Frente a la discusión constitucional, cada vez es más habitual oír a diferentes sectores preocupados por el modelo. El modelo de sociedad, el modelo de economía y el modelo de salud. Así, en este último, la preocupación se ha centrado en defender un modelo que es bastante adecuado para la población privilegiada del país, quienes pueden optar libremente por atenderse en el lugar que quieran, con cortos períodos de espera y con atención de calidad. Y me parece importante relevar el verbo optar. Es mezquino pensar que todos los habitantes en Chile tienen la libertad de optar o elegir dónde y con quién pueden atenderse por una determinada patología. El sistema de salud chileno es mixto y tiene dos sistemas, uno público y uno privado, en consecuencia, no funciona para todas las personas de la misma forma.
El sistema público tiene como beneficiarios al 78% de la población chilena. Cerca de 15 millones de personas están en FONASA, los demás están adscritos en Isapres y en proporciones muy menores, otras aseguradoras. En nuestro modelo de salud las personas con más carga de enfermedades, las de mayor edad y quienes cuentan con menores recursos económicos son beneficiarias de FONASA, porque los planes de salud que las Isapres ofrecen a esa edad y con esa cantidad de padecimientos, son muy costosos. Si funcionara todo bien con el modelo actual, no seríamos testigos de múltiples casos en redes sociales en los que se pide cooperación para costear tratamientos, recurriendo a rifas u otras estrategias individuales, ni tampoco veríamos recurrentes reportajes en medios de comunicación de personas que llevan semanas, meses y años en lista de espera por un cupo para una intervención quirúrgica o, peor aún, que han sido contactadas para una hora médica, luego de estar fallecidos.
Cuando las Isapres envían cartas a sus afiliados manifestando un interés por la salud de todos y todas las chilenas, habría que añadir que sus beneficios son exclusivamente para quienes están sanos, jóvenes y pueden costear sus planes. Cada vez que se toca el modelo surge la inmediata defensa de a quienes les sirve. Esa parte privilegiada de Chile, que goza con la posibilidad de optar a una atención de salud de calidad, oportuna y eficiente con los más altos estándares internacionales, pero que no empatiza con la gran mayoría de la población que sufre trabas para lograr el alivio de sus problemas de salud. Nos hemos convertido en una sociedad individualista y a muchos les hace demasiado ruido que la cotización obligatoria de salud vaya a un fondo común. Asimismo, existe una mirada casi apocalíptica de lo que pasará con las clínicas, las Isapres e incluso los médicos que ahí trabajan, lo anterior, a mi entender, siempre basado en una perspectiva individual.
El texto de la nueva Constitución que prontamente se llevará a escrutinio, tiene parcialmente aprobado el artículo 14 del Derecho a la salud. El primer inciso señala que “toda persona tiene derecho a la salud y bienestar integral, incluyendo su dimensión física y mental”. Hasta hora no hay ningún inciso aprobado, que hable de la prohibición de funcionamiento de prestadores ni de seguros privados. La Constitución actual vigente consagra el acceso a la salud, libre e igualitario, en acciones de promoción, protección, recuperación y rehabilitación. Además, señala que cada persona tiene derecho a elegir el sistema de salud al que desea acogerse. De acuerdo con la reflexión previa, ninguna de estos planteamientos se cumple. Lamentablemente, no todas las personas pueden elegir libremente a qué sistema de salud acogerse, ni tampoco el acceso a la salud es igualitario para todas y todos.
Sin duda a través del tiempo ha habido avances sustantivos en salud en Chile -por ejemplo, la Ley GES- y efectivamente contamos con indicadores muy positivos, pero estos se muestran a través de promedios, lo que oculta las múltiples realidades que están muy lejos de esos valores.
A la gran mayoría de las personas le urge avanzar en derechos sociales y la salud es uno de ellos, el estado debe garantizarlo apoyado en mayor recaudación de impuestos que provengan de los que tienen más ingresos. Eso, nos ayudará a empezar a pensar en el bien común por sobre el individual y quizá así, olvidarnos por un rato del tan defendido modelo.