No es poco, pero tampoco es mucho

Por Rodrigo Reyes Sangermani

Empieza la campaña constituyente en las redes sociales, descalificaciones porque sí o porque no, fakes van y vienen, campañas del terror a diestra y siniestra. Nadie sabe para quién trabaja.

Pero a mí no me extraña… la política ahora es así, quizás siempre ha sido así. Las campañas tienden a polarizar los argumentos… son excluyentes, una alternativa es absolutamente mala, despreciable; la otra, buena, inmejorable… según quien la juzgue, según el color del corazón de quien analice.

Por eso es necesario que las personas inteligentes y más informadas sean capaces de advertir los infinitos matices, apreciar los pro y contras, distinguir los grises, no dejarse llevar por el voluntarismo ni los brillos enceguecedores del discurso populista; en fin, ser capaces de encontrar buenos argumentos en ambas posturas.

Yo al menos intento ser parte de ese grupo de personas. Pero la tarea es difícil, es mucho más fácil el eslogan, tragar ruedas de carreta, empuñar las mismas banderas de la mayoría, ponerse una sola camiseta, sin reflexión, sin estudio ni análisis, llevarse por la masa, sea del tono que sea, abrace las ideas que abrace. Es menos popular, es más arriesgado, es más duro, es menos tolerable. A veces, incluso, uno se convierte en paria. Los amigos de izquierda te miran con desprecio, los de derecha te apuntan con el dedo ¡Cuánta razón tenía Georges Brassens cuando cantaba la mauvaise réputation!

Los que la tenemos difícil nos inquietamos, no quiero decir que sufrimos, porque sería mucho. Creemos que nada es totalmente bueno ni nada totalmente malo. Nos ocurre con esta Constitución que nos obliga a pronunciarnos en blanco y negro. Y así tendremos que hacerlo. En lo personal, voté por una nueva Constitución y tiendo a pensar en la necesidad de aprobar un nuevo texto, quizás por lo simbólico, lo que es un muy buen argumento, porque la política es un poco el arte de lo simbólico, de las señales; por los elementos valiosos que nos hacen avanzar hacia un país más justo, donde se consagren derechos universales de equidad, inclusión y fin de los abusos de una institucionalidad construida desde «arriba». Sin embargo hay elementos en la Constitución como está, que a mi juicio debilitan la democracia, la separación de poderes, la fiscalización constitucional y crea una ficción con el tema de los pueblos originarios, copiado de otras constituciones con realidades tan distintas a la nuestra, además con quórums de modificación propios de gobiernos autoritarios.

Por eso estoy en duda, en reflexión. Tendré que poner en la balanza los pro y contras, porque los hay; sopesar concienzudamente los argumentos para decidir con independencia y sin ideologismos. Como debe ser. Sin temor a que me apunten con el dedo, a que me saquen a la pizarra, a que me saquen mi historia, a que me amenacen como si fuera de uno u otro lado, que me vendan los temores por modelos añejos del pasado de aquí y allá, porque la dictadura militar propia de la Guerra Fría se acabó, como también los utopismos colectivistas que algunos añoran.

La construcción de un mejor país nos debe convocar a todos sin exclusivismos ni superioridades morales de quienes dicen tener la varita mágica para resolver todos (o casi todos) los problemas de una democracia moderna y fuerte.
Pedir cordura y altura de miras no es poco, pero tampoco es mucho.

1 comentario
  1. Anónimo dice

    RECHAZO TOTAL

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El Periodista