Al Zawahiri, el cirujano egipcio que fue ‘mano derecha’ de Bin Laden y líder de Al Qaeda desde 2011
Al Qaeda se encuentra por ello nuevamente sin una cabeza visible, sin que en esta ocasión esté claro quién podría ser el nuevo líder del grupo terrorista.
Ayman al Zawahiri, líder de la organización terrorista Al Qaeda desde 2011, murió el sábado en un bombardeo con drones perpetrado por el Ejército estadounidense contra una vivienda en la capital de Afganistán, Kabul, un acto con el que Washington asegura que «se ha hecho justicia» contra el considerado como arquitecto de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
Al Zawahiri, un oftalmólogo nacido en 1951 en la ciudad egipcia de Giza, en los alrededores de El Cairo, creció en la capital en el seno de una familia acomodada. Así, su abuelo fue imam en la Universidad al Azhar de El Cairo y uno de sus tíos abuelos, Abdelrahman Azam, fue el primer secretario de la Liga Árabe.
El hombre se unió durante su adolescencia a la organización islamista Hermanos Musulmanes y estuvo detrás de la formación de Yihad Islámica Egipcia tras la ejecución en 1966 de Sayid Qutb, alto cargo del grupo, por un complot para asesinar al entonces presidente, Gamal Abdel Naser.
Posteriormente, fue una de las cientos de personas encarceladas tras el asesinato en 1981 del entonces mandatario egipcio, Anuar el Sadat, tras la firma del acuerdo de paz con Israel, un atentado perpetrado por una célula de Yihad Islámica Egipcia liderada por Jalid al Islambuli, posteriormente ejecutado.
Al Zawahiri abandonó el país en 1984 –tras su liberación de prisión– para dirigirse a Arabia Saudí y a Pakistán, donde trabajó como cirujano atendiendo a milicianos que combatían en Afganistán contra las tropas de la Unión Soviética, un conflicto en el que el líder de Al Qaeda, Usama bin Laden, logró ascender como figura en el seno del yihadismo internacional.
En este país sería donde Al Zawahiri conociera a Bin Laden, erigido en uno de los líderes de los muyahidín afganos, hasta convertirse en uno de sus asesores más cercanos e incluso en uno de los principales ideólogos de Al Qaeda, fundada en 1988. Diez años después, ambos anunciaron la formación del Frente Islámico Mundial para la Yihad contra Judíos y Cruzados.
El grupo surgió de la unificación de Al Qaeda y Yihad Islámica Egipcia, tras lo que ambos emitieron una ‘fatua’ en la que describían el asesinato de estadounidenses y sus aliados como «una obligación» para los musulmanes, lo que se vio seguido por una cadena de atentados durante los siguientes tres años que tuvo su cúlmen en los ataques del 11-S.
Así, poco después de la publicación de la ‘fatua’ fueron ejecutados los atentados en 1998 contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, que dejaron más de 220 muertos, mientras que en el año 2000 fue perpetrado un ataque contra el ‘USS Cole’ en Yemen que mató a cerca de 20 marines estadounidenses.
Finalmente, Al Qaeda reclamó la autoría de los atentados del 11 de septiembre de 2011, en los que Al Zawahiri tuvo un papel clave, según ha recordado el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. El mandatario ha resaltado durante el anuncio de su muerte que «estuvo todo el tiempo con Bin Laden». «Fue su ‘número dos’, su brazo derecho cuando fue ejecutado el ataque del 11-S», ha dicho.
DESCENTRALIZACIÓN Y PÉRDIDA DE RELEVANCIA
El 11-S derivó en la invasión estadounidense de Afganistán, donde Al Qaeda contaba con sus principales bases de operaciones, y en la caída del régimen talibán, que había dado cobertura y apoyo al grupo. La situación provocó que tanto Bin Laden como Al Zawahiri tuvieran que permanecer escondidos, si bien continuaron emitiendo comunicados y organizando las operaciones y atentados del grupo terrorista en Afganistán y otros países del mundo.
La muerte de Bin Laden en una operación de las fuerzas especiales estadounidenses en 2011 en la ciudad paquistaní de Abbottabad elevó a Al Zawahiri a líder de Al Qaeda, un puesto desde el que supervisó un proceso de descentralización que ya arrancó en los últimos años de Bin Laden y que se aceleró desde entonces.
Al Zawahiri ha tenido bajo su égida una organización terrorista con una estructura menos centralizada y más dependiente de las operaciones de sus diferentes ramas, a menudo más centradas en intereses de tipo local o nacional, si bien el líder del grupo continuó pidiendo a sus miembros que perpetraran atentados contra intereses estadounidenses y occidentales en todo el mundo.
Sin embargo, la relevancia de Al Qaeda en el contexto del yihadismo internacional sufrió un duro varapalo en 2013, cuando se produjo una escisión en el seno de la rama del grupo en Irak en plena guerra civil en Siria, lo que derivó en el surgimiento de Estado Islámico en Irak y Siria, que eclipsó a la organización terrorista por sus avances territoriales en 2014, que derivaron en la creación de un ‘califato’ liderado por Abú Bakr al Baghdadi.
El crecimiento fulgurante de Al Baghdadi derivó en un trasvase de milicianos desde Al Qaeda hacia el nuevo grupo, con más presencia sobre el terreno y una mayor capacidad de reclutamiento bajo el mando de Al Zawahiri –quien llegó incluso a condenar los brutales métodos de Estado Islámico y pidió una mayor moderación en la selección de objetivos–, una figura con mucho menos carisma que Bin Laden en el escenario del integrismo islamista.
BOMBARDEO EN KABUL
Durante los últimos años, las operaciones antiterroristas de Estados Unidos han ido socavando la cúpula de Al Qaeda, si bien Al Zawahiri había permanecido intocable hasta el ataque de este fin de semana. A pesar de que surgieron numerosas especulaciones acerca de su estado de salud e incluso su muerte, finalmente se habría trasladado a la capital de Afganistán, Kabul, con la cobertura de los talibán.
Los fundamentalistas lograron recuperar el control del país en agosto de 2021 después de que el entonces presidente, Ashraf Ghani, huyera ante el avance de los talibán hacia la capital en medio de un repliegue de tropas internacionales que arrancó a raíz del histórico acuerdo de paz firmado el 29 de febrero de 2020 en la capital de Qatar, Doha.
El acuerdo entre Estados Unidos y los talibán, en cuyas negociaciones no participaron las autoridades afganas, contemplaba el compromiso de los talibán de romper sus lazos con Al Qaeda y trabajar para evitar que su territorio fuera empleado para perpetrar atentados contra otros países, una promesa que ha sido puesta en duda desde entonces desde Washington.
De hecho, Naciones Unidas alertó en febrero de que Al Qaeda –que aplaudió la toma del poder por parte de los talibán– contaba con una mayor capacidad de movimiento en Afganistán desde agosto de 2021, algo negado por el grupo, que incidió en que «Afganistán está presenciando una seguridad ejemplar desde que el Emirato Islámico recuperó la total soberanía del país».
En esta línea, el Equipo de Apoyo Analítico y Supervisión de Sanciones de la ONU dijo en mayo que «la relación entre los talibán y Al Qaeda sigue siendo cercana, con la última celebrando el éxito de los primeros y renovando su compromiso de lealtad (al líder de los talibán, Hebatulá Ajundzada)», antes de agregar que Al Qaeda «cuenta con un santuario seguro bajo los talibán».
Una muestra de esta capacidad de movimiento habría sido el traslado del propio Al Zawahiri a Kabul en algún momento de 2022, donde fue finalmente ubicado por las autoridades estadounidenses, que el sábado llevaron a cabo un ataque con drones contra el balcón de una residencia de la capital. Los talibán, que en un primer momento negaron el suceso, han denunciado ahora que la operación supone una violación del acuerdo de Doha por parte de Washington.
Al Qaeda se encuentra por ello nuevamente sin una cabeza visible, sin que en esta ocasión esté claro quién podría ser el nuevo líder del grupo terrorista. Se especula que podría recaer en Saif al Adel, un veterano yihadista argelino que reside en Irán desde 2003, buen parte del tiempo bajo custodia de las autoridades iraníes. (Europa Press)