El «Ulises» de James Joyce: una obra que influyó en generaciones de escritores

El 2 de febrero de 1922, el mismo día en que el gran escritor irlandés cumplía 40 años, salía a la luz la novela que iluminó a autores en todo el mundo. En 1945 se publicó en Buenos Aires la primera traducción al español, obra de José Salas Subirat.

(Por Carlos Daniel Aletto / Télam) En el centenario de la primera edición del «Ulises», cuya primera impresión James Joyce recibió el 2 de febrero de 1922 -el mismo día que cumplía cuarenta años-, la novela sigue ocupando un lugar privilegiado dentro de la literatura universal.

James Joyce nació el 2 de febrero de 1882 y vivió 59 años. No escribió mucho: un volumen de cuentos: «Dublineses», tres novelas – «Retrato del artista adolescente», «Ulises» y «Finnegans Wake»-, poemas y una obra de teatro: «Exiliados».

El argentino Marcelo Zabaloy, quien tradujo el «Ulises» y «Finnegans Wake» explica que el escritor, decidido a encontrar «por millonésima vez la realidad de la experiencia y a forjar en el crisol de su alma la conciencia increada de su raza, rompió los lazos con su país, con su familia y con su iglesia».

Del largo peregrinaje entre Londres, París, Pula, Trieste y Zurich, ciudad en la que murió el 13 de enero de 1941, quedan además un número enorme de cartas que han sido reunidas y publicadas en dos volúmenes. «Cartas llenas de amor y pasión arrebatadora con su esposa Nora; cartas llorosas y mendicantes enviadas a sus mujeres mecenas; cartas irónicas y burlonas con amigos, traductores, enemigos y editores. La raya que trazó entre su modo de escribir y el de sus contemporáneos fue demasiado notoria como para que no se lo considerara el precursor de todas las vanguardias», explica Zabaloy.

Si el volumen de cuentos «Dublineses» tuvo que esperar años y sufrir reiterados rechazos hasta encontrar un editor interesado, la historia de las peripecias de su «‘Ulises’ merecería otra novela que quizás alguna vez alguien escriba», dice Zabaloy. El desprecio de sus conciudadanos fue en aumento desde su primer libro de cuentos y se coronó con la publicación de esta obra donde muchos de sus amigos y conocidos fueron descritos con todo detalle, y no precisamente con detalles agradables y elegantes.

Mientras Joyce vivía en París se publica la primera edición del «Ulises», del cual ya habían salido algunas entregas en «The Little Review'», entre marzo de 1918 y diciembre de 1920. Esta primera edición lleva en la portada por error la fecha de impresión datada en 1921. La había realizado el impresor Maurice Darantière para la librería en lengua inglesa de París «Shakespeare and Company», de la librera Sylvia Beach. Darantière, que entre otras cosas no sabía inglés, generó varios errores en la impresión.

Zabaloy también consigna que la influencia se extendió «como ondas en el agua y nadie quedó exento» y agrega que los esfuerzos porque estas influencias no se vean «son más notorias que las admisiones explícitas» y da el ejemplo de la «maravillosa» novela «La vida, instrucciones de uso», donde Georges Perec copia y pega un extenso fragmento del episodio 17 de «Ulises», en el que el narrador describe la casa de campo soñada por Leopold Bloom.

Al final de su novela el autor francés reconoce en un anexo los préstamos. Muchísimos otros lo usan, legítimamente, pero con menos franqueza. El mismo Joyce le atribuye cortésmente la invención del monólogo interior al escritor francés Édouard Dujardin, pero después se burla, en privado y en público, de que el hombre se lo haya creído.

Zabaloy da más pistas de la persistencia de la huella de Joyce en otros autores consagrados. Detalla que Jack Kerouac escribe «Viejo Ángel Medianoche» después de leer «Finnegans Wake» y dice: ‘ese Hombre de Noruega’ refiriéndose a HCE o Here Comes Everybody, el héroe de la novela que durante setenta años se consideró intraducible e ilegible.

Harry Mathews, amigo de Perec –quien tradujo al francés su «El hundimiento del Stadium Odradek» que según su propio autor era intraducible– dice en una de las cartas de Zacarías MacAltex a su esposa Twang: «‘Lester Greek habló de nuevos hallazgos de ‘Finnegans Wake’ –la precedencia palindrómica de ‘Eve’ sobre ‘Anna». Ni qué decir de Carlo Emilio Gadda en «El zafarrancho aquel de via Merulana» o del «Pálido fuego» del ruso Vladimir Nabokov o de la obra de Raymond Queneau en cuya hermosísima novela «Siempre somos demasiado buenos con las mujeres», que transcurre en Dublín y donde todos los protagonistas tienen nombres de personajes del «Ulises». Y las referencias de Anthony Burgess y John Kennedy Toole. «En fin, la lista sería interminable», señala Zabaloy.

Zabaloy intenta hacer un rastreo de huellas joyceanas en los libros de algunos latinoamericanos que ha leído y no alcanza a los ejemplos que menciona de otros escritores. «Cortázar no le tuvo ninguna simpatía y se mofaba diciendo que Joyce, Beckett y Ionesco se creían una vanguardia que apenas si se sacaba las pelusitas del ombligo», relata el traductor y recuerda que «Borges escribió el bello poema cuando murió Joyce y confesó no haber leído todo su ‘Ulises’ –lo que puede ser cierto o una de sus finas ironías–. Y de ‘Finnegans Wake’ dijo que era un error colosal». Es más o menos lo mismo que dijo Ezra Pound, por nombrar a uno de sus más fieles promotores.

Finnagans Wake

Si «Ulises» era un libro incómodo para los lectores y por sobre todo para los críticos, la aparición de «Finnegans Wake» en 1939 consolidó la opinión mayoritaria de que «Joyce se había vuelto loco», explica Zabaloy, pero hay una frase de esa obra que da una receta muy útil para leer la obra de Joyce y para la vida en general: «Ahora, paciencia; y a recordar que la paciencia es una gran cosa, y que por encima de todo lo demás debemos evitar todo lo que se parezca a perder o empezar a perder la paciencia».

Sobre el «Finnegans Wake» se ha dicho, con razón, de todo. A favor y en contra. La crítica lo ensalzó o lo destrozó según los criterios de cada uno. A Zabaloy le produjo un efecto adictivo desde las primeras páginas. «Cuando no entendí nada empecé de nuevo traduciendo palabra por palabra y pasé siete hermosos años en esa tarea artesanal. Siempre habrá textos crípticos, incomprensibles o simplemente ilegibles», explica el traductor.

De manera coincidente, se cumplieron en estos días los 140 años del nacimiento de Joyce y los 100 de la primera edición de su novela emblemática, «Ulises», de la cual pronosticó 300 años de prosperidad, aunque como dice Scott «hemos llegado a un tercio y sospechamos que la arrogancia se quedó corta».

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El Periodista