Incendios y la ausencia de cultura

Por Uwe Rohwedder, arquitecto y académico UCEN

Debido a la crisis climática, que adelanta los efectos del verano y la escasez hídrica, es necesario mejorar nuestras defensas naturales y técnicas para tener mejor respuesta frente a incendios forestales y urbanos.

En el último tiempo se han producido incendios devastadores, lo que deja nuevamente a la vista la vulnerabilidad de nuestras ciudades en sus bordes naturales. Esto recuerda el desastre de Valparaíso de marzo 2014, iniciado por encima en zonas forestales. Se requiere limpiar las quebradas, naturalizar y reconstruir corredores verdes para que funciones como contención, pero además parques naturales para observar, recorrer y finalmente recuperar la flora nativa del lugar, debido a la destrucción de ecosistemas, crecimiento urbano desregulado que en algunos casos ha hecho desaparecer humedales, que son santuarios ecológicos y biodiversos.

También nos debe ocupar las últimas señales de incendios en zonas urbanas, palafitos en el borde mar de Castro y alguna casona centenaria a pie de cerro. Debemos crear algún subsidio de mantención que permita a los propietarios o arrendatarios revisar y renovar las instalaciones, principalmente las electicas, muchas veces sobrecargadas y sin haber sido controladas. En zonas húmedas, como el borde mar o en pendientes, debe monitorearse los sistemas de aguas, alcantarillados para evitar filtraciones que normalmente producen socavones y por consecuencia deslizamiento de las contenciones, que ante un evento de fuego se hacen aún más vulnerables.

Debiera ser de sentido común, pero los desastres en general no son naturales sino por obra de malos hábitos y de una legislación inexistente o autoridades que sólo actúan ante la emergencia dejando poco espacio para prevenir. Suena simple, pero es necesario volver a reforzar conocimientos de geografía, clima y conocer los riesgos, a nivel de educación primaria y secundaria. Es fundamental crear una cultura que pueda cambiar esta triste historia que se ha vuelto costumbre.

Finalmente, se debe reformular las protecciones, ojalá subsidiadas, para mantener nuestras zonas típicas y patrimonios culturales expresados en paisajes y ciudades. Nuestra historia ha permitido mejorar nuestras capacidades de enfrentar los sismos y terremotos como no podremos lograr lo mismo frente al problema del fuego.

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El Periodista