Preguntas básicas ad portas del plebiscito

Por Marcelo Saavedra P., Biólogo.

En estos días y semanas pre-plebiscitarias resulta interesante reconocer que normas más o normas menos, la opción de los futuros votantes llamados a dirimir si nos gusta o no la propuesta constitucional sobre la mesa, pasará más por un tema “sensodigestivo” que por argumentos que pretendamos revestir con un cierto halo de racionalidad y pragmatismo.

Dicho de otro modo, la acción cívica que empujó la clase política un 15 de noviembre de 2019 a toda la población hacia este plebiscito de salida obligatorio se definirá por la emocionalidad del estómago y sensibilidades enquistadas a lo largo de la vida de cada uno de los votantes en materias relativas a la polis y su gestión y sobre todo, respecto de nuestras percepciones con los gestores de turno de la polis tan maltrecha en la que nos toca vivir.

La casa propia por allá, la plurinacionalidad por acá y la Cámara de las Regiones por acullá representan árboles que impiden ver una fronda boscosa enorme que, dependiendo del interlocutor, se pretende denostar o realzar.

Derivando los dimes y diretes en debates que, la mayoría de las veces, se asemejan a luchas en el lodo cuyos principales beneficiarios son programas de TV y noticiarios acostumbrados a la farandulización y banalización de lo humano y de lo divino. “Entretención televisiva” le llaman a algo que más bien se trata de desinformar entreteniendo.

En medio del vendaval de discusiones sobre el tema y “feik nius” mal intencionadas destinadas a la confusión y agotamiento de los potenciales votantes, hay preguntas y reflexiones que no asoman con frecuencia en el océano de estiércol informativo que abunda sobre todo en la TV pública, prensa escrita y principales consorcios radiales y que tienen que ver con ¿En qué tipo de sociedad nos gustaría vivir? O ¿Cuál es la calidad de vida que nos gustaría que tuvieran nuestros hijos, hijas, nietos y nietas, padres y abuelos?. Claramente no me gustaría seguir viviendo en una sociedad intrínsecamente desigual, donde la vida cotidiana de la grandísima mayoría de la población forma parte de las leyes de la oferta y la demanda y donde el sistema económico imperante desde hace más de 42 años reduce a un precio y bien transable, derechos tan básicos como la salud, la educación, la seguridad, la jubilación, la vivienda, la justicia e incluso el medio físico y natural donde actualmente nacemos, vivimos y morimos.

Ante esas interrogantes de futuro y las marcas acumuladas en los cuerpos, mentes y almas de aquellos que hemos vivido las consecuencias de una realidad jurídica impuesta a la fuerza en 1980, debiese ayudar a despejar la ecuación que se deberá resolver a principio de septiembre: ¿continuar dentro de la caja donde hemos aprendido a sobrevivir o abrir esa pequeña pero significativa puerta para salir del enclaustramiento neoliberal y echarnos a andar en busca del buen vivir?

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El Periodista