La cultura de la propina

Por Rodrigo Larraín, sociólogo y académico UCEN

Cuando se almuerza solo y repetidamente en el mismo local, al poco tiempo se va a entrar en conversación con el mozo, más allá del simple intercambio acerca de los platos y bebidas.

Intercambiaremos información sobre el nombre, el trabajo, más adelante, sobre la familia, gustos y expectativas acerca de la sociedad y la vida. Una especie de amistad sin que nunca nos sentemos a conversar en profundidad.

Tal ‘amistad’ puede durar años. También hay amistades efímeras de café, yo mismo he llegado a relacionarme y a hacer amigos de verdad o reencontrarme con otros, amistades con los que uno ve pasar los años y la vida misma.

En todo caso parecen costumbres de viejos, tomar café, después un vaso de bebida, vino o licor, comer un sándwich o, ¿por qué no? sentarse a la meza a almorzar.

Y las ciudades se prestan bien para esto, Valparaíso, Buenos Aires, Lima o Santiago tienen un barrio central, histórico, donde abunda una fauna media bohemia, de derrotados por la vida con pretensiones artísticas –como los escritores de todavía ningún libro o de solamente uno– o artesanos que se empeñan en exhibir sus obras en las mesas, arropadas con chucherías chinas, también hay cantantes, sobre todo en las mesas al aire libre y en la noche bajo techo. Pero los mozos también forman parte del paisaje.

Los mozos son habitualmente serviciales, atentos, aunque los chilenos deben ser los peores de América latina y los bonaerenses los mejores, según me parece. Pero la franqueza en los sentimientos de este personal de servicio está siempre cuestionada, ¿Será cierta la amistad? Quisiera creer que sí, pero el mozo vive de las propinas, más que de su sueldo. Tal vez su cariño no sea más que la respuesta a la propina que le doy. Y ello es una anomalía, ya que este debe ser el único trabajo donde el empleador le paga poco a su empleado porque otros le completan el sueldo, ya que este recibe propinas. Se conocen lugares donde ello está prohibido y los patrones pagan la remuneración adecuada.

Pero preferimos creer que el cariño demostrado es sincero, que no es el mismo que se les dice a todos los parroquianos, porque nos da un cierto gusto que se nos aprecie y que, finalmente, el mozo dependa de mi estipendio, es el tema del poder. La palabra indica que el mozo bebía a nuestra salud, se supone, hoy día no sería posible pues, en muchos casos, las propinas son mayores que el sueldo. Además, que los pobres mozos deben escuchar todas las mitomanías y fantasías grandilocuentes de aquellos que no tienen a nadie que los escuche.

Yo que trabajo en la docencia, en algunos momentos de mi vida he estado tentado de poner un tarro en el escritorio de la sala con un letrero que diga, “Su propina es mi sueldo”. Como el de los empleados de servicios higiénicos.

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El Periodista