aprender. A pesar de ello, hay quienes sienten que las diversidades amenazan sus valores y se cierran a todo reconocimiento, aceptación y comunicación que podría ayudar a superar sus prejuicios.
Siempre, a toda hora y en todo lugar enfrentamos el desafío de estar unidos o separados por la diversidad. Si desde temprana edad educáramos a niñas, niños y jóvenes a valorar la diversidad, no sería necesario promover la inclusión sino sólo incentivar la convivencia.