Reto de las Universidades Estatales: Pasar de la sobrevivencia al protagonismo efectivo

Por Rodrigo Vidal, Profesor, candidato a Rector de la Universidad de Santiago de Chile.

Las universidades chilenas están llenas de dudas sobre su futuro y todas, privadas o estatales, deberán responder y adaptarse a las nuevas condiciones surgidas del post plebiscito de salida para el apruebo o el rechazo de la Nueva Constitución el 4 de septiembre el presente año.

Las universidades estatales, desde la dictadura, han sufrido un largo proceso de desfondamiento financiero y de identidad, mientras las universidades privadas han ganado terreno en el mercado de la educación. Este deterioro prolongado de las universidades públicas explica los conflictos internos, las luchas estudiantiles, los reclamos e insatisfacción de sus funcionarios y académicos. Los gobiernos de la Concertación solo amortiguaron el deterioro. De esta forma, las universidades del estado están más asociadas a las estrategias de sobrevivencia que a un desarrollo propio y han perdido gran parte de su protagonismo en la sociedad chilena.

Ante los anuncios del Presidente Gabriel Boric y de la definición tomada por la Convención Constitucional de fortalecer la educación pública, las universidades tendrán que prepararse para una compleja y fuerte lucha por la distribución del escaso presupuesto fiscal y por encontrar su rol social en el nuevo escenario. Pero por sobre todo, las Universidades del Estado, deberán definir su nuevo rol científico, tecnológico, profesional y social en el Chile que está en formación.

La actual limitación económica del Estado no cambiará sustantivamente y hay que preparar a las comunidades universitarias para cruzar este camino de la mejor forma posible. Estimo que debemos avanzar para tener una Universidad que ponga en el centro de su acción al colectivo de académicos y de estudiantes, fomentando el diálogo interno y con la comunidad de habitantes y ciudadanos, recoger sus demandas y poner la ciencia y el conocimiento al servicio de un desarrollo social y económico sustentable.

Debemos implementar los caminos para darle estabilidad a la Universidad, confianza a sus integrantes y esto se consigue con dos condiciones: una reforma estructural con mayor participación comunitaria en la formulación de políticas institucionales y un proyecto de desarrollo claro que motive a la gran mayoría de la comunidad.

Esto implica que debemos comprometernos seriamente con el desarrollo social y tecnológico del país. Para esto no hay un modelo anglo sajón, australiano, o europeo que seguir o copiar. Esta pretensión, tan generalizada, de competir por ranking de conocimientos o de prestigio sin que efectivamente sean reales los conocimientos o la reputación, nos convierte en una máquina de formalidades y no nos deja poner el conocimiento y la tecnología en una relación virtuosa con la realidad.

¿Qué hacer entonces? Hay que responder, desde cada una de nuestras competencias actuales, a construir un diagnóstico y un plan propio sobre qué conocimientos y técnicas necesita nuestro país, de cómo ayudamos a la industria del litio, de cómo aportamos al uso adecuado del agua o a la implementación de la participación democrática, a una información pública de calidad o de cómo hacemos un desarrollo urbano sostenible y socialmente adecuado.

Esto implica un giro sustantivo en la manera en que evaluamos nuestro propio trabajo universitario. Este cambio no puede hacerse con solo declaraciones o con un voluntarismo aislado, necesita de una organización y de una gobernanza adecuada, apoyada en el consenso comunitario y abandonando el autoritarismo y la falta de transparencia en la gestión.

No podemos seguir simulando, por ejemplo, tener una excelencia académica internacional sin responder a nuestras propias necesidades que vienen de los problemas reales de la población y de nuestros sistemas sociales.

Debemos aprender a poner en su justa medida el rendimiento basado en los ranking internacionales del número de publicaciones indexadas o de los premios a la investigación para pasar a estimular el diálogo con la sociedad civil, con los empresarios y los trabajadores, con los campesinos y los empleados y medir resultados en torno a qué propuestas y qué soluciones aportamos a las demandas sociales y económicas específicas.

Lograr este cambio de mirada y de orientación de la Universidad, sin duda, que es difícil, pero es absolutamente necesario si queremos darle un sentido a nuestra vida académica. Debemos pasar de una condición de Universidad que busca sobrevivir y adaptarse a la escases y a la inevitable inestabilidad y disconformidad especialmente de los estudiantes, a otra con protagonismo propio, con un objetivo y misión alcanzable, realista, con un relato coherente, fácil de asimilar por todos y que responda a necesidades sociales concretas.

Cada Universidad tiene sus características. La Universidad de Santiago de Chile tiene una comunidad particularmente sensible a las demandas colectivas porque sus integrantes se sienten parte de un proyecto nacional que busca encontrar su reconocimiento social. Retomar este camino de responsabilidad social es simplemente reconocer sus ventajas comparativas y su identidad. Sus estudiantes han sido la vanguardia en las luchas por garantizar una educación de calidad y gratuita para todos los que tengan los méritos académicos. Este enorme esfuerzo de muchas generaciones y movilizaciones, debe ser valorado en su justa dimensión.

Ha llegado el momento de construir una nueva mirada con un liderazgo real, de contenido y orientación clara al servicio de Chile. Necesitamos consensuar un proyecto universitario específico para la USACH y así poder entregarle a Chile un aporte significativo a su desarrollo. Si logramos la unidad en la formulación de un proyecto común, realizable y socialmente necesario, el incierto futuro y las trabas en la gestión, se transformarán en un desafío digno de enfrentar y ganaremos el justo protagonismo que necesitamos.

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El Periodista