Guillermo Rifo (1945-2022): Puente entre las músicas dispersas

Por Theodoro Elssaca

Compositor, músico, director de orquesta, arreglador, gestor cultural y académico, abarcó un amplio abanico de géneros, desde la música popular, el jazz, la fusión latinoamericana y la música docta.

Por más de treinta años fue parte de la Orquesta Sinfónica de Chile.

Guillermo Rifo se apasionó por la música a los 6 años, cuando le regalaron una radio de tubos Emerson, que escuchaba escondido, hasta las cuatro de la mañana.

“A los diez años, empecé a obligar a mi madre, como buen hijo único, a que me llevara a los auditorios a ver estas cosas en vivo. A esa edad, pude ver a la orquesta de Vicente Bianchi en la radio Cooperativa, a Sonia y Myriam, a Lucho Gatica, cosas que aún hoy día las sigo encontrando maravillosas”, contó en 2005.

Mientras su padre escuchaba ópera -a inicio de los años cincuenta-, el inquieto niño Guillermo prefería oir a escondidas el jazz de Duke Ellington, Lionel Hampton, Louis Armstrong y músicas populares como la Orquesta Huambaly, donde José Luis Córdova protagonizaba en la batería.

La casa familiar respiraba música, tenían discos con El Bolero de Ravel y también obras de Debussy. Reveló igualmente que la experiencia que más lo impactó fue un concierto por radio, cuando “se empieza a escuchar una música que me volvió loco, porque sentí que esa música era la calle Huérfanos esquina Bandera. Y cuando termina, el locutor dice que se acababa de escuchar una obra de Roberto Falabella. Mi emoción fue muy grande al descubrir a los doce años que ese compositor era chileno. Fue un impacto emocional y sigue siendo fuerte ahora, en este minuto. Me enamoré de eso, yo quería hacer eso, necesitaba vincularme con el mundo de la música de alguna manera”.

Estaba decidido, sería baterista y percusionista. “No sabía si quería tocar boleros o música sinfónica, pero quería estar ahí”.

A los doce años ingresó al Conservatorio Nacional de Música y fue discípulo del percusionista Jorge Canelo, histórico timbalista de la Orquesta Sinfónica de Chile. A los diecinueve años ingresó a la misma, donde pudo estrenar obras como vibrafonista y piezas de música contemporánea para percusiones.

No tenía dónde estudiar dirección orquestal en Chile, formándose con algunas clases particulares que le impartía Víctor Tevah y siguiendo como modelo a los distintos directores que pasaban por la Orquesta Sinfónica, a quienes observaba con detenimiento desde la última fila de la orquesta. En su formación como compositor sucedió algo similar, prestaba atención a las diferentes combinaciones de instrumentos durante los ensayos de la sinfónica, para aprender a orquestar. Guillermo fue un pionero, haciendo su propio camino al andar marcó una senda que muchos otros seguirían.

Rifo tenía solo 23 años cuando le propuso al maestro Fernando Rosas, fundar la cátedra de percusión clásica (1971), en la Universidad Católica de Chile, en Santiago y Valparaíso. “No existía en Chile un conjunto de percusión en una universidad y se me ocurrió hacerlo, entonces Fernando Rosas me dijo: bueno, hazlo”.

Parte de su gran legado consiste en la formación de tres agrupaciones, en el plano de la música de fusión: Aquila, en 1973. El Sexteto Hindemith 76, en 1975 y Latinomúsicaviva, en 1978, para las que compuso por décadas y grabó varios discos.

Escribió piezas del cruce entre música docta y popular, en otros casos fusionando el folclor chileno y latinoamericano con formas del jazz.

Rifo es -probablemente- el músico más completo que nos ha legado su prodigiosa época de entre siglos XX al XXI, autor de publicaciones como: Solfeo Rítmico y Teoría Musical Básica, entre otras, con una vocación de compositor y docente a toda prueba, que lo hizo cofundador y director de la Escuela Moderna de Música, donde abrió las carreras de música popular a fines de los ochenta, ampliando con ello el horizonte de cientos de jóvenes que lo siguieron.

En 1990, dirigió la Orquesta Sinfónica de Chile, en el Estadio Nacional -durante la ceremonia que marcó la transición a la democracia, seguida desde todo el mundo-, interpretó el Himno Patrio, el Himno a la Alegría y Gracias a la vida, de Violeta Parra.

Trabajó con varias bandas de pop y rock, como Los Jaivas, en el espectáculo Urban Symphony en el Teatro Novedades (2001), que interpretaron composiciones de su repertorio. También trabajó con Los Prisioneros, Congreso, Emociones Clandestinas, Aparato Raro y Dracma.

En 2007, escribió las orquestaciones sobre música de Violeta Parra para la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción y la cantante de jazz Claudia Acuña. También escribe y dirige los arreglos sinfónicos de los conciertos “Luis Advis Sinfónico”, “Patricio Manns Sinfónico”, con la misma Orquesta Sinfónica de Concepción y “Víctor Jara Sinfónico” con la Orquesta Usach.

Dirigió la Orquesta Estable del Teatro Colón de Buenos Aires, en 2017, donde expuso sus propios arreglos musicales de Violeta Parra (1917-1967), para celebrar el centenario de su nacimiento con: Violeta Parra Sinfónico. En 2018, inauguró el Teatro Regional del Biobío, diseñado por el arquitecto Smiljan Radic, en Concepción.

Reconocimientos

Recibió reconocimientos nacionales como el: Premio Altazor 2001 (dirección orquestal y estreno de obras chilenas); Altazor 2007 (ejecución musical); Premio Presidente de la República 2010, en categoría “música docta”. Premio Bicentenario 2010 y Altazor 2012 también en categoría “música docta”, entre otros.

Hace un tiempo nos reunimos con Guillermo en el restaurant Mistura del Perú, para celebrar cuando el Colegio Parroquial de Andacollo, anunció la inauguración de la Orquesta Infantil Guillermo Rifo, en reconocimiento a su labor con los jóvenes.

Mi amistad con Guillermo Rifo

Para Guillermo todas las músicas eran la misma música.

Nos juntábamos a fines de los años setenta en los Festivales de Cine de la Universidad Católica (Cineuc), en la Plaza Ñuñoa, donde luego compartíamos en los cafés y bares con amigos como el músico Tomás Lefever Chatterton, allí hablábamos del laboratorio de arte sonoro, o con Ángel Parra, guitarreando, o la saga de los Duvauchelle, en tertulias de enjundia.

Rifo siempre nos sorprendía, porque de alguna manera retomó el oficio de músico tal como se conocía hasta la época de Mozart (1756-1791), que tocaba, dirigía y componía; podía escribir música de concierto o música de baile, y además participar de las tendencias en boga de su época. Si para Mozart podía ser el Singspiel para Rifo sería la música incidental.

Desde inicio de los años ochenta compuso semanalmente la sugestiva banda sonora de música incidental para el programa dirigido por Francisco Guedda: Al sur del mundo, de Televisión Nacional. Juan Pablo González dijo al respecto: “Esa fue toda una escuela para un músico como él, que se acostumbraría a aprender desde la práctica”.

Guillermo dijo en esa época: “Con el tiempo empecé a pensar que ser músico era hacerlas todas; si hay que hacer un arreglo, hacerlo; si hay que tocar, tocar; si hay que dirigir el arreglo, dirigirlo”.

Alguna vez nos comentó: “Soy una persona que escribe música siempre pensando en mi tierra, en lo largo de Chile, desde la pampa, el desierto, hasta el sur. Cuando compongo algo siempre estoy imaginando un paisaje. Es una forma mía muy íntima de trabajar”.

Música de cámara, sinfónica, para ballet o cine. Como intérprete, abordó un amplio repertorio que va del renacimiento a la música contemporánea, con énfasis en la fusión latinoamericana y estrenos nacionales.

Guillermo enfatizaba: “Lamentablemente -y lo digo con bastante pena-, existía y existe aún una diferenciación entre la música clásica y la popular. A los que les gusta una son detractores de la otra, unos dicen que una es mala y que la otra es buena, que una es muy simple o que la otra es más compleja. Siempre intenté hacer carreras de música popular por una razón bastante obvia: en los países más desarrollados se estudia la música popular en forma académica, ¿por qué no hacerlo en Chile?”.

Me contó que tuvo que vencer innumerables obstáculos en su vida para instalar la formación profesional en música popular en nuestro país. Más aún, al tener que formarse a sí mismo en varios aspectos de su oficio creativo, tenía muy clara la necesidad de resolver esas carencias para las nuevas generaciones.

Músico sin fronteras, transitó por todas ellas y nos deja un legado de más de 200 obras estrenadas, y otro tanto inéditas, cientos de arreglos, conjuntos pioneros y una certeza: “Yo amo la música, no hago distingos. Para mí la música es una sola, la que me gusta y la que no. La mala es la que no me hace feliz”, y agregó enfático: “Y entre las que me hacen feliz, está desde la música del Renacimiento, pero también escucho jazz y cantantes de baladas, tal como escucho a la Sinfónica de Chile en obras de compositores actuales. Si son nacionales, mucho mejor. Ahí reconozco que soy un poco fanático. Me gusta la música que se compone en Chile y me encanta oírla”.

Impulsado por esa ardiente mirada creó el año 2006 la Orquesta de Cámara Escuela Moderna, que funcionaba siempre bajo su dirección, con énfasis en dar a conocer obras de grandes compositores chilenos como: Acario Cotapos, Federico Heinlein, Carlos Botto, Pablo Délano, Alfonso Letelier, Gustavo Becerra, Pedro Humberto Allende, Cirilo Vila, Juan Orrego Salas, Alfonso Leng, Ramón Gorigoitia, Enrique Soro, Vicente Bianchi, Miguel Letelier, Aliosha Solovera, Domingo Santa Cruz, José Vicente Asuar o Juan Amenábar. Rifo organizó presentaciones en diferentes escenarios (Teatro Oriente, Goethe Institut, Campus Oriente de la UC, Sala Isidora Zegers de la UCH, Instituto Cultural de Providencia, Teatro Municipal; en regiones y también fuera de Chile: Londres, París, Rostock, California, Berlín, Madrid, Ginebra, etc.). Con intuición magistral Rifo convocó a varios poetas, para que intervinieran en distintos momentos en estos conciertos, donde participaron: Kurt Folch, Martín Gubbins, Andrés Anwandter, Felipe Cussen, Carlos Cociña, Theodoro Elssaca y Nicanor Parra.

Guillermo reconstruía la urbe herida y le cantaba desde los años sesenta, develando un Santiago moderno, vital y desenvuelto, recogiendo en sus composiciones la ebullición de los años cincuenta que el niño músico que fue había alcanzado a vislumbrar, proyectándola ahora en un salto de futuro.

Así como los poetas han poetizado su ciudad -el caso de Borges sería un ejemplo poderoso, con su Fundación mítica de Buenos Aires-, o los pintores la retrataron incansablemente, Rifo hizo lo suyo y musicalizó su ciudad tendiendo puentes entre las músicas dispersas. Claro que merecía desarrollarse en un país con una industria musical mejor asentada, donde se editaran sus partituras, con sellos discográficos que le dieran importancia a lo nuestro, dedicados a la música nacional, donde las radios difundieran esas creaciones no por estar obligadas, sino que por simple sentido común. Se requiere de circuitos y lugares donde tocar en forma permanente, con músicos dedicados plenamente a trabajar con sus grupos.

Entre sus obras más reconocidas se cuentan: Puente del Arzobispo, Cerro San Cristóbal, Providencia al mediodía, Cueca del Cerro, Santiago de Noche, Al sur del mundo, Campo minado y Cuarteto del Final.

En los últimos años nos reunimos para trabajar en torno al Concierto Rapa Nui (inédito), que Guillermo compuso en base a mis fotografías antropológicas y al poema del mismo nombre (surgidas de la expedición que hice en 1988, a Isla de Pascua). Visitábamos al maestro compositor, pianista y director Vicente Bianchi (Premio Nacional 2016), a quien acompañamos en sus presentaciones y en sus cumpleaños celebrados en la casa La Tonada, en La Reina, donde nos relataba su legendario trabajo con Neruda.

Guillermo Octavio Rifo Suárez (Santiago, 16 de febrero de 1945 – Santiago, 23 de enero de 2022), nos dejó a la edad de 76 años, en su plena época creativa.

Despedida

En su velatorio en la Parroquia la Natividad del Señor, en Av. Ossa, dije algunas palabras difíciles de reproducir ahora, para despedir al virtuoso amigo:

Acompañamos tus pasos, amigo Guillermo,
hasta el misterio al otro lado del espejo,
donde esperamos reencontrarnos contigo.

Tu Violeta Sinfónica, en el Colón de Buenos Aires,
y la música para los documentales de Al Sur del Mundo,
seguirán siendo luz en nuestros días.

Ese último atardecer te visité con Samia
y compartiendo contigo, domingo 9 de enero, nos decías:
“en dos semanas ya no estaré aquí,
postrado en esta cama triste,
me levanto y salgo de aquí,
ya no estaré aquí…”.
Cumplida tu sentencia, a las exactas dos semanas
en domingo, 23 de enero, emprendiste vuelo en Sol Mayor.
Premonición y misterio que nos deja perplejos.

Caen las notas que buscan llenar ese vacío, con música,
tus notas y sonrisa eternas buscan llenar esa oquedad desértica,
que horada los segundos.

Amigo de toda una vida, maestro,
recorriendo al sur del mundo,
permanece tu música en el aire
¡¡¡desde ahora ya la escuchamos…!!!

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El Periodista