Frederic Rouvillois, profesor de derecho constitucional y libertades fundamentales de la Universidad de París II señala que cualquier constitución «siempre tendrá un carácter unilateral: es impuesta, lo cual implica que nunca emerge de un acuerdo», pero lo fundamental es que tiene, o debe tener la legitimidad de las urnas, del pueblo soberano.
Así, las cosas, «rechazar para modificar» o «la constitución debe unir» debe considerarse según la historia constitucional de distintos procesos históricos en el mundo como una falacia, es decir, un engaño, fraude o mentira.
La Real Academia de la Lengua Española define la demagogia como «una degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder».
La Convención Constitucional terminó su trabajo y entregó a la ciudadanía un texto. Como en toda democracia, que pretenda tener ese nombre, se incrementó el debate, pero también aumentó la demagogia.
Surgieron -como es lógico- las voces de quienes están por los cambios y los conservadores de todo tipo. Algunos, quienes convivieron con la dictadura, ya habían explicitado hace años que preferían la constitución redactada durante el sangriento gobierno de Augusto Pinochet y remozada el año 2005.
Entre los conservadores se han hecho notar algunos políticos de la coalición que dirigió la transición democrática. Estos comenzaron a hablar de unidad.
Estos no han explicitado en sus planteamientos a qué se refieren. ¿Unidad de clase?; ¿De los poderosos con los débiles? ¿De la oligarquía con los desposeídos ? ¿Del jubilado que recibe una pensión miserable con los dueños de las AFPs? ¿De la concentración económica con los excluidos? Habrá que esperar para que sus autores le aclaren al Chile que se desplaza en transporte común a su trabajo.
Según la Real Academia de la Lengua Española, unidad es “la propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere”.
Con desparpajo, tratan de desfigurar las consecuencias jurídicas del reconocimiento de los pueblos indígenas, sin decir que los actos de las autoridades locales seguirán siendo actos administrativos sometidos al control de la Contraloría General de la República, una vez que se promulguen las leyes respectivas.
Entre otros engaños, se encuentra el desconocimiento de los procesos constitucionales a través de la historia de la humanidad. No es que no los conozcan. La elite los conoce, pero trata de borrarlos con una grandilocuencia abismal, y reproducida con fanfarria por los medios que sirven a los poderosos: El Mercurio, La Tercera y los canales que ha adquirido nuestra oligarquía criolla.
En la actual discusión pretenden hacer creer que se debe pasar por alto la voluntad soberana para entregarse enteramente a la buena voluntad reformadora de ciertos hombres bien intencionados. El cielo está plagado de buenas intenciones.
Con verdades a medias, se pretende negar que la propuesta de la nueva carta fundamental mantiene la continuidad del poder organizado del Estado, reconociendo ahora derechos que la constitución de Pinochet remozada, negaba.
El nacimiento de una constitución «es el resultado de una decisión política del constituyente», aclara Frederic Rouvillois, profesor de derecho constitucional y libertades fundamentales de la Universidad de París II, un erudito en el tema, quien ha estudiado las cartas fundamentales del mundo entero.
El docente -de una de las universidades más importantes del mundo- remacha diciendo que la constituciòn «siempre tendrá un carácter unilateral: es impuesta, lo cual implica que nunca emerge de un acuerdo», pero lo fundamental es que tiene o debe tener la legitimidad de las urnas, del pueblo soberano.
Así, las cosas, «rechazar para modificar» o «la constitución debe unir» debe considerarse según la historia constitucional de distintos procesos históricos en el mundo como una falacia, es decir, un engaño, fraude o mentira.
Bienvenido este razonamiento lógico, en medio de tanta falacia. Hablar de un Chile unido es negar la realidad.