China, el nuevo socio del mundo árabe

Con la iniciativa "Nueva Ruta de la Seda" (Belt and Road, BRI), China apoya proyectos de infraestructura en todo el mundo. En los últimos años, cerró acuerdos con casi todos los países árabes.

Por Cindy Riechau y Andreas Landwehr (dpa) Casas incendiadas, centrales eléctricas destrozadas, calles llenas de escombros y cenizas: muchas ciudades de Siria están completamente destruidas después de más de diez años de guerra civil. La economía del país está por el suelo y muchas personas viven en la más amarga pobreza.

Al gobierno del presidente Bashar al Assad también le falta dinero para, entre otras cosas, volver a levantar la infraestructura destruida del país. Por su parte, Occidente se niega a contribuir con la reconstrucción en tanto no haya un cambio político profundo en Siria.

Por eso, la ayuda financiera llegará ahora de Lejano Oriente. Siria encontró allí una fuente de dinero que renuncia a requisitos molestos: China. El país atravesado por la guerra civil quiere ampliar su colaboración con este poder económico del este de Asia y sumarse a su «Nueva Ruta de la Seda». Hace poco, China y Siria firmaron una carta de intenciones en este sentido.

Con la iniciativa «Nueva Ruta de la Seda» (Belt and Road, BRI), China apoya proyectos de infraestructura en todo el mundo. En los últimos años, cerró acuerdos con casi todos los países árabes.

Para 2023, China pretende invertir en la región hasta 600.000 millones de dólares (527.000 millones de euros), de acuerdo con la fundación alemana Konrad Adenauer Stiftung (KAS). Cina es ya para muchos países árabes uno de sus principales socios comerciales.

China, en tanto, necesita a los socios árabes sobre todo para asegurar su alta necesidad de energía. La segunda economía más grande del mundo depende de las importaciones de petróleo de los países del Golfo. Sin embargo, a pesar de su creciente participación, Pekín quiere evitar verse envuelto en los conflictos de la región.

«China tiene una estrategia muy clara: no involucrarse en asuntos internos», dice a dpa la directora de Cercano Oriente y África del Norte de la KAS, Canan Atilgan.

Por eso mismo, este poder económico no hace depender sus ayudas de reformas democráticas o de la lucha contra la corrupción. «Para muchos países de Cercano Oriente y África del Norte, esta estrategia de desarrollo de China es una alternativa muy bienvenida en comparación con el modelo europeo, basado en valores», de acuerdo con Atilgan.

Este proyecto multimillonario de China también beneficia a países que de otra forma recibirían muy difícilmente ayuda internacional, como por ejemplo Siria.

La dirigencia siria festeja el apoyo de China a la reconstrucción como «la superación de las acciones unilaterales para forzar a Siria», con lo que se refiere a las sanciones de Occidente. Estados Unidos y Europa quieren ejercer de esta forma presión sobre Assad y su brutal élite, que al igual que antes mata y tortura a su propia población.

A cambio de la no intromisión de China, los países árabes también refrenan sus críticas sobre temas como el trato que dispensa China a la minoría musulmana de los uigures en la región de Sinkiang, en el noroeste del país.

Las encuestas muestran que muchas personas del mundo árabe están a favor de las relaciones con China. En cambio, son escépticas en cuanto a las relaciones con Estados Unidos.

Tan solo en Egipto, China invierte miles de millones en proyectos en los ámbitos de infraestructura, energía y telecomunicaciones, así como en el Canal de Suez. El presidente Abdel Fattah al Sisi viajó en 2014 seis veces a China y firmó al menos 25 acuerdos bilaterales.

Los más críticos temen que el compromiso de China con la región pueda fortalecer a Estados autoritarios en el largo plazo. En su opinión, los recursos que se ganan con proyectos comunes terminan probablemente, sobre todo, en los bolsillos de los poderosos. El «think tank» Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) escribió en su página web que esto reafirma la desigualdad social.

Creen que la exportación de tecnologías de vigilancia también es beneficiosa para los gobiernos autoritarios. De todas formas, de acuerdo con el ECFR, la influencia de China en la región no es por lejos tan grande como quieren hacer creer al resto del mundo algunos países árabes.

Cuanto más empresas de China se vuelven activas en la región, más difícil va a ser para el país mantener su distancia allí. Y es que este poderío económico también tiene que proteger sus intereses en el lugar.

El «think tank» ECFR parte de la base de que el país trabajará en el futuro más fuertemente con Europa para tratar de reducir la conflictividad en el mundo árabe. Es decir que para Europa sigue habiendo margen para imponer algunos objetivos.

Siempre y cuando Occidente quiera. De acuerdo con Atilgan, la región ya no está tanto en el foco de Europa, exceptuando el tema de la migración. «No hay ofertas atractivas de cooperación», indicó.

La especialista cree que si los países de Europa quieren participar en el futuro de Cercano Oriente, deben crear, además de iniciativas variadas, una nueva narrativa para la región.

«Una idea distinta a la imagen actual del mundo árabe, con muchos problemas, como zona tapón o frontera», explica. Añade que los países también buscan ser vistos como lugares con potencial y posibilidades. China, asegura, supo comprenderlo.

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El Periodista